viernes, 1 de mayo de 2015

Darío Aranda: “Se está desarrollando una nueva etapa de las Venas Abiertas”

Luego de su presentación en Córdoba, una entrevista con el autor del libro Tierra Arrasada para hablar desde distintos ángulos; desde datos concretos sobre el avance del extractivismo, pasando por la dinámica de las resistencias, hasta un juzgamiento hacia los periodistas.

por Lea Ross

Empezamos mal con la entrevista. Primero, me olvidé la cámara de fotos. Y segundo, no terminé de leer el libro completo, solo leí la introducción (que tiene como título “A modo de hipótesis”) y algunos subcapítulos referidos a la provincia de Córdoba.

“Uuhh, ya lo veo venir”, me dice Darío Aranda, entre risas, en el momento en que sostengo mi celular con mi mano; señal que está por comenzar la entrevista programada. Él ya sabe que no he leído completo su segunda obra literaria Tierra Arrasada: Petróleo, soja, pasteras y megaminería. Radiografía de la Argentina del siglo XXI. Ni siquiera me sé de memoria el título.

Pero aún así, la confianza está hecha. Por lo menos de parte de alguien que lo viene siguiendo bastante con sus crónicas, notas y acotaciones que realiza en distintos lugares, ya sea en las redes sociales o en algunos medios de comunicación como Página/12, revista MU, FM Kalewche, cooperativa La Brújula y FM La Tribu.

Es cuestión de minutos para que Darío parta rumbo a la localidad de Malvinas Argentinas para actualizarse sobre la situación del lugar. Así que restará unos treinta minutos para llevar a cabo este reportaje, que se realiza en el bar de alguna esquina, cerca de la Terminal de Ómnibus.

- En tu libro se apuntan cuatro patas: soja, minería, fracking y pasteras.
Sí. Tenés que comprarlo primero (Risas).

- Lo sé, lo sé (Risas). A lo que voy es: ¿Cómo plantea el libro estas cuatro patas? ¿Cómo políticas que van en paralelo o que tienen ciertos comunes denominadores entre sí? ¿O cómo se relacionan entre ellas?
En realidad estas cuatro actividades son como cuatro patas de una “política madre”. Que obedecen a la misma política estructural, que es el Gobierno y sus estados creando políticas públicas para las trasnacionales, para las corporaciones, y fomentar el extractivismo: el avance del agro-negocio, el avance de la mega-minería, el avance de la industria petrolera -no solo del fracking, sino también de los recursos convencionales-, y con el avance de la industria forestal. La ingeniería legal de todo esto comenzó en los años noventa: todas las leyes de la soja transgénica para su aprobación, las leyes mineras y las leyes forestales fueron aprobadas en pleno menemismo. Y fueron perfeccionadas por el kirchnerismo; no solo perfeccionadas, sino también aplicadas a rajatabla en todo el territorio, por distintas cuestiones. Una de ellas por la cuestión económica, en donde el momento de la devaluación generó que el negocio sojero fuera más rentable para muchos sectores. O, al mismo tiempo, por la coyuntura económica donde terminó descubriendo Vaca Muerta y que fue lo que originó la expropiación parcial de YPF y el avance del fracking. Es decir, hubo ciertas coyunturas de momento; pero siempre el Gobierno Nacional, en estos últimos doce años, estuvo expectante y al servicio de favorecer y facilitar la instalación y desarrollo de las empresas. Cuando llegó Néstor Kirchner al gobierno, había 12 millones de hectáreas con soja transgénica, y hoy hay 22 millones. Es un aumento geométrico: había 40 proyectos mineros en estudio en 2003 y hoy hay 600 proyectos. En materia de transgénicos, cuando llegó Kirchner se habían aprobado 5 eventos transgénicos de maíz, algodón y soja; y en los últimos años, se aprobaron 24 semillas. El último transgénico aprobado fue el 17 de abril, Día Internacional de la Lucha Campesina. La Secretaria de Agricultura firmó la resolución para la soja transgénica de la empresa multinacional Dow, con el uso de tres agroquímicos: glifosato, glufosinato de amonio y 2-4-D, un químico que esta siendo prohibido en distintos países. Incluso, hace un mes, se prohibió en Santa Fe y acá la Secretaría plantea que se vuelva a usar. Es como un plan diseñado para facilitar y favorecer estas corporaciones.

