En una sociedad
que ha negado el problema del descenso de las ciudades sobre las
planicies de inundación de ríos y arroyos, los profesionales no
pueden seguir sumándose a la ceguera interesada.
Los aficionados a
los videos eróticos o los simples internautas aburridos conocen el
caso de Sabrina Sabrok, una actriz que alcanzó una breve notoriedad
por el enorme tamaño de sus prótesis mamarias. No pudieron ponerle
siliconas, porque un eventual derrame de esas cantidades en el
torrente sanguíneo la hubiera matado. Las rellenaron con solución
salina. La piel humana no puede soportar el enorme peso del agua
salada: por eso tuvieron que armarle debajo de la piel una estructura
metálica (sostenida en costillas y esternón) y un zócalo, también
metálico, que pudiera soportarlas.
por Antonio Elio
Brailovsky
La pobre chica
tiene una vida poco envidiable. Sufre de continuos dolores de espalda
por el exceso de peso mal distribuido y de permanente insomnio, ya
que no encuentra una posición para dormir. No pudo volver a viajar
en avión, ya que una despresurización podía hacer estallar su
principal herramienta de trabajo. Está en continuo peligro de muerte
por cualquier pequeño accidente vinculado con esa desmesura.
El caso es hoy un
ejemplo clásico en los cursos de bioética, porque detrás de esa
figura pintoresca hubo uno o varios profesionales que aceptaron
realizar las operaciones que llevaron a Sabrina a la fama y al riesgo
de muerte. Se trataba, sin duda, de un consentimiento informado: la
chica sabía los riesgos que estaba corriendo. Pero, ¿eso exime al
profesional de toda responsabilidad? ¿Se puede hacer cualquier cosa,
si es lo que el cliente pide? Creo que es el momento en que los
profesionales de la construcción deberían formularse la misma
pregunta.
En los videos de
los desastres ocurridos cada vez que tenemos una inundación, el
público vio el drama humano. Pero las personas con alguna formación
profesional también pudieron reconocer cuándo veían bajo el agua
obras hechas por autoconstrucción y cuándo se trataba de obras
realizadas por profesionales.
Repasemos: en
muchos sitios de Internet (especialmente Youtube) tenemos
innumerables videos que muestran muchas facetas de una Buenos Aires
bajo el agua. Sugiero una mirada de ese entorno, más allá de los
niños cruzando la calle en los botes de Prefectura o las personas
con el agua a la cintura y agarradas a una cuerda en la avenida
Cabildo.
Está claro que
no estamos ante los cerros de Caracas ni ante las favelas de Río de
Janeiro sino ante obras de diseño, muchas de ellas de calidad y
excelencia profesional. Algunas hechas por estudios muy prestigiosos
y vendidas por grandes inmobiliarias.
Un caso
interesante es el de una vivienda lujosa de Belgrano, cuyo living en
desnivel mereció un artículo en una revista profesional. Durante
mucho tiempo la visitaron con sus alumnos varias Cátedras de Diseño
de las Universidades porteñas. Sólo que cuando llovía, el
propietario solía avisarle a los docentes: -No vengan. Esta vez
también se me inundó.
También está
claro que el mundo no se agota en el tablero o en la pantalla de la
computadora, sino que el profesional tiene que tener un conocimiento,
aunque fuera elemental, del sitio en el que implanta su obra. Y esto
nos lleva a una doble discusión, que es necesario dar en el ámbito
profesional:
Por una parte,
¿cómo construir, qué recaudos tomar al trabajar en sitios con
riesgo de inundación? Hasta ahora, lo que más parece haberse tenido
en cuenta es la preocupación del cliente de que no se notara que
estaba en un sitio inundable para evitar la desvalorización de su
propiedad. Hemos escuchado antes de ahora declaraciones convincentes
sobre cómo construir sin problemas varios pisos de estacionamientos
subterráneos junto a los arroyos entubados. Bastaba con ponerles
algunas bombas eléctricas, sin preguntarse qué ocurre con la
electricidad durante una inundación.
En una sociedad
que ha negado el problema del descenso de las ciudades sobre las
planicies de inundación de ríos y arroyos, los profesionales no
pueden seguir sumándose a esa ceguera interesada. Se requieren
respuestas que surjan de cursos, reuniones, congresos, simposios, en
los que se de el debate técnico en términos de materiales y
criterios de diseño. Las respuestas superficiales han dado el mismo
resultado que la negación de los problemas.
Recomiendo para
las noches de insomnio, la lectura atenta del Código de Edificación
de la Ciudad de Buenos Aires. Ese ladrillo insoportable tiene una
única mención a cómo construir en sitios inundables: no hay que
poner los medidores de electricidad en los sitios en los que los
puede alcanzar el agua. Punto. Nada más.
Un ejemplo
sugestivo de cómo el negocio inmobiliario ha permeado la cultura se
encuentra en la costa del río Luján, partido de Tigre, en la
provincia de Buenos Aires. El Luján está sujeto al mismo régimen
que el resto de los cursos de agua que integran el Delta del Paraná.
Es decir, que crece simultáneamente con el conjunto. Ante una
inundación, es sugestivo analizar las consecuencias sobre ambas
márgenes del río Luján.
