lunes, 16 de febrero de 2015

Cabana, de manso arroyo al río embravecido

El relato de las vivencias del trágico temporal. Los efectos en esa zona de Unquillo.

por Walter Giannoni

Estamos en este lugar con mi familia desde hace 15 años. Un pequeño arroyito que habitualmente apenas trae un metro de agua de ancho lleva el mismo nombre que la zona: Cabana, tres kilómetros al oeste de Unquillo.

El 3 de febrero de 2007, una tormenta con la posterior crecida del arroyo ya había causado estragos.

Por entonces, una casa situada en una de las curvas del curso de agua fue completamente inundada. Los vecinos alcanzaron a sacar al matrimonio que habitaba la vivienda.

Los lugareños decían en ese momento que no habían visto nunca un fenómeno así. Pues bien, lo ocurrido ayer, ocho años después de aquel episodio, tuvo una dimensión dos o tres veces mayor.

Esta vez aquella casa no se salvó y quedó partida al medio. La corriente del habitualmente manso y tranquilo arroyo Cabana, que solo en ocasiones supera un metro de ancho, se llevó la otra mitad.

En el puente un Ford Fiesta -eso creemos- quedó encajado y totalmente destruido como si se tratara de un bollo de papel. Estaba estacionado y sin personas abordo cuando la correntada lo arrastró por kilómetros.

El hecho de que el puente se taponara con piedras de grandes dimensiones, árboles, ramas y todo lo que el arroyo traía, agravó la situación y desvió el agua hacia sectores colindantes donde en teoría nunca circuló antes.

Además, destruyó los accesos a ese paso con lo cual Cabana quedó aislada por tierra, dado que la otra salida es un vado que quedó convertido en un lago de grandes dimensiones.

Sin agua potable
Las dos tomas de agua de la pequeña Cooperativa de vecinos que presta el servicio en el lugar, directamente desaparecieron, por lo que en las próximas horas la distribución se complicará tal como ya sucede en Unquillo.

Según estimaciones, el arroyo pasó a tener cuatro o cinco metros de altura, y ensanchó su curso cinco metros hacia cada lado.

Sin luz ni telefonía fija, las comunicaciones se complicaron bastante con amigos y familiares interesados por la situación del millar de habitantes de este lugar normalmente paradisíaco de las Sierras Chicas.

Un muchacho que había venido por la mañana a ver un terreno, quedó definitivamente de este lado a la espera de volver a tener un camino de retorno.

Cuando cayó la tarde y por la radio se escuchó que la electricidad no volvería, todos comenzaron a prepararse para la noche.

Los quioscos de la zona se atiborraron de clientes en busca de pilas, velas, pan, leche, etcétera. El aislamiento se convirtió en definitivo cuando la antena de Claro, luego de 14 horas sin energía eléctrica, agotó su respaldo y se cortaron completamente las líneas de celulares.

Ahí solo quedó cerrar las puertas, encender un viejo farol y esperar que el sueño nos depositara en el día de hoy. La energía regresó al mediodía, telefóno fijo todavía no hay y los caminos hacia Unquillo siguen interrumpidos para automóviles.

Alberto Daghero, un profesional de la Universidad Nacional que vive en la zona, hace años que venía advirtiendo a quien quisiera escucharlo sobre la posibilidad de que algo así ocurriera.

Hoy, mientras recorría el arroyo, remarcó que la lluvia desproporcionada (más de 220 milímetros) en pocas horas, algo impensado, dijo, más el déficitario manejo del medioambiente se amalgamaron para producir el desastre.



Fuente:
Walter Giannoni, Cabana, de manso arroyo al río embravecido, 16/02/15, La Voz del Interior. Consultado 16/02/15.

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