Los últimos tiempos sorprenden a la mayoría de la población,
aún en aquellas ciudades pequeñas y núcleos rurales donde con pasmosa
indiferencia, se ejecutan obras de las más diversas índoles con total desprecio
del ambiente, del acerbo cultural, de las tradiciones y del patrimonio
histórico.
El “desarrollismo” parece ser la nueva enfermedad social a
la que el hombre se siente incapaz de sustraerse; así se rectifican corrientes
de agua, se talan montes y selvas seculares, se modifican accidentes
geográficos por imperio de la megaminería. Todo es inservible si de ello no se
obtiene un beneficio económico aunque implique la destrucción de lo existente.
El ser humano se ha transformado en un nuevo Dios implacable y omnipotente, con su “piqueta” demuele todo; ya no existe el pasado tras la promesa de un maravilloso futuro donde el “Señor del Progreso” distribuirá a raudales los beneficios de sus caprichos, ocurrencias y antojos. La historia, tal como la hemos entendido ya no existe, hoy es cosa de bibliotecarios y archiveros y la naturaleza se ha transformado en objeto de laboratorio donde señores de gruesas gafas investigan en el microscopio y en instrumental de última generación las modificaciones genéticas posibles y rentables, no importa si se trata de fauna o flora, eso sí, después del descubrimiento a agarrarse porque se desconocen las consecuencias.
El ser humano se ha transformado en un nuevo Dios implacable y omnipotente, con su “piqueta” demuele todo; ya no existe el pasado tras la promesa de un maravilloso futuro donde el “Señor del Progreso” distribuirá a raudales los beneficios de sus caprichos, ocurrencias y antojos. La historia, tal como la hemos entendido ya no existe, hoy es cosa de bibliotecarios y archiveros y la naturaleza se ha transformado en objeto de laboratorio donde señores de gruesas gafas investigan en el microscopio y en instrumental de última generación las modificaciones genéticas posibles y rentables, no importa si se trata de fauna o flora, eso sí, después del descubrimiento a agarrarse porque se desconocen las consecuencias.
En los últimos días venimos siendo testigos de
acontecimientos lamentables derivados de las actitudes de los conglomerados
sociales y sus líderes lo que desnuda impericia e incompetencia en el manejo de
la cosa pública y su relación respecto del medio natural.
Hoy vamos a dedicar nuestro comentario a las inundaciones
que se producen a consecuencia de las intensas lluvias del periodo actual. Si
creemos que lo ocurrido es patrimonio exclusivo de la provincia de Córdoba,
estamos equivocados, lo demuestran los fenómenos de San Juan, Catamarca y La
Rioja y no solo los de este año sino lo pasado el año anterior con las riadas
de Mendoza y La Rioja que ocurrieron en el área de cordillera y precordillera.
Debemos reconocer que aquellas regiones donde imperan
condiciones climáticas del ciclo semiárido, las amplitudes de la pluviosidad
son extremadamente variadas y así como en muchos casos se soportan sequías
prolongadas, también las poblaciones deben admitir las inundaciones como
procesos naturales, tratarlos como tales y recordar que cualquier planificación
debe contemplarlos para no caer luego en lamentaciones incapaces de reparar los
daños.
Este año como hacía mucho tiempo, los embalses provinciales
completaron su máxima capacidad obligando a las entidades públicas a la
liberación de los excedentes hídricos. Esta determinación puso sobre el tapete
y transparentó errores significativos a la hora de la apropiación de los
terrenos en la proximidad de las riberas de los cauces tanto de los que están
aguas arriba de los diques como los ubicados aguas abajo de los mismos.
Asimismo la urgente necesidad de la demarcación de las líneas de ribera. Los
ejemplos están a la vista: loteos en la costa del río de los Espinillos antes
de la desembocadura en “Los Molinos”; las ciudades de: Pampayasta, Villa María,
Villa Nueva, Ballesteros, Bell Ville, por las crecidas del río Ctalamochita no
respetadas por las distintas urbanizaciones; en las riberas del Suquía también
hubo que auxiliar a evacuados.
