sábado, 8 de noviembre de 2014

Bronca, llanto y miedo de los vecinos tras el estallido

Muchas víctimas quedaron consternadas con la catástrofe. Psicólogos trabajaron en el lugar, pero aún falta articulación.

por María del Mar Job

En la mañana siguiente a la explosión del depósito químico de Alta Córdoba, en la zona se veía a los vecinos intentando ordenar y limpiar sus casas, al menos los que podían estar en ellas. Algunos demostraban bronca e impotencia. Otros estaban quebrados emocionalmente: no lograban encontrar una explicación a tanta destrucción.

Cuando ocurre un hecho catastrófico, lo primero es salvaguardar la integridad de las personas. Auxiliar a los heridos y luego relevar los daños ocasionados. Pero la salud física y los daños materiales no lo son todo: ante estas situaciones límite, es muy importante que los equipos de urgencia atiendan y contengan emocionalmente a las víctimas.

“Lo primero que hay que hacer es un diagnóstico de situación y formar un comité de crisis, iniciar un proceso de normalización, ver los daños más allá de lo físico, atender el estrés, el trauma que genera un fenómeno que no se sabe bien qué es”, explicó Claudia Vigil, miembro del Comité Científico de la Sociedad Argentina de Psicotrauma.

Los periodistas que acudimos al lugar nos encontramos con vecinos que no podían terminar de narrar los hechos sin quebrarse en llanto. Muchos se preguntaban qué hubiese ocurrido si no se levantaban de la silla que estaba contra la ventana dos segundos antes de la explosión, o si no hubiesen sacado a los chicos de esa habitación que hoy se encuentra destruida.

Están graves los dos pacientes que permanecen internados

Son María Cueto, de 64 años, y Pablo Amaya, de 15. El adolescente fue operado por un hematoma subdural. La mujer tenía múltiples fracturas y sufrió un paro.

La explosión en el depósito Raponi Industrial Química dejó 66 heridos, 2 de ellos de gravedad. Se trata de María Angelina Cueto, de 64 años, y Pablo Amaya, de 15. La primera tenía múltiples fracturas por haber quedado debajo de piezas de mampostería e ingresó al hospital de Urgencias tras sufrir un paro cardíaco y recibir maniobras de reanimación por el servicio de emergencias 107. Ayer fue derivada a la clínica Romagosa, debido a que ese era el servicio que le cubría su obra social, Pami. Pablo Amaya, en tanto, llegó al mismo establecimiento municipal con un hematoma subdural, consecuencia de un traumatismo de cráneo cuya causa se desconoce, además de trauma torácico y abdominal y una lesión intraabdominal con compromiso del aparato respiratorio. Su padre, Eduardo, relató a La Voz del Interior que el adolescente estaba con él viendo el partido de Boca cuando se hizo notorio el incendio que precedió a la explosión. El adolescente bajó desde el departamento en el primer piso donde vive con su familia y fue encontrado caído en la vereda por el padre cuando este bajó tras el estruendo. La vivienda se encuentra en Góngora 949.

En el hospital de Urgencias se decidió la intervención de Amaya para evitar que el hematoma aumentara la tensión intracraneal.

El establecimiento estaba lleno, pero a la tarde de ayer siguieron acudiendo vecinos de Alta Córdoba con heridas cortantes. Esos pacientes habían demorado la consulta por temor a dejar sus casas durante la noche del jueves y la madrugada de ayer.

Recomendaron que quienes tengan lesiones en las que además permanezcan cuerpos extraños no demoren la consulta, debido a que esas heridas tienen riesgo de infección.

También habían sido internados y fueron dados de alta un bombero y un oficial inspector que estaban internados en el Policlínico Policial.

La Municipalidad montó en la zona un consultorio para atención ambulatoria y la Provincia puso a disposición de los vecinos un equipo de salud mental para la contención psicológica, según informó a este diario el secretario de Salud, Daniel Pizzi. Entre los problemas que se atendían en el consultorio estaba el trauma acústico, señaló el funcionario.

El minuto fatal que se llevó la paz del barrio

Las esquirlas del estallido se clavaron en el alma de mucha gente que vio rota para siempre la tranquilidad de su barrio.

por Julio Perotti

Pintaba noche para reunión de amigos. Pero los casi 30 grados del anochecer invitaban al paseo.

