sábado, 22 de agosto de 2015

Inundaciones: los millones que se llevó el agua

Obras que no se hicieron, Estado ausente y la evidencia del cambio climático en inundaciones cada vez más persistentes dejan al descubierto falta de previsión ante un fenómeno que históricamente afecta a la zona más poblada y productiva del país. Pérdidas humanas y casi un punto del PBI contrastan con los millones de la propaganda oficial y el FPT.

por Gabriela Ensinck

Imprevisión, falta de control del Estado, cambio climático global y lluvias persistentes durante la primer semana de agosto dejaron como saldo una cifra preliminar de cinco muertos, más de 4.000 evacuados y millonarias pérdidas materiales, principalmente en la provincia de Buenos Aires y sur de Santa Fe.

Lejos de ser una fatalidad impredecible, el aumento de las precipitaciones es un fenómeno comprobado desde la década del 60 y documentado en numerosos trabajos científicos. El infrorme "Riesgo Territorial" del Programa Nacional de Prevención de Desastres, desarrollado por el Ministerio de Planificación con el apoyo del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), especifica que en la región pampeana, "la principal amenaza de desastres corresponde a anegamientos e inundaciones por desbordes fluviales y lluvias".

Los fenómenos hidrometeorológicos fueron -según este documento- la causa del 76 % de los eventos registrados en la provincia de Buenos Aires entre 1970 y 2004, de los cuales el 46 % correspondieron a inundaciones. Las pérdidas causadas a la Provincia en ese mismo lapso sumaron u$s 704,8 millones, una cifra muy superior a lo que se hubiera invertido en obras para evitar o mitigar los desastres.

El mismo trabajo destaca que "la peligrosidad de las inundaciones se amplifica por el diseño de la red vial, frecuentemente dispuesta en forma transversal a la dirección de escurrimiento de aguas y sin prever las obras de drenaje correspondientes. La construcción de canales clandestinos sin un criterio integral de manejo hídrico, potencia los impactos del anegamiento".

En la provincia de Santa Fe, segunda economía del país detrás de la bonaerense, las inundaciones son la principal causa de desastres y evacuaciones (87 %), con su correlato en "procesos de degradación del suelo, desertificación, pérdida de productividad y contaminación de cursos fluviales".

Según el Banco Mundial, las inundaciones costaron al país u$s 3.400 millones en 2012, un 0,7 % de su PBI. Se trata del "mayor riesgo climático, y un obstáculo importante para su desarrollo, dado que afectan primordialmente a la pampa húmeda, la zona más productiva". Según el organismo de crédito, la Argentina está en el puesto número 15 de un ránking de países más afectados por las inundaciones.

Políticas que hacen agua
Con los datos en la mano, parece increíble que la provincia de Buenos Aires -fuertemente afectada por las inundaciones de 2013 en su capital, La Plata, y de 2014 en Luján y San Antonio de Areco- haya ejecutado sólo el 38 % de los $ 208 millones del programa "Control de Inundaciones" y el 63% de los $ 186 millones presupuestados para "Saneamiento Hídrico", que en valores absolutos es menor a lo gastado en 2009, según un análisis de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP) sobre datos de la Contaduría General de la Provincia.

Buenos Aires es la provincia que -en porcentaje de su presupuesto- menos invierte en obra pública (6 % del gasto total), y es ésta la contracara del superávit fiscal y las cuentas ordenadas que exhibe la gestión de Daniel Scioli. Por otra parte, el gasto nacional para "Planificación y Política Ambiental" fue de $ 471 millones en 2014; la mitad de lo erogado en Publicidad y Actos de Gobierno ($ 951 millones, que para 2015 ya son $ 1.814 millones) y tres veces menos que lo invertido en el programa Fútbol para Todos ($ 1.410 millones el año pasado).

El Ente de Obras Hídricas y Saneamiento (ENOHSA), encargado de las obras de prevención de inundaciones a nivel nacional, contó con un presupuesto de $ 3.717 millones en 2014, algo menos de lo que se pagó por subsidios a Aerolíneas Argentinas ($ 4.616 millones). En tanto, el Fondo Fiduciario de Infraestructura Hídrica, creado en 2001 a partir de un porcentaje del impuesto a las naftas y GNC transfirió más de $ 10.500 millones a provincias y municipios. Los fondos están destinados exclusivamente a obras de prevención y mitigación de inundaciones, aunque denuncias de legisladores de la oposición señalan que parte de ellos se usaron en la preparación del stand de este organismo en la feria Tecnópolis.

A pesar de las considerables sumas invertidas en planes y obras, gran parte de la pampa húmeda sigue (y seguirá) inundándose, con pérdidas económicas y sociales cada vez mayores. El informe "Modelos Climáticos" realizado por el Centro de Estudios del Mar y la Atmósfera para la Secretaría de Ambiente, destaca que para el período 2015-2039 "se observarán precipitaciones más intensas y frecuentes, junto con olas de calor y temperaturas extremas en la zona central del país".

Según el informe Stern sobre "la nueva Economía del Cambio Climático", en el período que va de 1990 a 2010, el costo global de los desastres climáticos fue de u$s 2,35 billones, mientras que la asistencia para la Reducción del Riesgo de Desastre fue de u$s 14.000 millones. A nivel local, un informe del Banco Mundial, destaca que la Argentina invirtió desde 1992 cerca de u$s 1.000 millones en Obras de Infraestructura en la Cuenca del Paraná y evitó la pérdida de u$s 1.500 millones por daños.