- Ahora, la Historia Argentina siempre tuvo períodos en donde el Estado beneficiaba a las corporaciones multinacionales. Uno puede recordar el período del Modelo Agroexportador o incluso las últimas dictaduras. ¿Qué diferencia se encuentra en la situación nacional de este siglo XXI o periodo kirchnerista?
Sí, bueno, es la Historia de América Latina. Yo en mi libro pongo que se está desarrollando una nueva etapa de las Venas Abiertas de América Latina: la presentación de espejitos de colores y favorecer al extractivismo. Hoy llamado “extractivismo”, antes se llamaba “saqueo”. La particularidad que tiene es que ésta situación se da en América Latina, paradójicamente cuando hay mayores gobierno progresistas o de izquierda, tomando banderas de ciertas reivindicaciones sociales. Y, al mismo tiempo, favorecen a las trasnacionales, bajo un discurso contestatario, de luchas anti-imperialistas, que terminan favoreciendo a empresas como Chevron, Barrick Gold, Monsanto, Syngenta...

- ¿Cómo se explica eso? ¿Cómo puede ser eso?
Muchas veces se suele explicar que son “contradicciones”. Yo no creo que sean contradicciones, yo creo que son decisiones tomadas. Decisiones que esconden detrás un doble discurso. No se puede hablar el desarrollo de la Patria Grande, del nacionalismo, de favorecer a los sectores populares, y al mismo tiempo favorecer o ser socio estratégico de las corporaciones. Creo que uno de los datos más evidentes, en el caso de Argentina, es cuando se habla de Derechos Humanos. El gobierno toma esas banderas y, al mismo tiempo, criminaliza y reprime a los pueblos indígenas y a los luchadores socio-ambientales. No se desconoce la reivindicación de la lucha de los derechos humanos contra la última dictadura militar, eso todos lo sabemos y todos lo valoramos. Pero al mismo tiempo todo eso fue sepultado al nombrar a (César) Milani como jefe del ejército, eso tampoco hay que olvidarlo. La criminalización -donde ahí juega mucho el poder judicial- y la violación a los derechos humanos de los pueblos indígenas es sistemática. Ahí, el Gobierno Nacional tiene muchísimo que ver. El ejemplo más concreto es Formosa. Que los cuatro pueblos indígenas (NdR: qom, pilagá, wichí y nivaclé) estén hoy acampando hace dos meses en la Avenida de Mayo y 9 de Julio muestra, a las claras, la voluntad de la falta de política y la poca sensibilidad. Hace muy poquito, la Presidenta dijo que “yo nunca tomé una medida para perjudicar a los sectores de abajo”. Y a cinco cuadras de distancia, ya estaban acampando los pueblos indígenas. Me parece que la Realidad desmiente al Relato, como siempre.

- ¿Cómo observás la dinámica que están teniendo las comunidades indígenas, en materia de resistencia? ¿Notás que últimamente están teniendo un contacto más fluido entre ellos, si están menos aislados entre sí?
Creo que en los últimos años hubo un proceso en donde también hay que verlo en clave histórica. Tanto en Argentina como en Latinoamerica, después del quinto centenario y al repudio del “Descubrimiento” de América, toda América Latina experimenta un proceso reorganizativo de toma de conciencia y de acciones de lucha inéditos para la región. En este gran marco, Argentina no es ajena a eso. Me parece que viene de un proceso organizativo que cuesta, que lleva tiempo, pero que están mucho más fuerte que quince años atrás. Mucho más consciente de sus derechos y mucho más decisivos a que no arrematen sus territorios. O el poco territorio que les queda. No es casualidad que hace 15 años, cuando avanzaba el modelo agropecuario, a los campesinos e indígenas se los desalojaban con falsas promesas o “comprándoles” sus territorios. Esos eran los desalojos silenciosos. Pero eso quedó atrás y los que aun permanecen en sus territorios saben que tienen derechos y no los van abandonar. Hace 15 años atrás, el Estado argentino reconoció que había 17 o 18 pueblos indígenas. Hoy, se reconocen casi 36 pueblos indígenas. Hubo un proceso de auto-reconocimiento y de hacer valer sus derechos que muestra un proceso reorganizativo y que Argentina tiene raíces indígenas, a pesar de que muchos “blancos” de clase media les moleste.

- ¿Y qué rol juega la figura de Félix Díaz en este proceso?
Para mí, es una figura central para la reivindicación de los pueblos indígenas. Creo que hacia tiempo que no encontraban o no aparecía una figura de semejante coherencia y honestidad y convencimiento al revindicar su derecho. Y nada más y nada menos que en la provincia que, sin duda, es el más feudal de la Argentina. Desde el corazón más fuerte del racismo, el menosprecio, los manejos políticos y la represión, emerge un líder como Félix Díaz. Han matado a familiares suyos, han reprimido a sus amigos, han intentado matarlo. Y aun así, él aparece con su mirada y una consistencia en su discurso. No hay muchos antecedentes. Hay pueblos y organizaciones que tienen muchos recursos y discursos lindos, pero nunca han tomado la decisión de confrontar y de plantarse como se ha plantado la comunidad La Primavera (Potae Napocna Navogoh). No es solo Félix Díaz, hay toda una comunidad, muchos líderes y compañeros. Hace cinco años atrás, la palabra “qom” no se conocía en el territorio argentino. Y ahora a partir de la lucha indígena, y después de 200 años de Historia Argentina, por primera vez la palabra trasciende lo que es Formosa y Chaco, y se revindica como un pueblo indígena. Y nada más y nada menos que un pueblo en lucha.

- O sino, se decía que eran los “tobas”.
Sí, ahora hay varias regiones que se sigue diciendo. Incluso algunos se dicen tobas y no qom, porque también es parte de un proceso que ha provenido de la vulneración de derechos y menosprecio, en particular de parte de los criollos al llamarlos de esa manera despectiva. Hoy, algunas regiones se los sigue llamando tobas no de forma despectiva, sino que es parte de su historia, de sus raíces. Pero se ha estado revalorando y retransformado su verdadero nombre, que es qom.

- Cuando vos empezaste a conocer y revisar lugares que se han hecho movidas muy fuertes contra el extractivismo, con buenos resultados, como pueden ser Esquel, Famatina y Malvinas Argentinas, ¿qué patrones comunes encontrás en esas resistencias? O en otras palabras: ¿descubriste alguna “fórmula del éxito”?
Hay varias cosas. Una de las características que tienen -no de todas, pero sí de muchas- es el de tratar de decidir de forma asamblearia. La democracia asamblearia o las formas de desarrollo de eso no son perfectas, ni mucho menos. Son muy dificultosas y de mucho trabajo y de tiempo, y estamos formados de otra manera; estamos formados de que uno manda o no mando y los otros obedecemos. Es toda una experiencia ver cómo se desarrollan de alguna manera de los que intentan  de una manera más democrática de decidir las cosas. Eso es una práctica que se intenta. A veces se logra, a veces no. Creo que mucho de eso es un germen de lo que pasó en el 2001 y de alguna manera tiene que ver con el zapatismo, o teorías de pensamiento que han surgido en esos años. Eso es una de las características que está en muchos lados. Y después, por el otro lado, está el tema de que la discusión de fondo es sobre la vida en el sentido más estricto. La lucha de Esquel para que no sea una ciudad minera, la lucha de la comunidad Campo Maripe para que no les hagan fracking en la puerta de sus casas o la lucha de Malvinas Argentinas son luchas que tienen una relación de fuerzas muy desigual, pero que se paran y dicen que quieren decidir su futuro. No es una lucha solo ambiental, es una lucha social, política, económica, de Derechos Humanos, y sobretodo es una lucha que muestra los límites conservadores de la Democracia. Muestra que esa Democracia que se vota cada dos años no es la forma de decidir si a vos te van a cambiar la forma de vida a partir de que mañana te van a poner una mega-planta al lado de tu casa. ¿Quién decide qué cosa? Y las poblaciones, cada día más, se dan cuenta que ni ningún jerarca petrolero en Argentina que vive en Puerto Madero, ni ningún funcionario que está de paso por una causa del gobierno, no pueden ni deben definir esas cosas que son tan importantes como la vida.

- ¿Qué rol juegan las universidades en todos estos conflictos?
Hay distintas situaciones. Pero en general, las universidades públicas como los sistemas de ciencia del CONICET y el ministro de ciencia Lino Barañao, lamentablemente, son todas instituciones que están volcadas al mercado. Hay excepciones, pero en general son cómplices de este modelo. En la Facultad de Agronomía de la UBA, se forman los cuadros de las corporaciones. En Agronomía de la Universidad de Rosario, se ufanaba que ahí se forman los cuadros de Monsanto. El decano de Medicina de acá (de la UNC) desconoce del desastre sanitario que se está haciendo en la provincia y atacando a profesionales que hicieron el informe de Monte Maíz. Los científicos del CONICET se los premia cuando investigan para las corporaciones y se los castiga cuando investigan para el pueblo. Mientras Andrés Carrasco se mantuvo en los cánones de la investigación tradicional, siempre fue ascendiendo y cuando él hace un quiebre y decide investigar sobre el efecto de los agro-químicos pasó a ser desprestigiado y atacado, con campañas de difamación contra su trabajo y su persona. A todo esto, siempre rescato que como en el periodismo, en la política, en los sindicatos y en las universidades hay grietas que se van abriendo. La Facultad de Medicina de Rosario es un ejemplo; es una mirada social de la salud y volcada en denunciar al Modelo. Siempre hay excepciones o grietas que tratan de romper ese molde que nos impone.

