Estados Unidos ignoró el
riesgo climático para el nuevo radar en las islas Marshall.
La Fuerza Aérea
de Estados Unidos ha invertido casi 1.000 millones de dólares para
construir una instalación de radar que ayudará a mantener a salvo a
astronautas y satélites al seguir la pista de fragmentos de basura
espacial tan pequeñas como una pelota de béisbol. Siempre y cuando,
el calentamiento global no interfiera.
El Space Fence
("Cerca Espacial") se está construyendo en un diminuto
atolón en las islas Marshall, que según los expertos podría verse
sobrepasado por las aguas de forma regular en unas pocas décadas
como resultado del cambio climático. El agua salada podría causar
graves daños en el equipo, señalan los científicos.
Y Associated
Press descubrió que ni el Ejército ni su contratista, Lockheed
Martin, tomaron en serio esa amenaza cuando diseñaron la instalación
y eligieron una ubicación, pese a las advertencias de la agencia
medioambiental de la nación insular.
El futuro "no
pinta bien para muchas de estas islas", comentó Curt Storlazzi,
oceanógrafo del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), que
lidera un estudio en el atolón de Kwajalein, donde se está
levantando el Space Fence.
Dana Whalley, un
civil que gestiona el programa del radar, señaló que la instalación
tiene una vida útil prevista de 25 años y que no espera que el
nivel del mar suba suficiente en ese periodo como para plantear un
problema. Pero si es necesario, señaló, la base podría tomar
medidas para mejorar sus diques.
Sin embargo,
debido a las limitaciones de presupuesto, el equipamiento militar
suele utilizarse mucho más allá de su esperanza de vida inicial. De
hecho, una parte clave del sistema de rastreo de radares al que
sustituye el Space Fence se construyó en los inicios de la era
espacial y ya estaba muy desactualizada para cuando se cerró 50 años
más tarde, en 2013.
A medio camino
entre Hawaii y Australia, las islas Marshall son fragmentos de tierra
que suelen asomar apenas unos pocos pies (escasos metros) del océano
Pacífico, lo que los coloca entre los lugares más vulnerables del
mundo a la subida del nivel del mar.
Ensayos nucleares
El Ejército
estadounidense tiene una larga conexión con las islas. El atolón
Bikini se utilizó como lugar para ensayos nucleares tras la II
Guerra Mundial. El atolón de Kwajalein, escena de una batalla
durante la guerra, es ahora una base militar, un lugar de pruebas de
misiles balísticos y una pieza importante de la red de vigilancia
espacial del Ejército.
El creciente
problema de la basura espacial ganó relevancia en 2009 cuando un
viejo satélite ruso chocó contra un satélite comercial
estadounidense, creando cientos de escombros que orbitan en torno a
la Tierra. La película de 2013 "Gravity" hizo una
dramatización de la amenaza que eso supone para los astronautas, que
necesitan estar a salvo de escombros cuando viajan en la Estación
Espacial Internacional o en una nave.
Lockheed Martin
logró en 2014 el contrato de 915 millones de dólares para construir
el Space Fence y empezó los trabajos el año pasado. Cuando el
sistema de radar empiece a operar a finales de 2018, debería
multiplicar por diez el número de objetos que pueden vigilarse, a
unos 200.000, y proporcionar información más precisa sobre sus
órbitas.
La instalación
del Space Fence incluirá transmisores y receptores digitales, así
como instalaciones de energía y refrigeración. Unas 15 personas lo
operarán y mantendrán en marcha a todas horas.
El Ejército
escogió las islas Marshall porque el Space Fence funciona mejor
cerca del ecuador. Pero eso implica que la instalación se construye
a apenas 10 pies (3 metros) sobre el nivel del mar, la altura de un
aro de básquetbol.
El estudio de
Storlazzi analizó en qué punto las tormentas harían que el mar
sobrepasara la isla, sumergiéndola por completo, al menos una vez al
año. Cuando se produce ese fenómeno, explicó, una isla ya no logra
mantener la mayor parte de su flora o su fauna.
El experto
estudió una isla en el atolón de Kwajalein y determinó que
probablemente alcance el punto de inflexión en unas pocas décadas.
