El sector
agrícola del país andino prevé pérdidas por la mayor escasez de
lluvias en 25 años.
por Óscar Granados
Los pronósticos
fallaron. Las precipitaciones que se esperaban en el campo boliviano
no han cumplido las expectativas desde principios de año. Una
intensa sequía, la más grave en los últimos 25 años, está
golpeando a la nación sudamericana: cerca de 135.000 familias, más
de 207.000 hectáreas de diversos cultivos y 277.000 cabezas de
ganado están en riesgo. "¡Quien sepa cuándo llegarán las
lluvias está haciendo de brujo!", dice con ironía Julio Roda,
presidente de la Cámara Agropecuaria de Oriente (CAO), la zona más
afectada.
Se calcula que
las pérdidas en el este boliviano, donde se cosecha el 70 % de los
alimentos que se consumen (y se exportan) en el país, ascenderán a
más de 500 millones de dólares. El fenómeno de El Niño y el
cambio climático han asestado un fuerte golpe a la nación andina,
dice Crispim Moreira, representante de la FAO. Ni siquiera los
repentinos chubascos que se han dado durante el último fin de semana
de agosto han servido para avivar las esperanzas del sector. "Ahora
mismo están en riesgo más de 133.000 empleos en la zona oriente",
destaca Roda por teléfono. Los sistemas de riego en el territorio
son escasos, pues solo llegan al 1,7 % de todas las hectáreas que se
cultivan (más de un millón), según las estadísticas del Censo
Agropecuario boliviano.
Las lluvias en
todo el país se han reducido más de un 40 % en lo que va del año,
de acuerdo con el Servicio de Meteorología e Hidrología boliviano.
Durante los inviernos pasados, en el oriente de la nación andina
(sobre todo, los departamentos de Beni, Pando y Santa Cruz) se
registraban precipitaciones en torno a los 500 litros de agua por
metro cuadrado, según las cifras oficiales. Dicha cantidad llegaba a
satisfacer las necesidades agropecuarias, dice Roda. Incluso se
lograron récords como el de 2014, cuando la producción agrícola de
estos departamentos llegó a los 15 millones de toneladas.
Este año, sin
embargo, las precipitaciones apenas han rozado los 90 litros por
metro cuadrado. La situación es de total emergencia para Reynaldo
Díaz, presidente de la Asociación Nacional de Productores de
Oleaginosas y Trigo (Anapo). Esta organización, que representa a
unos 14.000 productores del departamento de Santa Cruz, ha estimado
pérdidas por 21,3 millones de dólares durante esta campaña. El
monto podría considerarse minúsculo, pero "el 80 % de los
agricultores son pequeños y sus ingresos dependen completamente del
campo", argumenta el líder gremial. Las hectáreas de los
cultivos más afectados son las de trigo, girasol, maíz y sorgo.
Para este año,
la producción de los integrantes de la Anapo bajará drásticamente,
abunda Díaz. "Si en épocas normales producíamos más de un
millón de toneladas de alimentos, ahora solo llegaremos a un 50 %",
agrega. La sequía ya dejó su impronta en 2015, cuando los
agricultores de la zona oriente tuvieron una bajada de casi el 10 % en
la producción, hasta llegar a los 12,9 millones de toneladas. La CAO
cree que el resultado fue un efecto combinado: menos hectáreas
cultivadas -debido a la sobreoferta y precios bajos de los granos-
y una disminución de los rendimientos por hectárea, fenómeno
ligado al cambio climático.
Deuda campesina
La falta de agua
en el motor agrícola del país ha dejado una estela de deudas.
Los campesinos del oriente boliviano enfrentan compromisos
financieros por más de 400 millones de dólares con las casas
proveedoras de semillas y maquinaria, de acuerdo con cifras de la
CAO. "Los agricultores se dirigen a estos sitios que financian
la campaña. Se les da materia prima, agroquímicos, fertilizantes",
explica Díaz. Sin embargo, el rendimiento por hectárea se ha
reducido a la mitad y no se pueden enfrentar a las liquidaciones,
subraya Roda.
Para paliar la
sangría, el Gobierno de Evo Morales aprobó, a principios de agosto,
una docena de decretos a favor del sector que van desde la compra de
maíz por parte de la Administración a un precio por encima del de
mercado hasta la reprogramación de créditos bancarios. Los
agricultores, sin embargo, han mostrado cierta desazón ante esta
última medida. "El auxilio es insuficiente", reclama Roda.
"El 97 % de la mora agrícola está en las casas de insumos
[proveedores de equipamiento y material], solo el 3 % está en los
bancos", destaca Díaz.
La sequía y las
deudas podrían poner en riesgo la campaña agrícola de verano
(austral), la más importante de todo el año, coinciden los líderes
sindicales. De ser así, el impacto en el empleo y en la economía en
general podría ser devastador, resalta Roda. La actividad
agropecuaria en Bolivia representa el 15 % del PIB, según datos del
Banco Mundial. Además, dicho sector aglutina la mayor proporción de
la población ocupada en el ámbito nacional, pues genera el 34,6 %
del empleo, según datos del Gobierno. La Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (Cepal) ha vaticinado que el impacto en
los cambios de temperatura y precipitación en Bolivia -donde se
espera un repunte del PIB del 4,5 %, el más alto en la región-
causaría una reducción media del 20 % de los ingresos rurales. El
departamento de Potosí, el más pobre del país, será el más
afectado.
A pesar de la
mala racha y las bajas que se esperan en la producción, el
abastecimiento de alimentos está garantizado, aseguran desde el
Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras. La afirmación se
fundamenta en los 12 decretos que ha aprobado La Paz, en los que
también se incluye la eliminación del gravamen de importación para
la compra de maquinaria, fertilizantes, semillas y otros artículos
relacionados con el campo, por el lapso de cinco años.
Además, el
abasto se asegura, según el Gobierno, con las reservas de productos
agrícolas que tiene el país: 150.000 toneladas de los principales
granos (trigo, maíz y arroz). Dicha cantidad, sin embargo, apenas
cubriría un 30 % de la demanda interna de estos cereales, de acuerdo
con los datos de la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos
(Emapa).
¿Por qué el
Gobierno aún no declara una emergencia nacional?, se pregunta a
Crispim Moreira, de la FAO. La respuesta que ofrece el experto vuelve
a ser un presagio: "Porque está esperando que en lo que queda
de septiembre u octubre lleguen las lluvias".
Fuente:
Óscar Granados, Una sequía histórica azota Bolivia, 17/09/16, El País. Consultado 20/09/16.
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