Apasionado por los árboles, desde 1977 germina y planta ejemplares en 22 hectáreas sobre el río Santa Catalina. Ese verdadero santuario forestal dio lugar al arboreto La Tormentosa. Hay más de mil especies de todo el mundo.
por Virginia
Digón
Al caminar con
Luis Laurino por los “senderos de percepción”, como él les
llama a los caminos que se abren en medio de sus 22 hectáreas con
más de mil especies de árboles de todo el mundo, se aprende igual o
más de plantas que leyendo libros, revistas y manuales de botánica.
La conexión que
tiene con los árboles que plantó uno a uno contagia su respeto por
la naturaleza y por cada ser vivo de este oasis ubicado a 80
kilómetros al norte de Córdoba capital, a orillas del río Santa
Catalina.
Luis, a sus 78
años, ha plantado “unos cuantos miles” de árboles de cientos de
especies diferentes. Los conoce mejor que cualquiera en Córdoba y
quizás en el país. Nadie mejor que él para hablar de árboles un
día antes del Día del Árbol.
Biólogos,
paisajistas, agrónomos y estudiantes de jardinería visitan cada año
La Tormentosa para estudiar especies de lugares remotos, y también
autóctonas.
Él siempre
aclara que no tiene una reserva natural, sino un “arboreto”.
“Esto es mi locura, mi
hobby ”, dice mientras recorremos el
lugar y los pájaros revolotean entre las ramas.
Los comienzos
Hace 40 años,
cuando Luis era docente de Educación Física en el Helen Keller,
viajaba por el mundo dando cursos para la Unesco de su orientación
para ciegos. De cada lugar se traía semillas, por un interés que lo
movilizaba desde chico, que era aprender y ver crecer a estas
plantitas.
Su desafío era
poder hacerlas vivir en su casa, y con paciencia y estudio lo fue
logrando. Un día, luego de ir años y años a vacacionar con su
familia a un campo que adoraba, decidió pedirle al dueño que se lo
vendiera.
“Era caro, pero
vendí todo y lo compré. Había sido amor a primera vista”,
recuerda. Así fue como, junto a su mujer y el apoyo de sus hijos,
comenzó a limpiar el terreno y a plantar los árboles que germinaba
en su casa de Córdoba.
“Esta es una
zona del Chaco seco, la mayoría de los árboles se te seca acá,
entonces aprendí que debía aclimatar y rusificar especies”,
explica. Esos dos procesos consisten en buscar ejemplares que estén
en zonas donde hayan sufrido fríos, heladas, los árboles madre
cuyos hijos se puedan adaptar más a esas carencias.
Así fue como
llegó a tener ejemplares como el Kiri, que dicen será el árbol que
salvará al mundo por su rápida adaptación. Tiene especies de Asia,
África, Europa y de toda América.
Luis asegura que
una característica importante de Córdoba es que acá culminan todas
las corrientes florísticas, la pampásica, la del oeste y las
yungas. Eso lo ayuda en su trabajo.
“De las
semillas que planto sólo el 10 por ciento germina y, de esos, regalo
la mayor parte a amigos y yo me quedo con el resto”, dice ante la
mirada atónita de quien le pregunta.
Con la misma
paciencia que planta cada ejemplar, Luis explica las características
y las historias de cada uno de los árboles y cuál es el secreto
para que prosperen en ese suelo serrano.
“Primero tuve
que poner árboles de protección y después comencé a hacer los de
colección, para que los árboles grandes protejan a los más
chicos”, dice y agrega: “La clave es ponerlos en distintos
lugares, porque a veces, a 100 metros de distancia, un árbol se
hiela y al otro no le pasa nada”.
Sin riego ni
fumigaciones caseras ni químicas, Luis e Isabel mantienen el oasis a
puro conocimiento y dedicación. “Acá no tenemos mucha agua, así
que cuando lo planto va un besito en la frente y nada más”, dice,
mientras ríe y aclara: “Y si se embicha, rezo un Padrenuestro y
listo”. “Acá teníamos una acequia que llegaba del río, pero
con la crecida de febrero de 2015 el río cambió su cauce y la
acequia se secó”, cuenta.
La gran
inundación que afectó a gran parte del territorio provincial
también hizo estragos en este campo. Tenían también una represa
con la que podían sacar agua para regar y se secó.
“Además,
el río me llevó un alambrado y unas 30 vacas de vecinos entraron y
me comieron muchísimas plantas”, cuenta angustiado.
“Es una lástima
porque nadie se hizo responsable de que los animales estuvieran acá.
Si uno mata a una vaca puede ir preso, pero si daña árboles, no
pasa nada. Las leyes están hechas por los ganaderos”, reflexiona.