La isla donde se está construyendo el radar enfrenta una amenaza
similar, señaló.
Lo que se viene
Es probable que
una inundación allí causara daños en los cables eléctricos,
cañerías y otros sistemas electrónicos y de hardware, dijo. El
agua salada erosiona la tierra y lo corroe todo, desde el concreto
hasta los autos.
"Cuando se
llegue al punto de que el agua va a sobrepasar la isla de forma
anual, afectará mucho a la vida cotidiana, tanto en lo que se
refiere al Space Fence como a otras operaciones, como transportar
comida", explicó.
La investigación,
financiada principalmente por el Departamento de Defensa, aún no ha
sido publicada ni revisada por colegas. Pero presenta un futuro mucho
más sombrío para el atolón que otros estudios previos.
"Hablamos de
las próximas décadas, no de siglos como se creía antes",
afirmó Storlazzi.
Su equipo,
señaló, estudió los contornos submarinos de las islas y mostró
cómo los arrecifes de coral se vuelven menos eficaces como rompeolas
conforme sube el nivel del mar.
La base de las
islas Marshall está entre varias docenas de puestos militares
estadounidenses amenazados por el cambio climático. Un reporte en
julio de la Unión de Científicos Preocupados analizó 18
instalaciones militares en las costas del golfo y el este de Estados
Unidos. El estudio determinó que tan sólo un aumento moderado del
nivel del mar podría suponer 100 inundaciones al año para 2050 en
16 de los centros.
El pasado
octubre, el atolón de Kwajalain se vio afectado por un vendaval con
un fuerte oleaje. Se cancelaron los transbordadores y un muelle
resultó dañado, lo que obligó a la base a tomar la medida sin
precedentes de alojar a 845 trabajadores locales durante la noche.
Antes de comenzar
la construcción, el Ejército investigó en una evaluación
medioambiental del lugar amenazas como las inundaciones oceánicas,
dijo Whalley. "La amenaza de que el agua sobrepase la isla...
está contemplada en los requisitos del gobierno para el lugar",
señaló.
Pero ese análisis
de 2014, que se extiende 100 páginas y abarca desde tortugas marinas
a la historia arqueológica de la isla, no hace mención del cambio
climático y sólo señala que el Space Fence podría soportar un
pequeño tsunami provocado por un terremoto.
Una única línea
dice: "Basándonos en datos históricos, no se anticipan
problemas con mareas y/o inundaciones por oleaje".
Tampoco Lockheed
Martin investigó el asunto. Bruce Schafhauser, director de programa
de Lockheed para el Space Fence, dijo que la Fuerza Aérea pidió que
el sistema se diseñara para resistir terremotos, no la subida del
mar.
"No tenemos
ninguna información sobre eso", dijo Schafhauser. "No ha
sido algo que la Fuerza Aérea haya solicitado".
La
responsabilidad de escoger una ubicación adecuada para el radar es
del Ejército, señaló el director de proyecto.
Por su parte, la
Autoridad de Protección Medioambiental de las islas Marshall
escribió una respuesta a la evaluación medioambiental, describiendo
como "del todo inadecuado" el tratamiento general que hizo
el Ejército estadounidense sobre la amenaza del cambio climático.
La agencia planteó la posibilidad de que el Ejército estuviera
sobreestimando la elevación del atolón y criticó su dependencia de
datos históricos cuando el problema es la subida del nivel del mar,
un fenómeno más reciente.
En su informe
final, el Ejército respondió que "el estudio detallado de los
riesgos por la subida del nivel del mar está más allá del alcance
de este documento".
Desde entonces,
el gobierno del archipiélago dice haber trabajado con Estados Unidos
para mejorar sus estándares medioambientales y garantizar que los
efectos climáticos se abordan con seriedad en futuros proyectos
militares.
Whalley señaló
que tenía previsto averiguar más sobre el estudio del USGS en
Kwajalein.
"Es la
primera vez que oigo hablar del estudio", dijo. "Cuando te
dan mil millones de dólares, tiendes a centrarte en construir el
radar".
Fuente:
Una multimillonaria inversión de Estados Unidos podría terminar bajo el agua, 18/10/16, La Voz del Interior. Consultado 19/10/16.
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