domingo, 23 de febrero de 2014

1891: inundación en las Villas


por Jesús Chirino

El río, ese que trae y lleva tantas cosas, quizás ha sido el elemento más importante para que estas tierras fueran elegidas como espacio para el crecimiento de nuestras poblaciones. Las aguas del río estuvieron antes de tantas cosas, algunas veces dando vida y otras llevándose la misma. A finales del Siglo XIX se produjo una de las grandes y periódicas inundaciones mediante las cuales el río sabía mostrar su poderío antes que los diques contuvieran su bravura.

Suben las aguas
En el caso de Villa María, se registra la primera inundación tiempo antes de la fecha que se reconoce como la de su fundación. Así quedó plasmado en los informes técnicos del personal ferroviario que hablan de la necesidad de volver a poner en condiciones los terraplenes, construidos para el tendido de las vías, por haber sido maltrechos por las impetuosas aguas.

Pero aquí nos ocuparemos de lo acaecido en el año 1891, cuando las dos localidades unidas por el río fueron sorprendidas por una gran inundación que las afectó profundamente. Al año siguiente se editó un folleto en el cual se dejó constancia de lo sucedido esos días. Aquel material editado en el “Establecimiento tipográfico de El progreso”, titulado “Ecos de la inundación en Villa María”, inicia diciendo que hacía 14 años “que Villa María y Villa Nueva no presenciaban un cuadro tan triste y conmovedor como del que hemos sido testigos presenciales y víctimas a la vez y cuyo recuerdo nos tiene aún grandemente impresionados”. Inmediatamente pasa a señalar que en ese escrito se describirá “…lo ocurrido con motivo de las espantosas crecientes habidas los días 21, 24, 26 y 27 de diciembre”.

En la primera de estas jornadas, (...) A las siete de la mañana, los vecinos fueron sorprendidos por la noticia de que las aguas del río desbordaban. Crecían con rapidez y fuerza, pero nadie se imaginaba que poco tiempo después la población estaría invadida por el líquido elemento. Según la publicación mencionada “a las nueve ya todo era confusión entre el vecindario, y a las 10 AM sólo se oían las fatídicas palabras de: ¡sálvese quien pueda!”

También solidaridad
En situaciones como esa, crítica y dolorosa, se expresó lo humano en todo su abanico de posibilidades, desde los gestos altruistas hasta aquellos que aprovecharon la ocasión para hacerse de lo que no les pertenecía.

Así, por las noches, aprovechando que algunas casas fueron abandonadas por sus moradores, se alzaron con todo lo que encontraron de valor. Pero en medio de ese clima también floreció la solidaridad. Eso posibilitó que varios de los vecinos evacuados pudieran refugiarse en los vagones que para tal fin dispuso el jefe de estación, Mister Jones.

Por su parte, y según describe el cronista de la época, la firma Bernardo Fernández y Cía cedió “un gran cajón que les servía para envenenar cueros y el que está prestando grandes servicios, sirviendo de balsa en el paso que está del otro lado del puente”. Pero no sólo vecinos de las Villas cruzaron el río en aquel cajón convertido en embarcación.

En la página seis del folleto de “El Progreso” se destaca que “entre los primeros viajeros que ayer pasaron al otro lado en la improvisada balsa, se cuenta el señor gobernador, señor Julio Astrada y algunos otros caballeros”.

Las localidades sufrieron cuantiosos daños, edificaciones desplomadas como las propiedades de Juan Echegaray y el depósito de vinos de Domingo Olivero, entre otras. Pero las manos generosas de algunos vecinos se elevaron para proporcionar ayuda a los más humildes.

Así, por ejemplo, en el mercado de Villa Nueva se montó una oficina de la Cruz Roja para atender a todas las familias que necesitaban ser socorridas con dinero.

También desde el Estado surgió alguna ayuda, así el jefe político hizo saber que le había telegrafiado el ministro del Interior, general Julio A. Roca, para decirle que contribuiría con quinientos pesos para ayuda de las víctimas.

Agua por toda la zona
Villa Nueva fue especialmente castigada por el fenómeno de la Naturaleza. Desconsolador fue el término que se usó en el folleto referido a la hora de describir la situación. Allí se escribió “no puede ser más triste y desconsolador el aspecto que presenta Villa Nueva: las calles completamente inundadas de agua y cubiertas algunas con los escombros de los edificios que se han derrumbado, le dan el aspecto de una población en ruinas”.

Más adelante el cronista responsable de la publicación señala que “a duras penas logramos ayer poder llegar hasta una cuadra más acá de la plaza, no pudiendo continuar más adelante a causa de la gran cantidad de agua que con impetuosa rapidez corría por las calles; pero no obstante esto, ya nos hemos podido formar una idea exacta del estado en que se encontrará el resto de la población”.

La inundación también afectó otras localidades de la zona. Así desde Pampayasta informaron que los daños fueron cuantiosos pues la creciente arrastró viviendas, sembradíos y ganado. En Yucat las pérdidas fueron tildadas de “colosales, pues todo cuanto había plantado ha sido arrasado por las aguas”.

El folleto también señala qué pasó en Cárcano, “en esta población el agua subió como hasta un metro de altura, causando grandes perjuicios en las sementeras y edificios, viniéndose al suelo algunos de éstos. Después de la inundación y por la noche, se desencadenó una especie de ciclón, el que causó un muerto y tres heridos a consecuencia de haberse desplomado las viviendas en donde dormían esos infelices”.

En los pobladores aún estaban frescos los recuerdos de las grandes inundaciones que en 1878 y principios de 1879 habían causado destrozos en Villa Nueva.

A raíz de esos sucesos se erigió un gran terraplén a modo de defensa para que las aguas del río Ctalamochita entonces conocido como Río Tercero no volvieran a sobresaltar a la población.

Pero en 1891 las aguas bajaron embravecidas y nada detuvo su destructiva marcha.

Día tras día avanzaron tanto por las calles de Villa Nueva como de la vecina Villa María, dejando a familias completas sin un humilde techo bajo el cual vivir. Aquel fi­nal de 1891 el río golpeo varios días y cada vez provocaba más temor entre los lugareños.

Así lo registró el cronista que escribió: “Ayer como a la 1 AM fuimos sorprendidos por una lluvia torrencial acompañada de un fuertísimo viento, que no ha dejado de causar perjuicios en las arboledas y luego después como apéndice recibimos otra vez la visita inesperada del río, lo que volvió a causar nuevos sustos a los vecinos y las consiguientes disparadas”.

Si bien cada tanto nos siguen visitando los fuertes vientos, la bravura del río ha sido dominada por las obras de ingeniería y ya no vienen muchos miedos montados en sus aguas.

Fuentes:
Jesús Chirino, 1891: inundación en las Villas Parte 1, 09/09/12, El Diario del Centro del País.
Jesús Chirino, 1891: inundación en las Villas Parte 2, 09/09/12, El Diario del Centro del País.

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