Ayer se conmemoró un año de la terrible tragedia anunciada, o la masacre culposa, de la Estación Once. En un acto convocado por los Familiares y Amigos de las Víctimas, se leyó un trascendental documento que aquí difundimos. "La tragedia de Once fue la consecuencia de la voluntad de enriquecerse sin importar las consecuencias", fue una de las frases destacadas.
COMUNICADO AL PRIMER AÑO DE LA TRAGEDIA DE ONCE POR
LOS FAMILIARES
Buenas noches a todos. Acá estamos, con el corazón
destrozado, pero de pie, junto a todos ustedes, en esta Plaza que es de todos,
a la que hoy llegamos con una consigna única, la de pedir justicia, producto de
una masacre de inocentes cuyos rostros sobrevuelan esta noche, guiándonos, y
uniéndonos, rostros de personas hermosas, que hoy son almas eternas.
Este acto no es una victoria, este acto nunca debió haber
existido, porque la Tragedia
de Once nunca debió haber pasado. Nos merecíamos haber sido cuidados para no
atravesar este dolor. Pero aún así, es un orgullo enorme que nos estén
acompañando en este día. Aquí hay gente de todos los sectores que componen
nuestro país. Hay trabajadores de todos los oficios, profesionales,
intelectuales, políticos, sindicalistas, artistas de distintas disciplinas.
Muchos de ustedes no coinciden en la mirada sobre el presente, el futuro o el
pasado de esta tierra donde vivimos. Es lógico y hasta necesario que así sea.
Pero pudieron entender nuestra consigna, y pudimos aunarnos en el pedido de
Justicia, con ese lema como bandera que nos unifica. Y eso marca una vez más
que siempre hay un lugar en donde encontrarse cuando la necesidad es de todos,
y los resultados serán para todos.
Este no es un acto politizado, es un hecho político, porque
esa es la manera de definir a esta unión en la que las diferencias desaparecen,
para expresar una necesidad básica para nuestro crecimiento como sociedad: la
exigencia de juzgamiento para los responsables de la muerte de inocentes.
Vengan de donde vengan, y se llamen como se llamen, los
asesinos son asesinos, los corruptos son corruptos, los cómplices son cómplices
y por eso deben ser juzgados y condenados.
Los repudiamos, que nos miren, levantemos los carteles para
que se vean en todo el país, abracémonos a la distancia con los miles de
argentinos que con su foto piden lo mismo que nosotros. Y si a nuestras
espaldas cierran los ojos para no vernos, entonces gritemos, que escuchen como
nuestras voces se multiplican por todo el territorio nacional.
Junto con nuestro dolor, comenzó nuestra búsqueda de
justicia. Desde ese día dijimos, y hoy mas que nunca decimos, que es en los
Tribunales donde nuestro reclamo judicial debe ser escuchado. La bandera que
encabeza nuestro pedido no es la bandera del rencor ni la venganza. Es la de
todos los hombres y mujeres de bien de este país, la de la justicia, la verdad
y la memoria, la de la lucha para las victimas que han dejado la vida en ese
tren, descansen en paz.
Desde el día de la tragedia, cuando la gente se acercaba a
solidarizarse, era común escuchar que “en este País nunca pasa nada”. Todos
nosotros, este grupo unido, un poco por necesidad y otro poco por convicción,
salimos a dar la batalla legal, sabiendo que enfrentábamos al poder económico y
al poder político.
Ya nadie duda que la tragedia empezó a gestarse muchos años
antes. Lo que pasó el 22 de febrero no fue un accidente ni la maniobra de un
conductor imprudente, fue una tragedia previsible, producto de la situación
desastrosa en la que funcionaba el servicio, producto de la ambición desmedida
y del descontrol cómplice de los funcionarios, empresarios y sus socios
sindicalistas.
