Dialogamos con
Guillermo Folguera sobre la relación entre ciencia, tecnología y
problemáticas socioambientales.
por Santiago Benítez
Ayer viernes se
llevó a cabo en el Pabellón Venezuela de Ciudad Universitaria,
organizada por ATE CONICET - Córdoba, una charla debate junto a
Guillermo Folguera, sobre rupturas y continuidades de la política
científica-tecnológica en Argentina. Guillermo es miembro del Grupo
de Reflexión Rural y del Grupo de Filosofía de la Biología. Desde
La Izquierda Diario dialogamos sobre el rol del científico en la
sociedad y la articulación de diferentes actores en las luchas
socioambientales.
LID: Una pregunta
como disparador: ¿Por qué Lino Barañao sigue siendo ministro?
GF: Recuerdo
cuando a Lino Barañao lo nombran ministro de ciencia y tecnología,
muchas de las cosas que nos llegaban a los oídos cuestionaban hasta
qué punto la "elección" de Cristina había sido una
verdadera elección, o más bien había sido una determinación de
ciertos grupos. Esto no quita que la política después desarrollada
por el kirchnerismo no haya sido funcional y absolutamente en
sintonía con Barañao. Pero muchos percibimos o tuvimos algún tipo
de información de que Barañao era una persona nombrada por ciertos
grupos de poder. Y en este sentido te doy vuelta la pregunta: ¿Hasta
qué punto Barañao estuvo en juego en las últimas elecciones
nacionales? Inclusive involucra a Massa en la fórmula, entre los
tres, ¿corría peligro Lino Barañao de no ser ministro de ciencia y
tecnología? En Argentina, muchas veces se presenta que no hay
políticas de estado. Pero en el caso de ciencia y tecnología, el
modo en el cual se desarrollan determinadas políticas no está en
juego.
LID: En tu charla
mostraste que el discurso científico actúa como una validación de
las necesidades del mercado. ¿Hasta qué punto eso es
responsabilidad de los científicos y hasta qué punto no tienen
elección?
GF: En primer
lugar diría algo más fuerte, no sólo actúa en términos de
validación, sino que actúan como verdaderos actores que están
aumentando la eficiencia de ciertas estrategias del mercado y de
cierta estructura, por ejemplo extractivista. Respecto a las
alternativas, salvo algunas situaciones muy puntuales, yo quiero
creer que los científicos tenemos la obligación ética y política
de evaluar críticamente nuestra tarea.
Ahora, el modo en
el cual se integra la práctica habitual del científico y las
prácticas del mercado es un tema que hay que discutir en Argentina,
porque tampoco es cierto que toda práctica científica está
conduciendo al desarrollo del mercado. Este es un punto muy
importante que muestra además la complejidad que tiene la estructura
académica. CONICET tiene una parte muy importante de investigaciones
que uno podría señalar que están fuera de contexto, que son ajenas
a los intereses de los pueblos, que no reconocen las luchas sociales,
etcétera. No por eso estrictamente son funcionales a un mercado sino
que, en general, parecen reproducir el imaginario de una ciencia
neutra.
En nuestras
instituciones, y el CONICET es un ejemplo muy claro, conviven dos
modos diferentes de hacer ciencia: una ciencia que se presenta a sí
misma como neutra y una ciencia de carácter empresarial. Eso que a
nosotros nos parece insatisfactorio, en la percepción de, por
ejemplo, Lino Barañao, también resulta insatisfactorio. Porque la
comunidad científica argentina no se ajusta a las característica
de, por ejemplo, la comunidad científica norteamericana.
LID: Estamos en
una charla que organizó ATE CONICET. Sin embargo, es histórico lo
compleja que ha sido la lucha por una representación sindical de los
científicos y, más aún, en que los científicos se reconozcan como
trabajadores. ¿Cómo podemos lidiar con este problema?
GF: Ese es otro
de los grandes temas. Se relaciona con la pregunta anterior donde el
científico deja de ser trabajador porque todavía sueña con ese
lugar del científico neutro. Ése es un punto muy importante.
Tenemos que hacer el gran trabajo de integrar la política en torno a
lo científico-tecnológico con las luchas sindicales, ése es uno de
los ejes en juego.
Cómo hacer para
que los científicos tomemos conciencia de nuestro carácter de
trabajadores va a llevar mucho tiempo y muchos esfuerzos. Yo tengo
confianza de que algunas cuestiones pueden cambiar. Los responsables
son sucesivos gobiernos, que han desarmado de manera paulatina la
conciencia proletaria. Y a su vez, una herencia epistemológica que
ha marcado a la dinámica científica, de fuerte carácter
positivista, que ha generado esta ausencia en el imaginario de que
toda persona trabaja y habla desde un lugar determinado.
LID: Tu charla
estuvo muy centrada en los problemas del ambiente y el extractivismo.
Institutos y estructuras científicas completas fueron volcadas a
favorecer el modelo agroexportador y la megaminería. Hay un diálogo
muy complejo en las luchas ambientales, no sólo entre científicos y
comunidades, sino entre los diversos sectores que se involucran en
estas luchas. ¿Cómo pensás que puede lograrse una articulación?
GF: Es un muy
buen punto. A varios años de empezada la resistencia y las luchas en
temas ambientales nos debemos una discusión en ese sentido y un
rearme de objetivos y de estrategias. Yo creo que los objetivos
tienen que ampliarse y profundizarse y en ese sentido poder
incorporar objetivos últimos que muestren que muchas de las luchas
que se están llevando a cabo no son más que objetivos provisorios
de una lucha a mayor alcance. Y respecto a las estrategias a revisar,
yo creo que la falta de diálogo, la falta de articulación, la falta
de reticulado respecto a organizaciones, ha sido de gran magnitud y
un causal notable.
La forma en que
creo eso debe rearmarse es con la consideración de ciertos objetivos
y con articulaciones claras y con la sensación, que planteo en un
plano personal, que las luchas son múltiples y deben darse en
diferentes planos y debemos entender el modo en que esos planos están
siendo atacados.
LID: Para
terminar: ¿algo más que quieras decirle a los lectores de La
Izquierda Diario?
GF: Creo que es
un desafío. Todos los que hemos militado en cierta búsqueda,
llamemos de izquierda, guardamos una necesidad de empezar a discutir
en serio una política científica tecnológica. Creo que es una de
las deudas que tenemos. Posiblemente desde la coyuntura lo hemos
relegado, hemos considerado que no es importante, pero se ha vuelto
fundamental. No sólo por ser un aspecto significativo de la realidad
cotidiana, sino porque de hecho se ha vuelto una parte fundamental de
la lógica sistémica que estamos cuestionando desde otros lugares.
Entonces, creo que es parte de una labor colectiva y un desafío
visibilizar y tratar de incluir las voces que consideramos oportuno
que deban ser oídas.
Fuente:
Santiago Benítez, Rupturas y continuidades en la política científica, 06/08/16, La Izquierda Diario. Consultado 06/08/16.
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