Si analizamos la situación en el orden nacional apreciamos
los deslizamientos de las laderas del Cordón del Ambato en Catamarca con graves
pérdidas para las localidades de Las Juntas, Rodeo y Siján, aquí los poblados
se encuentran emplazados al pié de los cerros, en el fondo de las quebradas y
por lo tanto con una vulnerabilidad extrema frente a estos acontecimientos
naturales. En el caso de Rodeo la villa serrana había modificado el cauce
original para la construcción del camping. Otro tanto es el caso de San Juan
donde la riada avanzó sobre Valle Fértil una localidad enclavada en pleno
desierto. El detalle que antecede es solo para ilustrar que los errores en la
planificación no son competencia exclusiva de Córdoba y que ya en el 2013 hubo
acontecimientos similares, entre otros, en el área de cordillera con
interrupción de la ruta nacional 7 hacia el paso internacional a Chile y en
Catamarca sobre la ruta 60 en dirección al paso de San Francisco.
En el año 2001 y con motivo de las inundaciones del sur
provincial a raíz de las crecidas del río Quinto o Popopis que cubrieron
300.000 has. cultivables con afectación de cuatro provincias desarrollé un
informe titulado “Todos arriba de la Loma” donde explicaba con lujo de detalles
la problemática de esa zona. Paso el tiempo poco o nada se hizo en este
intervalo, por solucionar aquellos problemas y hoy la naturaleza nos ofrece
otro campo de batalla: “el agua inundando los sectores urbanos” a manos del río
Ctalamochita.
Lo que antes le tocó al agro con pérdida de cosechas, con
terrenos inundados por largo tiempo, hoy lo viven las poblaciones cuya aventura
constructiva llevó a ocupar lo que le pertenece al río con un sinnúmero de
obras de distinta índole pero siempre con la constante que el terreno era parte
de un accidente geográfico el que a corto plazo regresaría a reclamar lo suyo.
En el marco de estas inundaciones está apareciendo un nuevo
actor del que todavía nadie habló, ni siquiera los ámbitos académicos de
nuestras prestigiosas universidades, sin embargo, aquellos que viven la
situación y el día a día de los poblados afectados advierten el problema. El
Intendente de Bell Ville ha dicho que el río tiene elaborado su cauce por
encima del nivel general de la llanura, por eso tuvo que levantar los
terraplenes en plena ciudad.
Lugareños hablan de períodos anteriores en los cuales el río
debía dragarse en los últimos quinientos metros de su recorrido y que de
hacerse hoy, esa tarea habría de insumir una longitud de siete a diez
kilómetros.
Geologicamente hablando hay una explicación para esta
situación y ella viene de la mano de la “neotectónica cuaternaria”. La llanura
pampeana está conformada por bloques del basamento cristalino y cada uno de
ellos responde de manera independiente a los esfuerzos corticales y
subcorticales que los afectan; debemos recordar que el borde occidental de la
llanura es una megafractura que posibilita el ascenso del Cordón de las Sierras
Chicas y el borde oriental que recorre aproximadamente el límite con la provincia
de Santa Fe, pertenece a la megafractura “Tostado, Selva, Morteros, Melincué”.
El bloque donde se aloja el cauce del río Ctalamochita, en
los últimos tiempos ha basculado diferencialmente elevando su cauce inferior -antes de la falla- dando por resultados dos cuestiones igualmente
significativas: el llano vecino se transforma en una “planicie embutida” de
donde el agua no puede drenar al río porque este está a una cota de nivel
superior; los mejores ejemplos de esto los encontramos en zonas de desembocaduras
de los ríos chaqueños y formoseños que desaguan en el río Paraguay y en segundo
lugar el cauce, lentamente, se va colmatando porque la corriente de agua ha
perdido su capacidad de carga y se ve obligada a depositar parte de lo
transportado.
La complicación es grande y las alternativas son escasas
porque las soluciones solo serán temporales: el dragado se impone de manera
permanente, la demarcación de la línea de ribera será transitoria pero es
imperiosa, y las obras, cualquiera sean ellas, quedarán a merced de las
condiciones naturales de la región y sus respectivos ciclos climáticos.
Carlos A. Seara es geólogo
Fuente:
Cuando el “desarrollismo” ignora a la naturaleza y a laHistoria, 28/03/14, ECOS Córdoba.
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