- En el prólogo de tu libro, hay una parte en la que críticas al rol de los medios de comunicación, pero también te referís a los periodistas como particulares. Yo recuerdo que vos ya lo habías escrito en un artículo titulado “Periodismo y propaganda”. Y en el debate mediático actual, cuando los periodistas de las corporaciones tildan al supuesto periodista militante de hacer propaganda, el otro le contesta con la pregunta de cuál es la diferencia entre lo que aquel hace con la propaganda. ¿Entonces cuál es la diferencia para vos entre periodismo y propaganda?
Yo hoy leo La Nación Campo y claramente es una propaganda. Nunca hay un cuestionamiento al modelo agropecuario. De la misma manera, leo los cables de la agencia Télam o la sección de economía de Página/12, y claramente es una propaganda al fracking y al avance de Vaca Muerta. En ese sentido, es claro que cada medio tiene su línea editorial y sus intereses políticos y económicos. Pero lo que creo es que no se puede ocultar lo que pasa. Vaca Muerta ya lleva en los dos años y medio más de diez derrames de petróleo, hubo dos explosiones en Río Negro, hubo dos pérdidas de pastillas radioactivas que van a seguir contaminando por quinientos años. Entonces, si vos ocultas eso, estás tomando partido por algo y no estás siendo crítico del poder. Yo entiendo que el periodismo tiene que ser crítico del poder político, pero también del poder económico. Vos ves Clarín o La Nación y son muy críticos al poder político y está bien. Pero nunca critican a Monsanto, nunca critican a Syngenta...

- Clarín hizo críticas a la mega-minería.
Sí, ahí hay distintas miradas que se van acomodando. Dieron mucha manija con el tema de Famatina. Y ahí también hay todo un debate, porque yo creo que lo usaron como cambio de algo, pero en definitiva era algo que estaba pasando, estaba bien que lo cubran. En cambio...

- ¿Porque “estaba pasando” o porque había algo coyuntural, como estar en conflicto con un gobierno de turno?
Puede ser, pero ahí esta lo fino. Te doy un caso concreto: cuando se hizo la Cumbre Indígena en Formosa en 2013, Clarín mandó a un enviado. Y cuando estábamos en la marcha de cierre, el colega de Clarín me dice: “En otro momento a mi no me hubieran mandado acá”. Y yo le digo: “A mi en otro momento, Página/12 me lo hubieran dado la tapa”. Y después de eso, no me dejaron escribir nada. Claramente, Clarín lo usó para pegarles a Gildo Insfrán y al Gobierno. Pero el hecho puntual era: ¿existió un encuentro de pueblos indígenas? Sí, existió. Entonces, era un hecho periodístico en sí. Nunca hubo una cumbre indígena así en Formosa. Clarín, en este caso, tenía su interés político, pero estaba hablando de algo que estaba pasando. Página/12 también tenía su interés político y lo que decidió es no visibilizar ese hecho. Cuando murieron Néstor Femenías en Chaco y los niños en Salta, Página/12 invisibilizó el hecho, también la agencia Télam. Y Clarín y La Nación enviaron gente para allá. Entonces, claramente lo hacen por interés editorial, pero al mismo tiempo fue un hecho que sucedió, no están inventando la realidad. Ahora, sí reflejaron la situación estructural y la desnutrición, pero en ningún momento de sus coberturas, ni Clarín ni La Nación, hablan del modelo agropecuario, que es el fondo del asunto. Tienen su postura editorial de mostrarlo hasta en algún momento. Yo creo que los medios toman partido, invisibilizan lo que quieren...

