Entrevista Vandana Shiva: "La
agroecología va mas allá del producto ecológico, porque une al
productor con la soberanía alimentaria, la justicia social y un
sueldo digno", dice Vandana Shiva, filósofa y activista de la
agroecología
"Si queremos
verdaderamente ser dueños de nuestras vidas, hemos de ser dueños de
nuestras semillas. Los biopiratas las acumulan todas por su
importancia estratégica"
por Cristina Barchi
El 15M le pilló
en el despacho de Zapatero. Su consejo al presidente fue que bajara a
la calle a dialogar, a escuchar. Vandana Shiva era la única mujer
en aquel grupo de asesores. Los demás desaconsejaron rotundamente su
propuesta.
En India las
mujeres profesionales y universitarias ya no llevan sari, sin embargo
ella, en medio de su agenda internacional de élite, aun siendo una
intelectual, viste como visten las campesinas más pobres. Es una
mujer menuda con una tremenda confianza en sí misma y en ser la voz
de los vencidos por la industria agrícola mundial.
Han pasado cuatro
décadas desde que empezó a predicar cosas consideradas insólitas
en su tiempo. Ahora, tanto en su país como en el resto del mundo, se
la lee y escucha con fervor en salas abarrotadas de un público que,
gracias a su esfuerzo, ya conoce a la perfección conceptos agrarios
y bioéticos, de soberanía alimentaria, de justicia social y, sobre
todo, de justicia ambiental.
Shiva ha acuñado
términos como biopiratería, agroecología y democracia de la
tierra, y se ha convertido en la pesadilla de los gigantes de la
ingeniería genética (en particular Monsanto), luchando por la
protección de la biodiversidad mundial y por los campesinos que se
suicidan o se arruinan a causa de ellos. Ha triunfado contra la
piratería del arroz Basmati, del árbol Neem y del trigo en India,
así como en la reducción del número de suicidios de campesinos en
Kerala, India.
Mientras en su
país muchos la descalifican como "antiprogreso", ella se
mueve con agilidad entre universidades, gobiernos, ONG y activistas.
Tiene un premio Right Livelihood, es autora de 22 libros, y fundadora
de muchas redes políticas (muchos son bancos de semillas), además
de su granja instituto Navdanya.
Capitan Swing
acaba de publicar en España Quién alimenta realmente al mundo. El fracaso de la agricultura industrial y la promesa de la agroecología.
Actualmente se bate contra el gigante que ha emergido de la fusión
de Bayer y Monsanto.
Científicos del
entorno de National Geographic parecen estar adelantando el final del
deshielo de los polos a una horquilla entre 4 y 10 años, eso es…
Eso no es el
futuro, como nos dicen, ni una pesadilla, eso es nuestro presente. No
queremos verlo pero así es. Por eso insisto en que lo primero que
puede revertir sus consecuencias es preservar la biodiversidad de la
tierra. Y no disminuir la biodiversidad, como hacemos con el modelo
extraccionista y de producción industrial de alimentos en el que aún
seguimos. El camino a seguir es aumentar la resiliencia de los
ecosistemas preservando su equilibrio natural. Sin diversidad
genética no podemos sobrevivir al cambio climático.
La agricultura
ecológica comenzó buscando un modelo socioagroalimentario, pero
ahora parece importar más el aspecto saludable y el reciclado,
dejando atrás reducir el transporte kilométrico y la explotación
económica. Cuando llega a las ciudades el producto ecológico
todavía es caro y a veces ha dado la vuelta al mundo. ¿Qué lo
diferencia del modelo agroecologico?
La producción
ecológica no es un producto, es un proceso con retorno para la
tierra y la comunidad. El modelo agroecológico es la aplicación de
la visión ecológica a la economía. Necesitamos que ambas partes,
las comunidades que producen y las redes honorables que distribuyen,
sean reconocibles por la otra. El comer y el mercado se han de
encontrar y permanecer unidos, esto es imprescindible para que se dé
el cambio que asegure la biodiversidad y la fertilidad de la tierra y
el acceso al alimento de todas las comunidades planetarias.
Lo agroecológico
va mas allá del producto ecológico, porque une al productor con la
soberanía alimentaria, la justicia social y un sueldo digno. Va más
allá de producir sin residuos. Por ejemplo el cultivo hidropónico
no es más ecológico por no consumir terreno, pues es altamente
dependiente de la química y se hace en bandejas de porexpan. Pero la
industria lo está adoptando a grandísima escala y dice que es más
ecológico, pero son plantas que no tocan la tierra y están pensadas
por el hombre en su totalidad desde una idea de carencia.
En mi libro
desmitifico cada uno de los principios del modelo industrial y las
falsas creencias, como que los pesticidas son imprescindibles, que
nos llevan a una destrucción planificada de nuestra existencia. Uno
de ellas es que la tierra escasea. Los cultivos hidropónicos, hechos
sin tierra, no pueden darnos la cosecha mundial que necesitamos. Pero
la tierra fértil esta siendo destruida por la agricultura industrial
que es un sistema que niega la fertilidad de la tierra y defiende que
sólo con fertilizantes químicos es capaz de producir. Con el agua
pasa lo mismo. No escasea, la hemos destruido. Por eso Bill Gates ha
sido convencido para repetir el modelo fallido de la Revolución
Verde en África.
Si la producción
ecológica supone absorción de gases invernadero, ¿reconocerlo lo
desvirtuaría para hacer bonos de aire puro?
La agricultura
industrial rompe muchos ciclos y uno de ellos es el de la emisión de
gases y absorción de las emisiones. Absorbe menos carbodióxidos,
cosa que sí hace la agricultura ecológica que sirve para absorber y
cerrar el ciclo. Desde que publiqué Soil not oil, he sido
contactada por algunos gobiernos y debo decir que el más proclive a
promover esta idea es Alemania.
Estoy a favor de
que se promocione la agricultura ecológica como la solución, pero
estoy en contra de hacer bonos ecológicos y que los pequeños
agricultores sean controlados por la filosofía de Wall Street,
porque la Bolsa produciría explotación y para crear certificados
limpios aparecerían granjas gigantes que requieren mucha demanda de
petróleo, como ya hemos visto en Kioto.
Yo prefiero
pensar en grandes zonas del mundo proclamando que no van a emitir,
zonas libres de emisiones, apoyadas por la economía pública.
Respecto a la contaminación producida por las granjas cárnicas
industriales, creo que toda persona no vegana debiera declarar
públicamente su rechazo a la existencia de estas granjas.
La reciente
fusión de Bayer y de Monsanto ha provocado el repentino control del
35 % del mercado global de semillas de maíz, el 28% de las de soja,
el 70 % de las de algodón y el 69 % de las tolerantes a herbicidas.
Solo la firma de
la fusión ya ha subido el precio de todas las semillas un 5,5 %, y
las de algodón un 20 %. Si queremos verdaderamente ser dueños de
nuestras vidas, hemos de ser dueños de nuestras semillas. Nos
estamos quedando sin semillas, los biopiratas las acumulan todas por
su importancia estratégica.
Hoy la
concentración de poder es de tres grandes empresas mundiales que
monopolizan este bien de la humanidad. Hemos de preguntarnos ¿quiénes
son los grandes zares y quiénes los nuevos siervos? Si miramos el
caso de el inexplicable uso del veneno glifosato en Europa, la razón
detrás de esta victoria solo se llama poder económico e influencia
política.
Monsanto también
ha comprado la gran base de datos Clime Data, que le proporciona
algoritmos y patrones del clima. Plantix es una aplicacion
informática que detecta plagas, y proporcionando una foto de la
planta te indica qué producto aplicar, cuando 200.000 personas
mueren al año por el efecto de los pesticidas. Seguimos exportando
pesticidas y devastación.
Dice usted que el
75 % de las enfermedades crónicas viene de la comida industrial.
Cuando la comida
contiene todos sus micronutrientes, la gente no tiende a enfermar.
Cuando el sistema que los produce no se autocuestiona los métodos
abusivos que utiliza para crear alimento barato, la enfermedad es una
consecuencia inmediata y epidémica de tanta avaricia.
Seguimos
colonizando y toxificando sobre falsas premisas y nuestra tierra no
está muerta, está bien viva. Hoy incluso sabemos que sus raíces
soportan y llevan nutrición a todo el ecosistema mas allá de 12
kilómetros por debajo del suelo. La supuesta Revolución Verde, que
dio una segunda vida a la industria armamentística de la II Guerra
Mundial, poniéndola otra vez en circulación en forma de productos
químicos para la tierra, es la base ideológica de nuestra
catástrofe ambiental, climática y de salud humana.
Un ejemplo es que
la agricultura química industrial es dependiente de los subsidios
públicos europeos. Los precios de la comida basura son bajos porque
cultivamos monopolios industriales con nuestros impuestos sin
saberlo. Lo que recibimos a cambio son enfermedades crónicas.
El coste real de
lo que comemos se ha camuflado detrás de sus precios tan baratos
durante mucho tiempo, pero el número de enfermedades que están
aflorando y el coste que eso supone para la sanidad de nuestros
países sigue interesando a las grandes fusiones de industrias
alimentarias y farmacéuticas.
Amazon acaba de
comprar Whole Foods, que fue el supermercado pionero en comercializar
alimento ecológico en Estados Unidos y tiene la red de consumidores
específicos para el sector que ya quiere comer orgánico mas grande
del país. El mercado se está asegurando también a los que no
quieren comer su comida basura.
En mi red de
agricultores en India (Navdanya) los agricultores ganan 10 veces más,
por el simple hecho de ser dueños de sus semillas y tener un mercado
propio y una comunidad de apoyo.
Acaba usted de
presentar ante la Comisión India de la Competencia sus últimas objeciones contra el efecto de la fusión de Monsanto y Bayer para la
soberanía y alimentación mundiales y para los derechos de los
campesinos indios y de todo el mundo.
No es difícil
hacer la revolución. La lucha de la gente contra el poder es la
lucha de la gente contra el olvido. Cuando era estudiante y durante
11 años después, dos compañeros de universidad y yo conseguimos
que una gran multinacional agrícola se doblegara ante nuestro
sencillo poder de resistir. La verdadera revolución es decir al
mundo que, aunque hayamos cruzado los límites, esta es nuestra casa
y la de las futuras generaciones por venir. Rechazar extinguirnos es
la más alta de las revoluciones.
Fuente:
Cristina Barchi, "Los precios de la comida basura son bajos porque cultivamos monopolios industriales con nuestros impuestos", 27/01/18, eldiario.es. Consultado 02/02/18.
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