En la margen
derecha (es decir, derecha cuando se mira hacia la desembocadura) se
encuentra la población de Rincón de Milberg. Está ubicada en lo
que podríamos llamar la tierra firme, por oposición a las islas del
Delta. Es un barrio en cuyo sector costero predominan sectores de
menores recursos, asentados sobre terrenos bajos.
En dicha zona,
las crecidas representan una catástrofe de magnitud. En cada una de
ellas, se producen cortes de rutas, evacuación masiva de familias,
asistencia social, destrucción de propiedades y frecuentes muertes
de pobladores arrastrados por la corriente o víctimas de accidentes
varios, de los cuales los más frecuentes son por electrocución. A
menudo, la situación es mucho más desastrosa aún de cómo la
pintan los medios de comunicación masiva. Por ejemplo, es habitual
que los pobladores mencionen un mayor número de víctimas de las que
se difunden públicamente.
Pero si cruzamos
el río Luján y nos ubicamos sobre las islas, a apenas 100 metros de
Rincón de Milberg, el impacto socioambiental de las inundaciones es
mucho menor. Lo que en una margen del río es una catástrofe, en la
orilla de enfrente es apenas una molestia.
Esto tiene que
ver con un complejo de factores culturales y arquitectónicos, que
expresan la peculiar relación con la naturaleza de cada uno de los
grupos humanos involucrados. El diseño de la vivienda es, apenas, un
reflejo más de la actitud de estos grupos en su relación con el
río. Las viviendas de Rincón de Milberg no difieren en nada de las
de otros lugares del Área Metropolitana de Buenos Aires. Pero las
viviendas de las islas se encuentran elevadas sobre palafitos (es
decir, soportes de madera), en una adaptación elemental a las
condiciones naturales. Esta adaptación está en continuo cambio:
ante la gran inundación de 1958, que superó los niveles habituales
de los palafitos, se respondió con una elevación generalizada de
esos niveles.
Ante la
creciente, los de tierra firme (que ya han sido colonizados por las
pautas dominantes) huyen de sus casas, se refugian en albergues
improvisados, pierden reiteradamente sus bienes, arriesgan una y otra
vez sus vidas. Sus vecinos, en la otra margen del mismo río,
simplemente esperan que baje el agua, mientras toman ciertas
precauciones elementales para minimizar los efectos de la creciente y
proteger sus bienes. Uno de los pobladores me lo expresó
gráficamente, diciendo: "Cuando viene el agua, se suben las
gallinas para que no se ahoguen y se afloja la soga del bote para que
no se hunda". Simple sentido común de los sectores populares
que conocen su hábitat.
Necesitamos de un
reclamo social para incorporar esta mirada popular a la normativa
urbana. Por lo menos:
- Delimitación
de las áreas con riesgo de inundación en los Códigos de
Planeamiento Urbano de todas las ciudades del país. Establecer
fuertes restricciones a los que puede hacerse en dichas áreas. Una
referencia interesante es el Código de Planeamiento de la ciudad de
Resistencia que prohíbe construir nuevas viviendas en cualquier
sitios que se haya inundado por lo menos una vez en el último siglo.
- Incorporación
de normas constructivas específicas para las áreas con algún nivel
de riesgo.
- En la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, calificar a dichas áreas como de riesgo
ambiental y establecer una normativa particular para las evaluaciones
de impacto ambiental.
Y además, todas
las profesiones tienen que discutir y actualizar su código de ética,
de acuerdo con la evolución de la problemática que tienen que
atender. El juramento hipocrático comienza diciendo: “primero, no
dañar”. ¿Cuál es su equivalente en términos de las actividades
constructivas? ¿Respetar cuidadosamente códigos aunque no tengan en
cuenta las áreas de riesgo de inundación? ¿O utilizar para algo el
conocimiento que tenemos disponible? Si construimos en Mendoza o en
San Juan, ¿necesitamos que el Código nos diga “haga una obra
antisísmica”? ¿O lo haríamos aunque el Código no lo dijera?
¿Nos atreveremos a preguntarnos cuántos de los muertos se debieron
a construcciones inadecuadas para el sitio en que están implantadas?
¿En cuántas Facultades se enseña a tener esto en cuenta?
Me gustaría que
en algún momento los colegios profesionales de arquitectura
comenzaran a considerar como mala praxis el construir en un área de
riesgo de inundación, sin tener en cuenta la existencia de ese
riesgo.
Antonio Elio Brailovsky es
escritor, licenciado en economía política y profesor titular de la
UBA. Es autor de Esta nuestra única Tierra. Introducción a la
Ecología y medioambiente, Memoria verde: historia ecológica de la
Argentina, e Introducción al estudio de los recursos naturales,
entre otros trabajos. Nota del autor: "Hace un tiempo, después
de una de las inundaciones recurrentes, la revista Vivienda me pidió
una nota sobre el tema. Nunca quisieron publicarla, tal vez porque
incomodaba a determinados intereses. Esta es una versión
actualizada".
Fuente:
Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, Construir en zonas inundables, 22/10/16, La Izquierda Diario.
La obra de arte que acompaña a esta nota es "Inundación en el barrio de Juanito" de Antonio Berni.
No hay comentarios:
Publicar un comentario