por
Fabiana Frayssinet
LIMA,
31 may 2017 (IPS) - El aumento de los desastres climáticos en
América Latina, que según organismos internacionales representan 70
por ciento de sus emergencias, impulsa un debate socioambiental en la
región que busca profundizar sobre las causas yrespuestas ante estos
eventos extremos.
La
advertencia de la Organización de Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) y otras instituciones
multilaterales, es que la variabilidad climática incrementará la
frecuencia y magnitud de los eventos extremos.
Según
el Índice de Riesgo Climático Global, durante el periodo 1996-2015
cuatro de los 10 países más afectados en el mundo son de América
Latina y el Caribe: Honduras (primero de todos), Haití (tercero),
Nicaragua (cuarto) y Guatemala (noveno).
Perú
sufrió entre marzo y abril inundaciones y deslizamientos, debido al
fenómeno de “El Niño costero”, generado por el calentamiento de
las aguas del litoral, con un saldo de más de 100 muertos, un millón
de personas afectadas, 7.000 productores rurales damnificados (80 por
ciento pequeños agricultores) e incalculables daños de
infraestructura.
“Los
cambios en patrones en precipitaciones y de temperatura continuarán.
No necesariamente habrá efectos de desastres naturales evidentes,
pero si cambio en el crecimiento de los cultivos, en el
comportamiento de alguna plaga o enfermedades que podrían llegar a
surgir o cambios en la productividad”, señaló Fernando Castro
Verastegui, coordinador de Políticas de Desarrollo Rural y Seguridad
Alimentaria de FAO en Perú.
“Tenemos
que desarrollar bastante investigación para el desarrollo de nuevas
variedades de cultivos que se adapten, tenemos que desarrollar
prácticas que generen resiliencia en el productor, y adaptación a
este cambio climático”, apuntó.
Entre
2003 y 2013, la FAO estima que 22 por ciento de las pérdidas y daños
causados por desastres de mediana y alta intensidad en países del
Sur en desarrollo afectaron al sector agrícola.
Esta
situación cobra especial importancia en esta región, que es una
gran productora mundial de alimentos. Ese sector, del que depende
prácticamente un tercio de la población latinoamericana activa,
sufrió13 por ciento de los daños causados por desastres.
La
FAO y la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres ayudan a la región a desarrollar una Estrategia Regional
de Gestión del Riesgo de Desastres en el sector agrícola y la
seguridad alimentaria y nutricional, a solicitud de la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños.
“Es
un proceso irreversible, pero tenemos oportunidades de desarrollar
nuevas tecnologías. Básicamente a partir de semillas que permitan
una mejor adaptación y buenas prácticas agrícolas que nos permitan
hacer un mejor manejo del cultivo y podamos hacer frente a este
cambio climático”, explicó Castro Verastegui.
“El
cambio climático no solamente es negativo, también genera
oportunidades”, afirmó.
Como
ejemplo, dijo que en zonas alto-andinas de Perú no eran aptas para
cultivar algunas hortalizas y tubérculos y las alteraciones
climáticas generan oportunidades de hacerlo.
Castro
Verastegui también apuesta al rescate de las tradiciones de la
agricultura familiar y a su fortalecimiento para enfrentar estos
problemas.
Augusto
Castro Carpio, director del Instituto de Ciencias de la Naturaleza,
Territorio y Energías Renovables de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, consideró que en su país y en otros de la
región el Estado no está en capacidad de enfrentar estos eventos
climáticos.
“Creo
que tenemos que pensarlo con mucho cuidado en toda América Latina,
porque fenómenos de este tipo se van a repetir por todas partes y
los Estados tienen que prepararse”, dijo a IPS.
“El
Estado peruano ha perdido un punto y medio del PIB con esto. Esto nos
vuelve a sumir en la pobreza esto genera problemas. Esperemos que el
gobierno lo utilice para hacer una reconstrucción del país, pero
tomando en cuenta las normas para cuestiones ambientales”, advirtió
como una de las situaciones que se repiten en la región.