La tragedia de Once fue la consecuencia de la voluntad de
enriquecerse sin importar las consecuencias. Actuaron con desprecio por la
vida, creyéndose impunes. Hoy luchamos para que esa impunidad se termine. La
corrupción no solo se llevó la plata del pueblo, esta vez se llevó muchas
vidas. La cara visible de la corrupción es la muerte y su cómplice es el
silencio. Para ser más claros, los empresarios y funcionarios corruptos mataron
a nuestros seres queridos.
Pero para que la
Justicia sea “justa” debe dar respuesta rápida, y en
Argentina eso casi nunca pasa. Por eso, y más allá de de las diferencias que
tenemos y tendremos, es de destacar la celeridad que el señor Juez Instructor, la Sala II y todo el personal
de la justicia le imprimieron al trámite judicial. A un año, vemos que esta
vez, gracias a nuestra lucha y con el apoyo silencioso pero constante de la
gran mayoría de nuestra gente, la “justicia” en su concepto más amplio, se
acerca inexorable para condenar a los responsables.
Hoy, con la elevación a Juicio Oral, iniciamos una nueva
etapa, pero con muchas certezas y con los hechos y responsabilidades probados
mediante el irrefutable trabajo pericial.
A partir de esta nueva instancia será el Tribunal Oral Nº 1,
el que tenga la responsabilidad de aplicar condenas justas y ejemplificadoras.
A ellos les decimos que en estas familias tendrán el apoyo que necesitan para
impartir Justicia. Pero también les decimos que estaremos esperando cada día
que dicten una sentencia contundente e inflexible con el poder. Pelearemos para
que absolutamente todos los responsables empresariales, políticos y sindicales
sean condenados con la máxima dureza. Lo haremos por nuestros muertos y
heridos, por nosotros y nuestras familias, por sus amigos, compañeros y por
cada usuario del Sarmiento.
Y si del debate oral surgen las pruebas de que otros
funcionarios, de mayor o menor rango actuaron con complicidad, nadie dude que
seremos los primeros en iniciar una nueva lucha, para que todos, tengan el
cargo que tengan y porten el apellido que porten, paguen por su responsabilidad.
Exigiremos que la causa avance todo lo rápido que sea
posible, sin importar tiempos ni intereses políticos, para que de una vez por
todas, nuestro pueblo sienta que 52 muertes no fueron en vano.
Y para que la sociedad argentina tenga la certeza que desde
ese día ya nada será igual, que a partir de ese momento los que las hacen, las
pagan, sin importar ni su cargo, ni sus contactos, ni su cuenta bancaria.
Todos los integrantes del gobierno tienen alguna
responsabilidad sobre lo sucedido. Por acción o por omisión, por haber dejado
de hacer o haber callado o por haber mirado para otro lado o agachar la cabeza,
cuando se debió ser critico.
Obviamente que no nos olvidamos de las frases hirientes,
fuera de lugar y de pésimo gusto, ni de sus autores. Recordamos lo dicho, los
nombres y las caras de quienes lo dijeron, pero ante cada barbaridad
pronunciada se reprodujeron quienes las aplaudían, por eso son todos parte de
las muestras de miseria y olvido que hemos sufrido a lo largo del año. Anoche,
como sucedió recién cinco días después del desastre, la Presidenta se acordó de
nosotros, con un mensaje más hiriente que el propio silencio, con un abrazo
solidario tardío. Nuestro dolor no es solo un momento malo de la vida, como
expresó en su discurso, sino producto de la inacción de su propio gobierno, la
masacre de inocentes no solo es un momento triste, es producto de la corrupción
amparada por Jaime, Schiavi, Sícaro, Luna, Ochoa Romero y otros funcionarios de
esta gestión. Y la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo debe ser un
ejemplo, pero no queremos ni debemos pasar 35 años para obtener justicia. Este
no fue mas que la continuación de un discurso que empezó en febrero de 2012,
cuando se culpabilizó a las víctimas y se pidió tiempos ridículos para las
pericias.
Schiavi debió ser echado del gobierno el mismo día 22, sin
embargo se le aceptó la renuncia días después y se lo despidió con una ovación,
como si se tratara de una víctima mas, amparando a uno de los que hoy están
procesados.