Las veredas más luminosas de la calle Fragueiro llevaban hacia la plaza Rivadavia a hombres y mujeres que, a esta altura del año, andan en busca de algunos kilos menos. A pibes que paseaban sus amores pasajeros de la mano. Y a otros que tironeaban sus perros entre árboles y arbustos.

Como cada tarde primaveral, el espíritu de barrio se mezclaba con el aroma de los jazmines.

Entre tanta tranquilidad, nadie podía imaginar lo que estaba por venir. ¿Cómo es posible que un segundo trágico sea capaz de llevar de la placidez a la desesperación más profunda?

“La cuna de la bebé está llena de vidrios”

Dijo Mónica Olmos, una vecina de Alta Córdoba tras la explosión.

Mónica Olmos vive a la vuelta del depósito que explotó el jueves. En ese momento se encontraba cerrando su casa para salir, pero la onda expansiva la tiró contra la pared. No encuentra consuelo y no puede dejar de llorar al narrar los hechos.

“Yo estaba limpiando el dormitorio y sentimos un humo muy feo. Le pido a mi hija que salga y que saque a la bebé y yo me quedo adentro cerrando la casa para salir. En eso fue la explosión fuerte que voló la ventana y la puerta de mi dormitorio”, recuerda Mónica, en medio del llanto.

“La cuna de la bebé está llena de vidrios”, dice, y nos invita a ver esa imagen dantesca.

No puede parar de pensar qué le hubiese pasado a su nieta si no la sacaban de allí a tiempo.

“No tengo puertas, no tengo ventanas, el dormitorio y las paredes están todas rajadas”, dice mientras recorre el lugar.

Mónica no pudo dormir y a primera hora comenzó a limpiar los vidrios y restos de aberturas que quedaron tirados en su casa.

Los vecinos intentan calmarla, convencerla de que están todos sanos y salvos. Pero es en vano, ella no encuentra consuelo ante tanta pérdida.

“Murieron mis mascotas”

Indicó Alfredo Juárez. 

Afredo Juárez, ayer por la mañana, estaba sentado en una reposera en la esquina de Argensola y Avellaneda junto a un grupo de personas que, como él, no podían volver a su casa.

“Murieron mi hámster y mi canario. A la perra pudimos sacarla”, es lo primero que lamenta el hombre cuando habla de la tragedia que le tocó vivir el jueves por la noche.

“Mi casa queda en el pasaje, al frente de la planta química. Cuando nos dijeron que sacáramos los autos porque se estaba incendiando, ni bien salimos volaron los tachos por el aire”, recordó Alfredo.

“Cuando volví a mi casa a buscar mis medicamentos vi que está todo destruido. Los dormitorios no existen, las paredes no existen”, agregó.

“Alcanzamos a salir todos los del pasaje”

Sostuvo Ricardo Luna. 

Hace 30 años que Ricardo Luna vive en una casa que da al pasaje José Cardeiro. Sabían de la planta, pero no se imaginaban que algo así podía pasar.

“Vivimos detrás del galpón. Cuando empezó la llamarada salimos todos a la calle y ahí explotó. Se sintió fortísimo, a mí no me golpeó pero a otra gente sí”, manifestó el hombre.

Con lágrimas en los ojos, Ricardo asegura que de su casa “no quedó nada”.

“Alcanzamos a salir todos, toda la gente del pasaje salió. Desde anoche que estamos en la esquina, no nos dejan pasar a nuestras casas así que no sabemos cómo están”, asegura el vecino.

La incertidumbre de muchos residentes por saber cómo se encuentra su hogar o la imposibilidad de sacar documentos, plata o medicamentos, generó mucha angustia entre aquellos que esperaban detrás del cerco policial. Aguardaron durante horas una respuesta.

“Quedamos shockeados, no podíamos ni hablar”

Expresó Marianela Ferrari, una vecina de Alta Córdoba.

Marianela Ferrari vive en la esquina de Avellaneda y Góngora, sólo a unas cuadras de la planta química que explotó el jueves por la noche. Ayer a la mañana, estaba a la espera de una inspección, con la casa intacta. Gracias a la contención familiar, se la notaba muy tranquila.

“Estábamos por cocinar cuando sentimos el impacto. Había sólo tres personas de las seis que vivimos acá cuando sucedió la explosión. Nosotros pensamos que era un choque, pero luego vimos que no y no sabíamos qué hacer. Nos quedamos sin luz, la gente salía, lloraba. Quedamos shockeados, no podíamos hablar, nada”, narró Marianela.

