jueves, 19 de febrero de 2015

La furia del arroyo Saldán en su paso por Mendiolaza

Nuevo paisaje. Donde antes estaba el patio, una pileta y parte de la vivienda de los Roncoroni, hoy está la huella que dejó el paso de la corriente de agua del arroyo Saldán en su paso por Mendiolaza. Foto: Jairo Stepanoff/ LaVoz

A la familia Roncoroni, el agua le “borró” el patio y arrastró parte de la estructura de su casa. Pero no sólo se llevó ladrillos y muebles, también fotos y objetos de valor afectivo. David Hernández se aloja en un templo parroquial porque no puede volver a su vivienda.

por Héctor Brondo

Como si se tratara de un pase macabro de la naturaleza, en un arrebato efímero de furia, el arroyo Saldán, en su paso por Mendiolaza, convirtió el patio pleno de verde y sombra de Carlos Roncoroni (82) en un lecho de piedra, barro y desolación.


También, transformó en ruinas la casa que este instalador de gas jubilado, histórico vecino de barrio Alberdi e hincha de Belgrano, había levantado con sus propias manos hace más de 40 años como refugio de descanso y encuentro familiar.

La crecida sin precedentes de ese riachuelo, consecuencia de la lluvia torrencial que se abatió sobre la Sierras Chicas el último fin de semana, fue impiadosa con él y con otras seis familias que quedaron sin techo en esa ciudad del Gran Córdoba, ubicada a 25 kilómetros al noroeste de la Capital provincial. Además, el torrente se llevó el mobiliario completo y destruyó las aberturas de otros 208 hogares, según un relevamiento provisorio realizado por asistentes sociales de la Provincia y el municipio local.

“El domingo al mediodía, estábamos todos charlando 
en el fondo mientras se prendía el fuego para el asado cuando mi hermano, que había venido de Buenos Aires a pasar el fin de semana largo con su familia, advirtió que el cauce de agua había subido de repente y bajaba con una fuerza que daba miedo”, comenta Gabriela Roncoroni, hija de don Carlos y quien habita la propiedad desde hace 15 años.

“Enseguida, nomás, nos entró la desesperación porque se empezó a inundar todo y mi papá, al ver eso, se encerró con llave en un dormitorio; no quería irse, estaba desesperado, ¡pobre!”, relata la mujer y quiebra en llanto al traer a la memoria aquellas imágenes desgraciadas.

Melina (3) y Evelia (16), sus hijas, la abrazan y lloran junta a ella.

“Lamentamos las pérdidas materiales, claro, pero lo que más nos duele es que el agua también nos dejó sin un montón de recuerdos”, apunta la mayor de las chicas.

“Se llevó las fotos y un montón de cosas que tenían para nosotros mucho valor afectivo y que no vamos a recuperar jamás”, explica la joven.

Melina cuenta que en la casa de su abuelo su parentela celebró su bautismo, su comunión y confirmación y su cumpleaños de 15. Allí también sus 
padres festejaron el casamiento 
y era la sede “permanente” de 
reuniones familiares los fines de semana y en ocasiones especiales.

Angustia e interrogantes
Bajo la lluvia, David Hernández recorre a pie los 150 metros que separan la parroquia San José de Calasanz hasta su vivienda, al 194 de la calle 8 de Mendiolaza, para “echarle un vistazo”.

Le cuesta mantener el equilibrio porque la calzada es un fangal resbaladizo que muere en el arroyo Saldán, a unos 300 metros del refugio.

“En los 40 años que llevo en este pueblo, jamás vi algo así de terrible”, prologa el hombre el testimonio del drama que sufre desde el domingo último. Desde ese día, está alojado de manera precaria con su familia y unas 30 más en el templo de referencia hasta tanto puedan regresar a casa.

“No sé qué voy a hacer cuando pase esta desgracia. Perdí prácticamente toda la mercadería del ‘bolichito’ y a la camioneta con la que hago fletes me la tapó el agua”, se lamenta mientras sostiene con su mano el capó de la vetusta pick up Ford F-10 y observa el motor cubierto de barro.

David tiene una pañalera mínima en su casa donde además vende gas en garrafas de 10 y 15 kilos y algunos productos de limpieza.

La lluvia no cesa y la angustia cubre el cielo de la Sierras Chicas, como los nubarrones oscuros que se resisten a marcharse.

Recomendaciones del Ministerio de Salud para volver a casa
Manipulación de alimentos. Ante la falta de agua de red, tome agua mineral o coloque dos gotas de lavandina por cada litro dejándola reposar 30 minutos antes de utilizarla. También puede hervirla durante cinco minutos. Deseche cualquier alimento fresco o envasado en recipientes permeables (por ejemplo, paquetes de papel) que haya podido estar en contacto con el agua.

Limpieza del hogar. Si contara con botas o guantes, es preferible utilizarlas durante las tareas de limpieza. Para lavar y desinfectar, utilice agua segura: agua caliente (si fuera posible) o una solución desinfectante que se prepara con un pocillo de lavandina cada 10 litros de agua. Limpie pisos, paredes, muebles, mesadas y otros objetos con esa solución desinfectante. Lave con agua caliente y detergente las ollas de metal, platos de cerámica y utensilios que hayan tenido contacto con aguas de inundación. Desinféctelos hirviéndolos en agua segura o sumergiéndolos en solución desinfectante. Ventile las habitaciones, rocíe los muebles tapizados con algún desinfectante y deje secar al sol.

Héctor Brondo, La furia del arroyo Saldán en su paso por Mendiolaza, 19/02/15, La Voz del Interior. Consultado 19/02/15.

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