En otra muestra de cinismo inexplicable, se intentó poner a
Antonio Sícaro como Subsecretario de Regulación Normativa en el Ministerio de
Transporte cuando estaba imputado en la causa, y solo nuestra oposición lo hizo
renunciar. Hoy es otro de los procesados.
En otra frase inentendible, desde el Ministerio de
Transporte se hablo de revolución en el transporte.
Las revoluciones no se hacen por cumplir con el deber de
funcionarios.
Todos conocemos la inseguridad constante a la que estamos
expuestos en el transporte ferroviario.
Será una revolución cuando llegue el día de poder viajar
seguros.
Cumplir con las funciones que impone la función pública no
es una revolución, invertir en transporte no es una revolución. Mejorar las
líneas de tren devastadas por la corrupción sindical, empresarial y estatal no
es una revolución.
Eso es una obligación de quienes decidieron formar parte de
un gobierno y es un derecho que deberíamos tener todos. Y que reclamaremos
hasta que sea una realidad.
Desde el poder ejecutivo se vanaglorian de lo hecho en un
año, olvidándose de que antes tuvieron nueve años para hacerlo. No hablen más
de la herencia recibida. Sabemos que fue desastrosa, pero nada cambió hasta que
llegó la tragedia.
¿Falto plata? No. Plata hubo.
¿Faltaron avisos? No. Los avisos abundaron.
¿Falto tiempo? No. El tiempo sobró.
Les faltó querer cumplir con las promesas que quedaron solo
en anuncios allá por 2006 y cuidar a los usuarios en vez de darle lugar a los
corruptos y asesinos que se llenaron los bolsillos a costa de sangre.
Tuvieron todas las oportunidades y todas las posibilidades
no quisieron hacerlo y su incumplimiento nos arrastró a ese miércoles
fatalmente inolvidable.
Por estos meses se cambiaron vías, se refaccionaron
estaciones, y hasta se pusieron televisores de plasma que marcan horarios de
trenes que jamás se cumplen. No entendemos las prioridades de las obras.
Primero las estaciones antes que las señales, primero los monitores de video
antes que los cruces de barreras. Ni hablar del soterramiento y de una tunelera
mostrada con bombos y platillos que jamás entró en funcionamiento. Otra mentira
más.
Mientras se montan campañas publicitarias gastando cientos
de miles de pesos en spots y folletería, los usuarios siguen viajando igual de
mal y la imagen que se pretende mostrar en televisión es muy diferente a la
realidad. Basta acercarse a cualquier estación para comprobar que eso es así.
Los desperfectos son cosa de todos los días y no solo en el Sarmiento. Los
usuarios de cada uno de los ramales ferroviarios viven en estado de alerta.
Retiro, Constitución, incluso Once no están tan lejos de repetir otro desastre
de una magnitud similar a la de febrero.
Se refaccionan las cosas menos importantes, pero más
visibles, como si nadie se diera cuenta de la maniobra. Pintan vagones de
celeste, sobre una chapa corroída por el oxido, y encima en la empresa Emfer,
que sigue perteneciendo a los Cirigliano. Pedimos la estatización de esa
empresa, para salvaguardar los puestos de trabajo, y para que este Gobierno
deje de negociar con los responsables directos del 22 de febrero. ¿Cuando van a
dejar de ser socios de los Cirigliano, que, en este caso, es lo mismo que decir
cómplices?
Entonces, hagan lo que hagan, anuncien lo que anuncien,
inviertan lo que inviertan, nunca van a poder borrar los nueve años de
abandono. Pero por sobre todo no podrán olvidarse ni hacer olvidar a los 52
muertos, que son, como tantos otros, victimas de este gobierno que debió haber
trabajado para evitarnos este dolor y no quiso hacerlo.
