por Antonio Elio Brailovsky
La nuestra es la única cultura en la historia humana en la
que el desconocimiento de la naturaleza juega un importante rol económico y
político.
Entre nosotros, existen importantes grupos de interés que
lucran con la destrucción del medio natural al que pertenecemos y que nos
sostiene. Pueden seguir haciéndolo porque hay demasiada gente que ha olvidado
esa pertenencia y cree que la naturaleza es algo lejano y no el agua que bebe y
el aire que respira.
Incide en esa ignorancia el modo de vida urbano que, a
menudo, nos hace olvidar los ritmos de la naturaleza. Por eso, nuestra
insistencia en recordarlos.
En esta entrega ustedes reciben:
Un texto del cubano Alejo Carpentier, uno de los grandes del barroco latinoamericano de mediados del siglo XX. Narra una peregrinación a Santiago de Compostela, en la cual es importante el momento del año en que ocurre.
El recordatorio de mi libro "Buenos Aires, ciudad inundable", publicado por Kaicron y Le Monde Diplomatique, que espero ya estará en librerías.
La obra de arte que acompaña esta entrega es "Otoño" de la pintora vasca contemporánea Clara Ganguntia. Esta obra refleja un aspecto sugestivo del arte de nuestros días, que es el regreso de lo figurativo. Durante gran parte del siglo XX, los que creían saber del tema repetían que la fotografía había matado al arte figurativo. En este momento, son muchos los artistas que nos muestran su forma de ver el mundo, de un modo semejante al real, usando los pinceles.
Quiero saludarlos en el comienzo del otoño.
Un gran abrazo a todos.
Antonio Elio Brailovsky
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“Por los caminos de Francia va el romero, con las manos
flacas asidas al bordón, luciendo la esclavina santificada por hermosas conchas
asidas al cuero, y la calabaza que sólo carga agua de los arroyos. Empieza a
colgarle la barba entre las alas caídas del sombrero peregrino, y ya se le
desfleca la estameña del hábito sobre la piadosa miseria de sandalias que
pisaron el suelo de París sin hollar baldosas de taberna, ni apartarse de la
recta vía de Santiago, como no fuera para admirar de lejos la santa casa de los
monjes clunicenses.
Duerme Juan donde les sorprende la noche, convidado a más de
una casa por la devoción de las buenas gentes, aunque cuando sabe de un
convento cercano, apura un poco el paso, para llegar al toque del Angelus, y
pedir albergue al lego que asoma la cara al rastrillo. Luego de dar a besar la
venera, se acoge al amparo de los arcos de la hospedería, donde sus huesos,
atribulados por la enfermedad y las lluvias tempranas que le azotaron el lomo
desde Flandes hasta el Sena, sólo hallan el descanso de duros bancos de piedra.
Al día siguiente parte con el alba, impaciente por llegar,
al menos, al Paso de Roncesvalles, desde donde le parece que el cuerpo le
estará menos quebrantado, por hallarse en tierra de gente de su misma lana. En
Tours se le juntan dos romeros de Alemania, con los que habla por señas. En el
hospital de San Hilario de Poitiers se encuentra con veinte romeros más; y es
ya una partida la que prosigue la marcha hacia las landas, dejando atrás el
rastrojo de trigo, para encontrar la madurez de las vides.
Aquí todavía es verano, aunque se cumplen faenas de otoño.
El sol demora sobre las copas de los pinos, que se van apretando cada vez más,
y entre alguna uva agarrada al paso, y los descansos de mediodía que se hacían
cada vez más largos, por lo oloroso de las hierbas y el frescor de las sombras,
los romeros se dan a cantar”.
Alejo Carpentier, cubano: “El camino de Santiago”, 1958.
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Si no lo encuentran en librerías, pueden consultar con el
editor en:
kaicron@kaicron.com.ar y rivas@kaicron.com.ar
Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, El sol demora sobre las copas de los pinos, 20/03/2011, Defensoría Ecológica.
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