El motor de su pasión por los árboles es la energía que le
brindan. “Me dan ternura”, concluye.
Un arboreto con
todas las letras
Dónde está. La
Tormentosa está en el paraje San Lorenzo, 85 km al norte de la
ciudad de Córdoba. Cuenta con 22 hectáreas ubicadas sobre la margen
norte del río Santa Catalina, en el departamento Totoral.
No está abierto
al público. Se pueden concertar visitas en
arboretolatormentosa@hotmail.com
Para ver más.
http://arboretolatormentosa.blogspot.com.ar
“Cuando hablo
de árboles, ya no uso la palabra autóctono”
Laurino dice que
los árboles no son “de” un lugar, sino “en” un lugar. Pide
que se deje de discutir qué plantar y se empiece a multiplicar las
áreas forestales de Córdoba.
- ¿Qué le
atrae más de los árboles?
- Me gusta mucho
la etnobotánica, lo que el hombre siempre pensó del árbol. Trato
de aprender las historias de los árboles y de lo que los antiguos
pensaban del árbol, cómo se comunicaban con él, porque antes había
mucho más respeto. Los casamientos se hacían debajo de los árboles,
y las reuniones del pueblo para resolver los problemas en Europa
también.
- También lo
que el hombre hizo con el árbol...
- Claro, por
ejemplo, el laurel, que era usado en el Oráculo de Delfos por las
sacerdotisas. Ellas quemaban las hojas de laurel y aspiraban el humo,
que es alucinógeno. Luego de eso, contestaban a los que iban a
pedirles consejos, y a esa altura estaban bastante desinhibidas. De
acuerdo con cada lugar y el uso que le daban, también iban cambiando
los nombres de esos árboles. Por ejemplo, el Sotacaballo ( Luehea
divaricata Mart ) también se llama Francisco Álvarez y nadie sabe
quién fue. Además su nombre en guaraní es Ibatinguí, que quiere
decir algo parecido a un rebenque, porque las ramas de este árbol
son flexibles y servían para pegarle a la cabalgadura.
- ¿Qué opina
de la clasificación de los árboles autóctonos y exóticos?
- Yo no uso más
la palabra autóctono. Prefiero referirme, como lo hace un autor
español, a árboles “en” tal lugar y no a árboles “de” tal
lugar. El término es muy ambiguo porque si consideramos un ejemplar
autóctono, nos tenemos que preguntar ¿autóctono desde cuándo?
Porque acá antes de que se formara la cordillera de los Andes había
una vegetación y luego los árboles empezaron a migrar a Brasil y
algunos se quedaron, como el tala. Algunos dicen: “Antes de la
llegada de los españoles todo lo que estaba acá era autóctono”,
y yo no creo que sea una definición muy científica. Es algo
controvertido.
- Luego de la
gran inundación de 2015, los expertos coinciden en que es necesario
reforestar el suelo cordobés donde se ha talado el 90 por ciento del
bosque nativo y en la importancia de plantar árboles autóctonos.
¿Cuál es su opinión?
- Le puedo dar
muchos puntos de vista de acuerdo con distintos autores. Algunos
dicen “ya no hay tiempo” porque hace años que se están peleando
para ver qué tipo de árboles plantan y al final no ponen ninguno.
Hay muchos países donde ya han adoptado una clara decisión frente a
estos problemas, acá seguimos discutiendo. Lo que se deforestó ya
está, si se plantó pinos en Calamuchita y ahora complican los
incendios, bueno, ya está, no los vamos a sacar a todos. El gran
error es reducir cuando lo necesario es multiplicar la cantidad de
hectáreas de reservas naturales, como para salvar algo. Las estamos
achicando cada vez más haciendo casas, construcciones. Tiene que
haber una clara política de Estado frente a esto.
- ¿Qué le dice
a la gente que le pide consejos sobre qué tipo de árboles plantar
en su casa?
- Lo principal
es que cada uno busque el árbol que quiere tener cerca, que lo
conozca y estudie. Es importante que les transmita algo, que logren
algún tipo de vínculo con esa planta. Luego mucho depende de la
circunstancia y de con qué se va a encontrar el árbol. Si está mal
plantado puede traer problemas, pero, si no, es muy difícil que
funcione mal.
Ver más: Cuatro especies de árboles entre centenares
Ver más: Cuatro especies de árboles entre centenares
Fuentes:
Virginia Digón, Luis Laurino, creador de un oasis, 28/08/16, La Voz del Interior.
“Cuando hablo de árboles, ya no uso la palabra autóctono”, 28/08/16, La Voz del Interior.
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