Todo lo que estén haciendo, y lo que hagan será una
consecuencia lógica del desastre . Las obras anunciadas se están ejecutando sin
ningún tipo de control ni de gastos ni de plazos. Exigimos que, de acuerdo al
compromiso ya asumido por la
Comisión de peticiones especiales, en cuanto se reinicie la
actividad parlamentaria el Congreso le dé tratamiento urgente al proyecto de
creación de una Comisión Bicameral para el control de las obras. Falta mucho
por hacer, ya que los cambios profundos siguen sin aparecer, por eso es
necesaria una supervisión profunda realizada por diputados de distintas fuerzas
políticas, en nombre de todos nosotros.
Y pedimos al Estado, no solo al Poder Ejecutivo, sino
también al Legislativo que haga realidad lo solicitado por las Sala 2 de la Cámara Federal
cuando señala que “compete al Estado brindar apoyo y contención a las víctimas
previendo y disponiendo todos los medios adecuados para darles integral
asistencia”. Integral significa en todos los aspectos y para todos, sin ninguna
clase de discriminación, que cubran todos los aspectos de los daños causados.
Un día es mucho pero un año es demasiado para el grado de
abandono que, no solo las familias de los fallecidos sino los 800 heridos,
hemos vivido. El daño es inmedible, tan difícil de dimensionar como la
vergüenza que da que tengamos que pedir ayuda en lugar de recibirla.
El 22 de febrero debiera ser instituído como un día de duelo
nacional, un día para recordar a tantas muertes absurdas.Y no nos referimos
solo a nuestros muertos. Nos rodean muchas familias que, como nosotros, han
sido víctimas de la corrupción enquistada en el poder como Cromañón, Kheyvis o
Beara. Pero también las víctimas de la violencia policial, institucional, de
género, de tránsito, tanta muerte evitable, que dejó lugares vacíos para
siempre. Mariano Ferreyra (víctima de la misma trilogía siniestra de
empresarios, sindicalistas y funcionarios que nosotros), Marita Verón, los
pibes de Ecos, tantos otros hermanos en el dolor. A todos ellos nuestro abrazo
solidario, y el agradecimiento por acompañarnos siempre.
A esta tragedia se sumo una víctima más, aún cuando no se hayan
esclarecido los motivos del crimen. El asesinato de Leonardo Andrada nos
conmueve, y por ello es que reclamamos fuertemente que se esclarezcan los
motivos y circunstancias del asesinato, que se encuentre y juzgue a los
responsables, y que la familia de este trabajador encuentre en ello algo de
paz. Desde aquí toda nuestra solidaridad con su familia.
Los asesinos de escritorio hicieron que perdiéramos
físicamente a 52 seres irrepetibles. Por su accionar negligente, y delictivo ya
no podemos abrazarlos, ni mirarlos a los ojos y no podremos nunca dejar de
extrañar sus voces. Sin embargo, nuestros seres amados acá están, porque los
corruptos no pueden matarlos, porque están en nosotros, y en cada uno de
ustedes, porque están cada vez que los pensamos y los lloramos, pero también
cada vez que gritamos justicia, porque sus sonrisas nunca podrán ser opacadas
por las miradas oscuras de los culpables, porque no hay silencio que pueda
tapar sus risas. Acá están los 52, junto a nosotros, no hay nada que pueda llevarlos
al olvido, y es en su recuerdo adonde encontramos todos los días los motivos
para seguir. Para seguir levantándonos, para seguir caminando, para seguir
exigiendo justicia, pero sobre todo para seguir manteniendo viva la memoria,
para que nadie olvide ni la cara ni las culpas de los responsables políticos,
empresariales y sindicales de esta masacre.
En memoria de los mártires del 22 de febrero, aquellos que
sintieron como se les iba la vida esa mañana sin entender porque, nos hemos
encontrado esta noche. Pero también por nosotros, y por los que vendrán, por
los que creemos que es posible un país justo, libre de delincuentes con cargos
públicos, libres de empresarios enfermos de codicia, libres de sindicalistas
entregadores de trabajadores.
Levantemos una vez mas nuestros carteles.
Libres, justos, unidos. Como hoy, por la Argentina que queremos
todos.
Justicia por las víctimas de la tragedia de Once
Fuente:
"Será una revolución cuando llegue el día de poder viajar seguros", 23/02/13, ComAmbiental.
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