viernes, 18 de abril de 2014

García Márquez, una pluma también al servicio del medio ambiente

El hijo del telegrafista, el escritor colombiano Gabriel García Márquez y único Nobel de Literatura de su país, también dedicó en numerosas ocasiones su oratoria y su pluma para hablar de la naturaleza y defender el medio ambiente.

por Pilar González

En su biografía “Vivir para contarla” nos recuerda como era su pueblo: “un lugar bueno para vivir, donde se conocía todo el mundo, a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. Al atardecer, sobre todo en diciembre, cuando pasaban las lluvias y el aire se volvía de diamante…”.

Al escritor le preocupaba el tema, y ya en la década de los 90 durante el II Foro de Reflexión de la UNESCO, García Márquez insistió en que la ecología debía ocupar a los intelectuales reunidos en aquella jornada.

Citó en aquella ocasión una frase del semiólogo y escritor italiano Umberto Eco según la cual “no hay que perder tiempo y dinero tratando de hacer ecólogos a los adultos, porque ya los grandes somos depredadores”.

El Grupo de los Cien
El escritor y periodista era además integrante del Grupo ecologista de los Cien (G-100), formado en México por cien artistas e intelectuales en 1985 con el objetivo de luchar contra la contaminación y el medio ambiente.

En 1988, el Grupo exigió al Gobierno mexicano información “transparente y honesta” sobre un supuesto accidente en la planta nuclear de Laguna Verde.

También en esa década, el escritor colombiano hizo un llamamiento para salvar la Bahía de Cartagena de Indias, denunciando el grado de contaminación de las aguas de Cartagena “es de los más altos y más peligrosos del mundo”, pero, añadió, que “estamos todavía a tiempo de salvarnos”.

Cien años de soledad
Estas son algunas de sus intervenciones públicas a favor del medio ambiente, pero es que en su literatura, la naturaleza también se revela poderosa:

“La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían principio ni fin. Los escribía en los ásperos pergaminos que le regalaba Melquíades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas.

En esta obra, Cien años de Soledad, exponente máximo del llamado realismo mágico,  el escritor  hace un mito de las mariposas, por supuesto amarillas, su color favorito.

“Fue entonces cuando cayó en la cuenta de las mariposas amarillas que precedían las apariciones de Mauricio Babilonia. Las había visto antes, sobre todo en el taller de mecánica, y había pensado que estaban fascinadas por el olor de la pintura. Alguna vez las había sentido revoloteando sobre su cabeza en la penumbra del cine. Pero cuando Mauricio Babilonia empezó a perseguiría, como un espectro que sólo ella identificaba en la multitud, comprendió que las mariposas amarillas tenían algo que ver con él…”.

En Colombia, hoy es una tradición liberar a estos insectos en celebraciones como bodas o cumpleaños.

García Márquez murió ayer a la edad de 87 años en su residencia de la capital mexicana, en la paz del hogar que habitó durante los últimos años.

Fuente:
Pilar González, García Márquez, una pluma también al servicio del medio ambiente, 18/04/14, EFEverde. Consultado 18/04/14.

No hay comentarios:

Publicar un comentario