- Quizás no se cuestiona el contenido, porque refiere a algo que existió, pero sí la forma de la cobertura, que de alguna manera forma parte del contenido.
Yo estaba pensado en este tema de la declaración de la OMS sobre el glifosato. La Nación lo invisibilizó. Y en Página/12 sí lo dieron. Desde su manera, pero lo dieron. Es como que todo el tiempo hay un ida y vuelta. Lo que yo cuestiono mucho de los medios, que ya sabemos cómo se manejan, es el rol de los periodistas. Hay periodistas de Buenos Aires que han escrito maravillas sobre el fracking y nunca han pisado Vaca Muerta. Así como los médicos son juzgados por mala praxis, ojala llegue el momento en que los periodistas sean juzgados, no por medio de un tribunal ni nada. Pero que se hagan cargo de lo que escriben, porque hoy están siendo funcionales a los intereses económicos de ciertos sectores. Y ahí se pierde el rumbo de ser periodista. Y sobretodo porque para obedecer a ese interés, se está perjudicando a los sectores más populares y empobrecidos de la sociedad. Me parece que eso es lo más grave aun. Uno se pregunta si lo hacen a propósito, si lo hacen por ignorancia. Pero yo ya no creo en la inocencia de que no saben lo que están diciendo. No es muy difícil, tenés que ir a conocer el territorio y vas a ver que hay derrames de petróleo o afectados por los agro-químicos. No es algo que recién está comenzando, es algo que viene hace décadas. En los últimos años, en la cuenca del Río Colorado hubo más de nueve mil derrames. ¡Nueve mil derrames de la explotación convencional, de la técnica que se usa hace más de cien años! Imaginemos lo que es el fracking. Nunca se había ejecutado en Argentina y la ejecuta Chevron, que dejó 480 mil hectáreas contaminadas en Ecuador. Una compañía prófuga de la justicia. Esos son temas complejos, y de repente ver periodistas que  nos pueden resultar simpáticos, caernos bien o mal, con discurso “progre” por momentos, justificando el avance de Chevron en Argentina es algo que es difícil de entender.

- Enrique Viale había creado un término, que luego lo retoma Raúl Zibechi, que es “extractivismo urbano”... ¡que no sé si lo tratás en el libro! (Risas)
(Risas) No, no...

- Bueno, ¿pero qué pensás de esa definición? ¿En algún momento lo analizaste?
La verdad que no lo he trabajo. Me parece que es un término muy novedoso e interesante. Se puede llamar de distinta manera, pero sin duda lo que intenta “Quique” es mostrar que hay una vinculación entre lo que sucede en los territorios rurales con lo que sucede con la especulación inmobiliaria y los negociados de grandes corporaciones en las ciudades; el crecimiento de barrios privados como guetos, y que otros sectores están condenados a vivir de otra manera, siempre mucho peor. Me falta mucho leerlo y de profundizarlo, pero creo que es muy interesante.

- Para terminar, ¿por qué decidiste hacer un libro en papel, sabiendo estamos en un periodo “virtual”, donde se exige que la información sea breve y compartible en las redes sociales? ¿Qué le aporta la información impresa en un papel?
A pesar de que se habla mucho del e-book y de los formatos digitales, yo creo que el libro es algo que no tiene punto de comparación y que siempre va a seguir existiendo. Lo que intento hacer es condensar en un libro estas cuatro patas del extractivismo. Hay muchos compañeros que lo han escrito por separado. Yo me he formado con ellos y los sigo leyendo. Me parece que lo que intenta mi libro es mostrarlos en uno solo, con todas las particularidades que tienen, pero al mismo tiempo con todas las cuestiones comunes que tienen: grandes corporaciones, leyes a medida, avanzadas territoriales, contaminación, desalojos, y al mismo tiempo resistencias, luchas y victorias de las poblaciones. Lo que intenta es en ser un mapa del extractivismo, así los compañeros que están en el sur puedan tener libro donde trata su lucha contra la mega-minería o el petróleo, pero también sobre la lucha forestales y contra la soja. O los lectores que no necesariamente son militantes de Misiones puedan conocer lo que luchan contra las represas y por las forestales, y al mismo tiempo conocer luchas muy similares que se realizan contra la megaminería o los que luchan por una agricultura más saludable. Intenta ser un aporte que va en línea de muchos aportes que ya existen, y que seguramente vendrán muchos. Y también señalar que hay un momento histórico, donde tanto se habla de progreso de una población volcada al consumo, mostrar que hay una realidad más allá, que en general no se ve en las grandes ciudades. Y que hay otra Argentina. Una Argentina profunda y que está sufriendo en buena medida, pero que al mismo tiempo está luchando y se está haciendo respetar sus derechos.

Fuente:
Lea Ross | @LeandroRoss, Darío Aranda: “Se está desarrollando una nueva etapa de las Venas Abiertas”, 29/04/15, ECOS Córdoba. Consultado 01/05/15.

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