Más de 12 horas después, los destrozos en la casa seguían intactos, esperando a los inspectores.

“Ahora estamos sin luz, sin gas, sin agua, sin nada. Estamos sin dormir desde anoche. Sólo vinieron los medios y familiares. Nos dijeron que no toquemos nada, que iban a venir a ver los daños que había pero todavía no pasó nadie”, aseguró la joven.

“Lo importante es que estamos bien. La casa se recupera, pero la vida no. Vimos cómo a un nenito de 4 años que jugaba en la vereda la onda lo tiró. Fue un gran susto porque estamos sólo a dos cuadras del galpón que explotó”, reflexionó la 
mujer.

“No puedo trabajar y soy sostén de familia”

Dijo Alejandra Marcial.

Alejandra Marcial vive y trabaja reparando transformadores a sólo una cuadra del lugar del depósito de químicos, sobre la calle Mendoza, entre Argensola y Lope de Vega. En el momento de la explosión se encontraba en su casa con sus hijos.

“Salí de trabajar, me vine adelante a mi casa y cuando estaba por salir a hacer compras, sentí la explosión. Los chicos empezaron a gritar y llorar asustados, había vidrios por todos lados”, recuerda esta mujer que es viuda y único sostén de familia.

“En el galpón donde trabajo me tiró todo el ­techo y rompió todos los vidrios. Con esto, no puedo trabajar, soy viuda con tres chicos que tengo que mantener y es la única entrada que tengo”, 
se lamentó Alejandra.

“Los chicos quedaron re asustados y anoche tuvimos que estar despiertos toda la noche porque no tengo vidrios. Tenemos miedo de que nos arrebaten”, admitió, aunque señaló que “la Policía estuvo el jueves por la noche haciendo guardia”.

“Hoy fui a ver cuánto sale un vidrio; tengo que reponer como 10 y no me da el presupuesto”, ma­nifestó la vecina.

“Entraba gente desconocida y se llevaron una ‘notebook’”

Denunció Patricia Castro.

Patricia Castro vive en Argensola al 800 y no para de llorar mientras narra los hechos de la explosión. No puede entender tanta destrucción en su casa.

“Yo estaba en mi habitación cuando explotó la onda expansiva. Me tiró. Lo único a que atiné fue a levantarme la remera en la cara. Pegué contra los ladrillos”, cuenta acongojada Patricia.

“A las nueve y media vino una doctora (una psicóloga) y le robaron un celular cuando se lo prestó a otra persona. En ese momento entraba gente que 
no sabíamos quién era, y se llevaron una notebook”, sostuvo la mujer, quien además de la catástrofe tuvo que sufrir un robo por parte de oportunistas.

“Mi hija voló unos cuatro metros hasta la otra pared”

Indicó Walter Bocco.

Walter Bocco es empleado de La Voz del Interior y vive al frente de la fábrica. Estaba con su hija cuando explotó el galpón y pensó que un avión había caído junto a su casa.

“Estábamos con mi hija ­menor, que tenía que estudiar Lengua para la escuela. Cuando fue la explosión, la puerta de entrada se partió en tres pedazos, voló hacia adentro, y mi hija, que estaba sentada en la cocina, voló unos cuatro metros hasta la otra pared”, contó.

“Envié a mi familia a la casa de mi suegra y yo me hice un caminito entre los vidrios y los muebles, para poder entrar”, narró el hombre, quien ayer permanecía en su casa.

Fuerte explosión sacudió el norte de la ciudad de Córdoba
Fuentes:
María del Mar Job, Bronca, llanto y miedo de los vecinos tras el estallido, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
Están graves los dos pacientes que permanecen internados, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
Julio Perotti, El minuto fatal que se llevó la paz del barrio, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
“La cuna de la bebé está llena de vidrios”, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
“Murieron mis mascotas”, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
“Alcanzamos a salir todos los del pasaje”, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
“Quedamos shockeados, no podíamos ni hablar”, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
“No puedo trabajar y soy sostén de familia”, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
“Entraba gente desconocida y se llevaron una ‘notebook’”, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.
“Mi hija voló unos cuatro metros hasta la otra pared”, 08/11/14, La Voz del Interior. Consultado 08/11/14.

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