Como
consecuencia del calentamiento global, crece el interés de las
ciencias sociales en el impacto del fenómeno desde hace una década.
Gabriela
Merlinsky, del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la
Universidad de Buenos Aires, lo atribuyó “al interés legítimo
que tenemos las ciencias sociales en esos temas” y a que los
cambios ambientales globales “son producto de la intervención
humana”.
También
al llamado del sector científico de que las ciencias sociales
intervengan.
“La
relación sociedad-naturaleza es la que está definiendo este proceso
de aceleración en la tasa de extracción de los recursos naturales y
de formas de uso de los recursos y del suelo, que implican mayores
riesgos ambientales”, dijo a IPS.
Su
análisis, partiendo de las experiencias en el Cono Sur, “tiene que
ver con identificar contextos de mayor vulnerabilidad frente a los
efectos del cambio climático”.
“El
aspecto peligroso de esto es que se vuelva un discurso globalizante
por el cual echemos la culpa de todos los males al cambio climático
y no tomemos en cuenta aquellos elementos estructurales de nuestra
sociedad que hacen por ejemplo, que nos inundemos más”,
puntualizó.
Citó
el caso de Argentina, donde hay una recurrencia de inundaciones en
diferentes ciudades costeras y sobretodo en la región de la Pampa.
“Lo
que ha habido es una intensificación del monocultivo, en particular
la producción sojera que absorbe mucho menos agua que otro cultivo.
El agua queda retenida en el suelo y hay un elevamiento de los
niveles de las cuencas hidrológicas lo que son las napas freáticas.
Eso aumenta la exposición a las inundaciones”, explicó.
Por
eso para la investigadora, que integra un Grupo de Trabajo sobre
Ecología Política del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
(Clacso), lo que está detrás de esos problemas “es la vieja
cuestión del capitalismo y del avance despiadado sobre los recursos
naturales” y los “serios problemas de regulación” de parte del
Estado.
“La
crisis, más que una crisis ambiental, es una crisis ecopolítica.
Es una crisis de regulación, es una crisis de horizonte, y es una
crisis en relación a modos de hacer políticas que no toman en
cuenta las demandas sociales”, concluyó Merlinsky.
La
colombiana Catalina Toro analizó que algo similar ocurre con los
fenómenos climáticos de su país, que en abril causaron en Mocoa,
en el amazónico departamento de Putumayo, devastadores aludes sobre
viviendas, con el saldo de más de 300 muertos, además de miles de
desplazados.
Fue
una de las mayores catástrofes sufridas en Colombia en tiempos
recientes.
Mientras
los medios culpan a El Niño de estas lluvias extremas, “lo que
decimos nosotros es que no es un desastre natural”, aseguró a IPS
esta académica de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y
Sociales de la Universidad Nacional de Colombia.
“Son
lugares completamente deforestados, lugares donde los desplazados de
los desplazados, son obligados a asentarse en unas condiciones
bastantes frágiles al lado de los ríos”, subrayó Toro, quien
también participa como una de las coordinadoras en el grupo de
Clacso.
A su
juicio, “estos problemas tienen que ver con la deforestación, la
ampliación de la frontera agrícola, la construcción de carreteras,
la exploración petrolera y minera, que va moviendo los ecosistemas y
afectando de manera muy fuerte toda esa zona que es un bosque húmedo
tropical que de por sí ya está bastante intervenido por la
colonización”.
Para
Toro ese “modelo de desarrollo depredador extractivo” corre el
grave peligro de ampliarse, ahora que concluyó el conflicto armado
entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) y es posible penetrar y explotar territorios de gran valor
ecológico, antes vedados por la guerra.
Editado
por Estrella Gutiérrez
Fuente:
Fabiana Frayssinet, Desastres climáticos abren debate socioambiental en América Latina, 31/05/17, Inter Press Service. Consultado 06/06/17.
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