Calculan que costarán cuatro veces más que el plan RenovAr, pero producirán menos energía. El Gobierno busca en paralelo impulsar la minería de uranio, una de las más contaminantes y con graves antecedentes en el país.
por Juan Parrilla
Empezó con el
pie derecho. A poco de asumir, el gobierno de Mauricio Macri impulsó
una exitosa licitación de energías renovables que superó todas las
expectativas y llevó a una segunda ronda de ofertas. Sin embargo,
ahora enfrenta las críticas ambientalistas por dos ambiciosos
proyectos, pues a las ya resistidas represas de la Patagonia ahora se
sumaron las centrales nucleares que se construirán en las provincias
de Buenos Aires y Río Negro. Entre las organizaciones sociales hay
críticas por la falta de consulta y el tipo de energía elegida,
mucho más peligrosa y costosa que las renovables.
Con los nefastos
antecedentes de Chernobyl y Fukushima en el curriculum de la energía
nuclear, el Gobierno mantuvo el tema en secreto, al punto que hasta
hace unos días en Bahía Blanca todavía especulaban con la
posibilidad de que una de las centrales se instale en esa ciudad.
Ayer se supo que los proyectos son la postergada Atucha III, que al
igual que sus "hermanas" estará a orillas del río Paraná,
en el partido bonaerense de Lima, y otra que no tiene nombre y que se
ubicará en Río Negro.
La polémica que
despertó el anuncio no es sólo ambiental, sino también económica.
Primero que nada, hay que dejar en claro que las energías renovables
funcionan de forma intermitente y dependen de las condiciones
ambientales, mientras que las centrales nucleares operan las 24
horas. Al margen de ello, según Greenpeace, "los 12.500
millones de dólares del presupuesto nacional que Macri quiere gastar
en plantas nucleares comprarán 1871 megavatios de capacidad,
mientras que los 59 proyectos de energía solar y eólica otorgados
por el plan RenovAR ofrecerán una capacidad de 2400 megavatios que
estarán disponibles mucho más rápido y no costarán más de 4.000
millones de dólares, cuatro veces menos que las centrales
nucleares".
Ese es un cálculo
muy conservador, ya que habría que agregarle que la inversión total
por las centrales sería de 14 mil millones de dólares. Pero,
además, habría que sumar los enormes costos previos a la
construcción de una central nuclear (el uranio se paga, mientras que
el sol y el viento, no) y la gestión de residuos a perpetuidad
(cuesta más la gestión de los residuos radioactivos que la energía
misma).
"La vida
media del plutonio, por ejemplo, es de 24 mil años. O sea que esos
residuos hay que gestionarlos durante todo esos años, porque una
millonésima parte de un gramo de plutonio podría causar cáncer. Y
con 10 kilos se podría matar la vida en la Patagonia",
describió ante la consulta de Infobae el chubutense Pablo Palicio
Lada, uno de los referentes del movimiento antinuclear. "El
mundo se está replanteando la cuestión nuclear, porque no es
competitiva. Japón lleva gastados más de 100 mil millones de
dólares sólo en contener el desastre en Fukishima", añadió.
Tras advertir que
la energía nuclear es "sucia, peligrosa y obsoleta", Paul
Horsman, especialista en energía de Greenpeace Argentina, explicó
que "existen alternativas más limpias, baratas, rápidas y
mucho más seguras". Mientras los defensores de Atucha III
aseguran que hay más de 4 mil puestos de trabajo en juego, el
especialista recordó que en los Estados Unidos "las industrias
solar y eólica están creando empleos 12 veces más rápido que
otras, e incorporando más gente que los sectores de petróleo,
carbón o gas".
En la Patagonia
hubo una fuerte reacción de un nutrido grupo de 35 organizaciones
sociales que se adelantaron al anuncio del Gobierno y el lunes le
enviaron una carta al embajador chino Yang Wanming. Allí
manifestaron su "oposición categórica a la instalación de
cualquier tipo de central nucleoeléctrica en ningún lugar del
territorio patagónico".
"Más allá
de la decisión de los gobiernos argentino y rionegrino, los
habitantes patagónicos rechazamos dicha acción por inconsulta,
arbitraria e ilegítima. Por considerar esta fuente de energía como
sucia, peligrosa y costosa", advirtieron.
Además,
aclararon que también están en contra del "circuito completo
del uranio, desde la prospección hasta los residuos, la
infraestructura asociada y los usos que se le quiere dar a esa
energía, especialmente porque cada uno de esos procesos contradice
los objetivos y (sobreactuados) compromisos de atender el cambio
climático".
Este último
punto es clave. Desde hace tiempo el Gobierno no esconde sus
ambiciones de aplicar una técnica parecida al fracking para obtener
uranio en el yacimiento Bajo de Santa Rosa, en Río Negro, a través
de la minera de capitales canadienses Cielo Azul. Es la llamada
"lixiviación in situ", que se realiza con agua y ácido
sulfúrico, y es ambientalmente más riesgosa que la que se usa en la
minería de oro y plata. También Cambiemos busca quitar la
prohibición que rige en Chubut para habilitar la explotación a
cielo abierto del Cerro Solo. El objetivo es abastecer a las
centrales de Atucha I y II, y Embalse, además de las dos que se
construirán, y sustituir importaciones, ya que la minería de uranio
fue interrumpida en 1997. Desde ese entonces, todavía se trabaja en
la remediación de yacimientos como Los Gigantes, en Córdoba, y
Sierra Pintada, en Mendoza, que han dejado lo que Pablo Palicio Lama
calificó como "un desastre radioactivo".
El argumento más
fuerte del gobierno es que la energía nuclear no emite dióxido de
carbono (CO2), uno de los gases que provoca efecto invernadero. En un
reciente artículo, Andrés Arnone derribó ese alegato así: "Esto
es verdad solamente durante el proceso en el cual las barras de
uranio generan vapor y hacen girar las turbinas, pero en todos los
procesos anteriores y posteriores se genera CO2". Y concluyó:
"Según distintos estudios en donde comparan todos los procesos
necesarios como la minería, el transporte, la construcción, el
mantenimiento, etcétera, para producir electricidad con distintas
tecnologías, la energía nuclear produce 66 gr de CO2 por cada KWH
de electricidad, mucho más que la mayoría de las energías
renovables como la eólica (10 gr/KWH) o solar térmica (13 gr/ KWH),
aunque menos que el carbón (1000 gr/KWH), el gas (443 gr/KWH) o el
diesel (778 gr/KWH)".
Fuentes:
Juan Parrilla jparrilla@infobae.com, Críticas de ambientalistas a la construcción de las nuevas centrales nucleares, 17/05/17, Infobae. Consultado 17/05/17.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Nuclear Marsh" del artista Wolfang Ertl.
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