Sobre llovido, mojado
La primer semana de agosto de 2015 llovieron 240 milímetros en la región Centro y Norte de la provincia de Buenos Aires y Sur de Santa Fe. Más que el promedio de todo el mes para la región. "Esta precipitación persistente y copiosa afectó mayormente a zonas rurales, puesto que los caudales de los ríos ya estaban altos", explica el ingeniero Pablo Romanazzi, del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería de La Plata.

Hace dos años, el 2 de abril de 2013 llovieron 390 milímetros en seis horas, concentrados en las zonas urbanas de La Plata y ciudad de Buenos Aires. "Ninguna obra hidráulica podría detener la inundación en estos casos. Lo que sí se puede hacer es adaptar la estructura urbana para que el agua escurra más rápido. Y no son obras que se hagan en una gestión, pueden llevar hasta 20 años", advierte Romanazzi.

Sin embargo, a dos años de esta trágica inundación que se cobró 89 vidas, "muchas obras fundamentales, como la construcción de desagües y canales aliviadores para mejorar el escurrimiento pluvial en la ciudad de La Plata, están demoradas y sólo se ejecutó un 25 % del proyecto, que debería concluirse en 2016".

Pero otras acciones menos costosas e igualmente importantes, tampoco se han concretado, como el desarrollo de un plan de alerta temprana de evacuación y señalización, para que no haya riesgo de vida cuando las personas quedan atrapadas en sus casas o salen desesperadas a cruzar las correntadas.

"Habíamos propuesto en 2012 desde la dirección de Hidráulica hacer un monitoreo de toda la cuenca del Arroyo del Medio, que une a Buenos Aires con Santa Fe, para capturar datos y hacer modelación matemática que anticipe dónde y en qué niveles se iba a inundar. Era un presupuesto de $ 4 millones para cinco años de trabajo. El expediente circuló por tres organismos provinciales y nunca se aprobó", dice Romanazzi con la impotencia del médico que conoce el remedio para la enfermedad, pero nadie pone el dinero para comprarlo.

Algunas soluciones son muy accesibles, pero tampoco se han puesto en marcha. El año pasado, cinco estudiantes del colegio Mano Amiga de Pilar desarrollaron una alarma de evacuación que anuncia la crecida del Río Luján. Por su trabajo recibieron un premio de la compañía Samsung Electronics. Pero ningún funcionario del municipio los convocó para implementarlo entre sus vecinos.

Con el agua al cuello
Si bien el Cambio Climático es una de las causas centrales en la recurrencia de las inundaciones, decisiones erróneas (o la falta de ellas) agravan la situación. "Estamos transitando un ciclo húmedo -dice la geógrafa Patricia Pintos, del Centro de Investigaciones Geográficas de la Universidad de La Plata-, pero esto se ve potenciado por el crecimiento de emprendimientos inmobiliarios en la zona del Delta y los humedales, y por la construcción de canales de irrigación que abren los productores para salvar sus cosechas".

Son estos canales clandestinos y no el método de "siembra directa" los factores que pusieron en la mira a los productores sojeros. Ante una acusación del jefe de Gabinete y candidato a gobernador bonaerense Aníbal Fernández, la Asociación de Productores en Siembra Directa (Aapresid) emitió un comunicado explicando que "este método ayuda a evitar inundaciones, ya que no remueve el suelo y lo mantiene cubierto con residuos de la cosecha anterior, con lo que amortigua la caída de agua y mejora su absorción".

Pintos, autora del libro La privatropía sacrílega. Efectos del urbanismo privado en la cuenca baja del Río Luján, destaca que desde fines de los 90, cuando se comenzó a desarrollar Nordelta, se ocuparon 9.200 hectáreas de humedales que deberían funcionar como amortiguadores naturales al avance de las aguas. Los terrenos donde se construyeron las urbanizaciones privadas fueron artificialmente rellenados, provocando que las inundaciones sean más graves en las tierras bajas. "Los intereses inmobiliarios son enormes -advierte la investigadora-, y los primeros responsables son los Municipios, que habilitan las obras. En 2012, en Pilar se sancionó una ordenanza prohibiendo la urbanizacion de humedales. Pero se derogó el año pasado, y poco después se aprobó la localizacion del barrio náutico Verazul. Este no es el único caso, en Tigre y Escobar pasa otro tanto", relata.

"La ciudad de Lujan se ha inundado históricamente, pero antes el agua escurría más rápido. La inundación de noviembre del año pasado y la de este año muestran que ya no es así, cada vez es peor y las pérdidas son mayores", advierte la geógrafa.

"Hagan algo por favor, lo poco que tenemos se lo está llevando el agua", clama Toti, vecino de Luján, en mangas de camisa pese al frío y sumergido hasta las rodillas en el frente de lo que queda de su casa. "Siempre nos inundamos los pobres", grita su bronca y su pena frente a las cámaras de televisión. Casi temiendo que, cuando se apaguen los reflectores, quedará aún más sólo con sus pérdidas.

El cambio climático y la recurrencia de lluvias extremas, son ya inevitables. Pero eso no implica que no puedan tomarse medidas para adaptar la infraestructura y mitigar sus efectos. De lo contrario, sólo queda culpar al clima y a la inclemencia divina por lo que el agua se lleva.

Fuente:
Gabriela Ensinck, Inundaciones: los millones que se llevó el agua, 21/08/15, Cronista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario