Son ecosistemas
fundamentales porque funcionan como grandes reservorios de agua. Sin
embargo, son considerados tierras improductivas y en poco tiempo
podrían desaparecer. Quintana investiga los humedales desde 1986 y
advierte sobre el peligro de su desaparición.
por Pablo Esteban
Los humedales
comprenden zonas de la superficie terrestre que están, de modo
temporal o permanente, inundadas. Son ecosistemas híbridos -tanto
terrestres como acuáticos- que brindan una multiplicidad de
servicios de interés social. Por ejemplo, proveen agua (para uso
industrial, agrícola y doméstico) y alimentos (peces), impiden
inundaciones y funcionan como reservorio de recursos naturales
estratégicos como el carbono. Sin embargo, desde 1970 hasta la
actualidad, se estima que se han perdido o degradado entre un 65 y un
74 por ciento a nivel mundial. Con mala reputación, a lo largo de la
historia, han sido considerados como tierras improductivas y fuentes
de plagas. En la actualidad, un proyecto de ley intentará promover e
incentivar su conservación, con el objetivo de regular el estrecho
límite que separa la productividad y el desarrollo sustentable de
los ambientes naturales.
En esta
oportunidad, Rubén Quintana, doctor en Ciencias Biológicas (UBA)
intentará explicar todo lo que sabe acerca de estos ecosistemas,
unos espacios geográficos muy particulares que lo apasionan hace más
de 30 años. Del 17 al 22 de octubre, “el ecólogo -pero no
ecologista-” (que pertenece al Instituto de Investigación e
Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de San Martín)
participará como docente del posgrado “Futuros”, un foro
organizado por la UNSAM y su Fundación Funintec, para reflexionar
sobre de las nuevas tecnologías y los desafíos ambientales que
enfrenta la humanidad.
“Desde bien
pequeño sentí cierta afinidad por la naturaleza y las problemáticas
de índole biológica. Cuando era adolescente, mis familiares
pensaban que iba a escoger ingeniería agrónoma o veterinaria. Sin
embargo, siempre tuve todo muy claro. Además, allá por la década
de los 70, cuando culminaba la secundaria, la ecología comenzó a
adquirir relevancia mundial. Así que no tuve más remedio que
escoger esta hermosa orientación”
- En una nota
usted señala que es ecólogo pero no ecologista. ¿A qué se refiere
con la salvedad?
- No lo digo de
modo peyorativo. Considero que los ecologistas son militantes y que
defienden las políticas de protección medioambientales. Creo que
está muy bien y que es necesario que así sea. En mi caso, soy
ecólogo porque mi trabajo es distinto: se basa en el aporte de
información para la resolución de problemáticas ambientales a
partir de políticas públicas por intermedio de la investigación de
humedales.
- Estudia a los
humedales desde 1986. Toda una vida…
- La verdad que
sí. A partir del último tercio de la carrera, conocí a quien sería
mi directora de tesis, la doctora Inés Malvarez. Ella fue una de las
pioneras en Argentina al introducir la investigación de los
humedales. Me gustó tanto su materia que, junto a mis compañeros de
curso, decidimos encarar los primeros proyectos en el Delta del
Paraná, hace 30 años.
- ¿Por qué
representan un recurso de relevancia social?
- Se reconocen
como ecosistemas críticos para el ser humano, por su gran capacidad
para proveer bienes y servicios. De hecho, a nivel mundial, casi el
40 por ciento de los servicios ecosistémicos son brindados por
humedales. Sobre todo, porque el agua puede ser destinada para uso
industrial, agrícola y doméstico. En especial, me refiero a los
humedales de agua dulce, ya que también existen los marinos. El
régimen hidrológico es fundamental para su estructura y
funcionamiento. Por ello, son tan sensibles a las transformaciones
que los seres humanos puedan llegar a producir.
- También son
importantes para controlar inundaciones…
- Por supuesto.
Se encargan de amortiguar las inundaciones porque absorben los
excedentes hídricos. También, son importantes los manglares
–humedales costeros de zonas tropicales– por su función
protectora de las costas. Por ejemplo, los efectos del huracán
Katrina en el 2005 habrían sido suavizados en la ciudad de Nueva
Orleans si los humedales costeros del Golfo de México hubieran
estado en buenas condiciones. Por otra parte, también son centrales
en los procesos de purificación de agua, proveen alimentos (como los
peces), impiden la intrusión de agua marina en las cuencas de agua
dulce y funcionan como reservorio de carbono (en el caso de las
turberas, un tipo ácidos de humedales).
- Con tantas
ventajas, ¿por qué están en riesgo a nivel mundial? He leído que
el avance de la frontera agrícola, los procesos de urbanización y
el aumento de proyectos inmobiliarios son factores centrales en esta
línea.
- Los humedales
representan uno de los ecosistemas más importantes para la humanidad
pero al mismo tiempo son los más vulnerables a la intervención
humana. Desde 1970 a la actualidad se han perdido o degradado entre
un 65 y un 74 por ciento a nivel mundial. El problema central es que,
más allá de su centralidad, siempre fueron considerados tierras
improductivas y fuentes de plagas. Por ello, siempre tendieron a ser
transformados en ecosistemas terrestres o bien acuáticos, a partir
de procesos de drenado y endicado. En Argentina, estos cambios se han
producido para habilitar el avance ganadero, la forestación y para
promover los emprendimientos urbanos. Incluso, en algunos casos, para
impulsar el desarrollo de actividades agrícolas, con cultivos de
arroz y soja. Ello, además de su degradación, ocasiona un problema
mayor vinculado al uso de agroquímicos como el glifosato y la
contaminación del agua.
- A todas estas
amenazas, se suma el cambio climático y el calentamiento global.
- Sí. Los
humedales costeros, por ejemplo, se ven afectados por el aumento de
los niveles del mar, así como también por los incrementos de
temperatura y de las precipitaciones. Son transformaciones que
afectan su régimen hidrológico.
- ¿Qué
estrategias de protección se requieren para su conservación?
¿Existe una convención internacional que discute este tipo de
problemáticas?
- Sí, existe un
grupo que de modo específico se preocupa por los humedales. La
convención de Ramsar fue firmada en 1971 (en Irán) y nuestro país
se incorporó a principios de los 90. Su objetivo es generar el
compromiso de todas las naciones para promover la sustentación y la
conservación de estos ecosistemas. En el ámbito nacional, existe un
proyecto de ley que tuvo el visto bueno de las comisiones de
Agricultura y de Ambiente en el Senado. Así que el próximo paso
sería que se discuta en el recinto. Hace tres años, hubo un
proyecto similar que fue aprobado en la cámara Alta pero luego
perdió estado parlamentario.
- ¿Por qué?
- Porque existen
sectores que presumen que una ley de este tipo puede afectar sus
intereses.
- En cierta
medida, se trata de un capítulo más en la eterna tensión entre
productividad y desarrollo sustentable…
- Sí, pero algo
que debería tenerse en cuenta es que estas leyes no apuntan a
prohibir actividades sino más bien a ordenar cursos de acción. El
país necesita un ordenamiento ambiental territorial. En efecto,
sería fundamental tener bien en claro un panorama completo del modo
en que se manejan los ecosistemas. En el Delta, allá por el 2013,
pudimos constatar que contábamos con más de 240 mil hectáreas
endicadas, cifra que representa un 14 por ciento del territorio. Este
año, afrontamos serios problemas de inundaciones porque el agua no
circula y se bloquea ante la presencia de terraplenes. Esto, por
supuesto, también perjudica a los propios productores rurales y es
el resultado de la falta de planificación. Se modifican las
infraestructuras sin criterios que consideren cómo ciertas
geografías, son sensibles a las modificaciones humanas.
- En este marco,
si tuviera que construir una hipótesis: ¿cómo cree que será la
situación de los humedales en 300 o 400 años?
- La situación
es crítica y lo será aún más. Me cuesta ser optimista. Como dije,
tenemos una Convención internacional hace 45 años y las cosas no
marchan bien. La propia organización, durante la última reunión en
Uruguay, se ocupó de describir el proceso de degradación que estos
ecosistemas afrontan. De modo que, si bien hubo muchos avances en el
reconocimiento de la importancia de su conservación, la situación
no se revierte. Por ello, existe una seria incertidumbre sobre cómo
avanzará este tema en el futuro, con una población creciente y con
nuevas necesidades.
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