La construcción
del Gran Embalse del Renacimiento en Etiopía modificará el reparto
del agua del río Nilo entre los países de su cuenca.
por Ricard González
Egipto no habría
existido sin el Nilo. En sus desérticas tierras, no habría podido
surgir la primera gran civilización humana. Ni tampoco hoy podría
sostener a unas 100 millones de almas sin las aguas del caudaloso
río. Los faraones eran conscientes de ello, y entre sus divinidades
más veneradas se hallaba Hapi, el dios de la inundación del río
Nilo, que regaba de nutrientes las orillas del río y permitía su
cultivo. Esta ancestral e íntima relación entre el Nilo y Egipto se
ve amenazada por el Gran Embalse del Renacimiento que está
construyendo Etiopía cerca la frontera con Sudán.
La mastodóntica
presa, cuya construcción empezó en 2011, será la más grande de
África y la séptima del mundo en producción de electricidad. Se
calcula que se extenderá sobre una superficie de unos 1.800
kilómetros cuadrados, y su capacidad será de 74.000 millones de
metros cúbicos. Para Etiopía es la piedra angular de su ambicioso
proyecto de desarrollo para el siglo XXI. Cuando esté terminada, no
solo será capaz de satisfacer las necesidades energéticas de esta
populosa y empobrecida nación de más de 100 millones de habitantes
y un rápido crecimiento demográfico, sino que convertirá Etiopía
en un potencia energética regional que exportará electricidad a sus
vecinos.
Mientras para
Etiopía será una bendición, Egipto la percibe como una auténtica
una catástrofe. No existe un acuerdo entre los dos países,
agriamente enfrentados, sobre cuánto reducirá la cuota egipcia de
agua del Nilo, pero puede ser sustancial. Y no solo durante la fase
de relleno del embalse del Renacimiento, que Egipto intenta alargar
el máximo de años posible, sino incluso una vez terminada. Al estar
situado en una zona de altas temperaturas veraniegas, se teme que la
evaporación del agua reduzca de forma significativa el caudal a su
llegada a Egipto. Esto constituye una seria amenaza para el delta del
Nilo, corazón agrícola de Egipto, ya amenazado por la salinización
del agua a causa de la subida del nivel del mar como consecuencia del cambio climático.
Gracias a un
tratado internacional firmado durante los tiempos del Imperio
británico, El Cairo ha gozado de la mayor cuota de agua del Nilo
entre las diez naciones que forman su cuenca. Y con diferencia. En
concreto, tiene derecho a 55.000 de sus 88.000 millones de metros
cúbicos anuales -un 65 %-, lo que el Gobierno egipcio justifica
por el hecho de que representa un 95 % de sus recursos hídricos. Con
la excepción de Sudán, el resto de países de la cuenca se muestran
decididos a renegociar el reparto del agua del caudaloso río. De
hecho, la mayoría de ellos firmaron un tratado, el llamado “acuerdo
de Entebe”, que modifica las cuotas y que Egipto rechaza de forma
categórica.
La presa del
Renacimiento se encuentra en el centro de esta batalla por el agua,
un recurso cada vez más valioso. Los “halcones” de la
administración y la prensa egipcia hace tiempo que defienden sabotear la edificación del embalse con un bombardeo aéreo, pero
esta opción conllevaría una reacción airada de la comunidad
internacional, y sobre todo de los países africanos. Por ello, El
Cairo siempre ha apostado por una solución negociada al conflicto.
Una negociación
estancada
Sin embargo, no
está dando frutos. Las mesas de diálogo se convocan y rompen
repetidamente desde hace años sin apenas avances, y los egipcios
sospechan que para Adís Abeba solo son una estrategia dilatoria. La
última reunión fallida de alto nivel tuvo lugar hace poco más de
una semana. “¿De qué sirve un proceso de negociaciones si ha sido
transformado en forzar a Egipto ante un hecho consumado?”, declaró
recientemente un funcionario egipcio al diario Madamasr. Y es que la
edificación de la presa avanza con rapidez, y ahora ya se ha
realizado aproximadamente un 70 % de la obra.
La inestabilidad
política del Egipto posrrevolucionario no ha ayudado a movilizar
comunidad internacional para presionar Etiopía con una poderosa
herramienta: la financiación del proyecto, en la que participa el
Banco Mundial. Desde 2011, las autoridades egipcias han concentrado
sus energías en sus batallas internas más que en echar mano de su
peso diplomático. En 2013, la administración Al Sisi culpó a
Mohamed Morsi, el presidente derrocado, de no haber frenado el
proyecto, pero cuatro años después, la dinámica es exactamente la
misma.
El único cambio
deriva de las ingentes adquisiciones de armamento por parte del
Ejército egipcio, incluidos 24 cazabombarderos franceses Rafale. No
obstante, no parecen haber amedrentado a Etiopía. Curiosamente,
durante los últimos meses, las convulsiones políticas parecen haber
cambiado de bando, llevando a la dimisión en febrero del primer
ministro etíope, Hailemariam Desalegn.
Ahora bien, es
poco probable que el nuevo líder, Abyi Ahmed, cambie de rumbo. El
embalse del Renacimiento se ha convertido en una cuestión de orgullo
patrio para los etíopes. Los egipcios deberían entenderlo. Por otra
presa, la de Asuán, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser se pasó
al bando soviético, un momento decisivo en la historia de Oriente
Medio del siglo XX.
Fuente:
Ricard González, Los ‘catastróficos’ planes de Etiopía para el Nilo egipcio, 09/04/18, El País. Consultado 12/04/18.
No hay comentarios:
Publicar un comentario