El proyecto de obra apuntaba a un fin turístico; sin embargo, por ahora solamente cumple la función de contener las aguas. |
Una serie de demandas legales por expropiaciones de terrenos impagas la inhabilitaron para el uso público y la explotación turística. Los costosos equipos que posee se encuentran paralizados y se están dañando.
Sumergida
en conflictos políticos, judiciales y ambientales, la represa de
Achiras, construida hace tan sólo doce años, se encuentra en un
evidente estado de abandono que pone en riesgo su utilidad.
Una
serie de demandas judiciales, que tiene parados en una orilla al
gobierno provincial y en la opuesta a los propietarios de los campos
afectados por la construcción de este embalse de agua, derivó en su
inhabilitación para el uso público y la explotación turística.
Todo, según se denuncia, como resultado de una “ineficiente
gestión en la expropiación de las tierras”.
Además
de cumplir con la misión fundamental de contener inundaciones, esta
obra hidráulica fue concebida también para convertirse en un lugar
imperdible para disfrutar las bellezas de la flora y fauna que la
rodean, para transformarse en un gran centro turístico regional,
apto para los deportes náuticos y, por si fuera poco, conformar un
reservorio de agua de alta calidad que abasteciera a la localidad de
Achiras cuando fuera necesario.
Pero,
mientras pasa el tiempo y no se avizora el fin del conflicto -al
menos en el corto plazo-, los vecinos de la localidad Achiras,
bautizada “La linda del sur cordobés”, ven ahogarse en las aguas
de este lago de 50 hectáreas los sueños de una obra que prometía
cambiar para siempre la historia del pueblo.
Lejos
de hacerlo, la inversión peligra en toda su dimensión. Costosísimos
equipos se encuentran en desuso y podrían deteriorarse seriamente,
con lo cual la represa ni siquiera podrá cumplir la misión
principal que motivó su construcción en 2007: la contención de los
excesos hídricos de los arroyos Los Coquitos y Achiras para prevenir
inundaciones aguas abajo.
Este
diagnóstico se desprende de un trabajo de investigación titulado
“Transformaciones territoriales y conflictos emergentes. El caso de
la represa de Achiras, Córdoba”, que llevaron adelante los
docentes Solange Páez (38) y César Brandi (43), del Departamento de
Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad
Nacional de Río Cuarto.
Cuando
el gobierno nacional puso en marcha en el año 2005 un Plan Federal
de Control de Inundaciones para atender los problemas hídricos de la
región pampeana central (La Pampa, Córdoba, Santa Fe y Buenos
Aires) pautó la construcción de once represas en esta provincia:
Tigre Muerto, Chañar, Achiras, Las Lajas, Delegue, Las Cortaderas,
La Tapa, La Barranquita, Cipión I, Cipión II y Piedras Blancas. De
estas obras proyectadas, sólo las primeras cuatro se concretaron.
La
presa de Achiras, situada en el departamento Río Cuarto, al sudoeste
de la provincia de Córdoba, es una obra hidráulica que ocupa una
extensión de 50 hectáreas, destinada a embalsar las aguas del
arroyo homónimo, que nace en el faldeo oriental de las Sierras de
Comechingones. Su finalidad era regular crecidas, proveer de agua
potable a la población local y realizar un aprovechamiento
turístico.
El
agua de esta presa es considerada un reservorio que puede ser
utilizado para abastecer al pueblo en caso de necesidad. Todo el
predio que la circunda es una gran reserva de fauna y flora
autóctona, de allí la importancia de su preservación y cuidado.
Sin
embargo, aunque las obras se terminaron hace pocos años (en 2007),
la presa está sumida en un “profundo estado de abandono”, según
dan cuenta los investigadores Páez y Brandi. “No puede usarse con
fines turísticos ni deportivos, puesto que el gobierno nacional no
transfirió las respectivas instalaciones al Estado provincial”,
comentaron.
Estos
docentes, que integran el Grupo de Investigaciones Socioterritoriales
y Ambientales del Departamento de Geografía, pudieron conocer en ese
sentido que el Ministerio de Infraestructura Federal de la Nación,
que financió la construcción de las represas de Achiras, Las Lajas
y Tigre Muerto, no habría concretado el acta formal de transferencia
de las obras hacia la Subsecretaría de Recursos Hídricos de
Córdoba, organismo que tiene jurisdicción sobre todos los embalses
enclavados en el territorio provincial.
Nadie
quiere hablar
La
investigación de los profesionales universitarios insumió más de
un año de trabajo, durante el cual se dieron muchas veces contra el
paredón: el que interpuso el hermetismo de las fuentes
gubernamentales y privadas.
“Nos
quedamos con una sensación de amargura y frustración después de
concluir la investigación. Nos hubiese gustado obtener más
información, explicarle a la gente más sobre el tema, porque es
necesario hacerlo, pero todas las puertas se cerraban. Hay fuertes
intereses de un lado y del otro y nadie quiere decir nada por
precaución debido al estado de judicialización del tema”, confió
Solange Páez, quien integra los equipos docentes de las cátedras de
Introducción a la Geografía y Teoría del Pensamiento, del
Profesorado y la Licenciatura en Geografía.
Pocos
se ofrecieron a brindar información de primera mano sobre el asunto.
De
todas maneras, el relevamiento de la obra y sus alrededores permitió
confirmar que, “por ahora, la represa cumple el objetivo de
proteger las tierras aguas abajo, contener los excesos hídricos y
evitar inundaciones, pero aún queda la deuda pendiente con los
productores que esperan que se les pague por las expropiaciones”,
apuntó la profesora Páez.
Con
el paso de los años, desde que se inició la construcción de la
represa, los dueños de los terrenos inundados y aledaños denuncian
que el gobierno de la provincia de Córdoba llevó adelante una
expropiación “cargada de irregularidades”.
“Si
bien la presa funciona, los dueños de las tierras no han logrado
cobrar por ellas y, a sabiendas de que no pueden oponerse a una
expropiación, solicitan, al menos, que el Estado provincial cumpla
pagándoles la indemnización que por ley les corresponde. En los
hechos, las tierras han sido expropiadas, pero legalmente la
Provincia no ejecutó el juicio de expropiación, que consiste en
iniciar un proceso judicial, informar sobre la declaración del bien
como de utilidad pública y depositar el monto que está dispuesta a
pagar por las tierras tomadas”, precisaron los geógrafos de la
Universidad.
En
total, son tres los productores afectados, dos de los cuales tienen
acciones judiciales en marcha, mientras que el tercero aún está
esperando los resultados de una negociación.
Al
primero se le expropiaron 30 hectáreas de campo, pero sólo se
inundaron 8 hectáreas, por lo que las restantes 22 quedaron
inutilizadas. Por esa razón, en el año 2008 decidió iniciar dos
juicios, uno de expropiación inversa (restitución) contra la
Provincia, tal como lo permite la ley cuando el proceso regular no se
cumplimenta, y otro contra la empresa ejecutora de la obra por los
daños ocasionados a su propiedad cuando le autorizó el paso para
que trabaje en el sector. La propiedad de esta familia es de 50
hectáreas, de las cuales 30 quedaron afectadas a la presa. El dueño
recibió una oferta de dinero inicial por las tierras, que desestimó
por resultarle “burlesca”. Le ofrecieron por ellas, en su
momento, $ 70 mil, cuando un terreno de 1.500 metros cuadrados en
Achiras costaba $ 30 mil.
El
argumento de la Provincia es que esos campos no tienen gran valor por
estar en una zona improductiva para cultivo o cría de ganado,
mientras que el reclamo de los propietarios se sustenta en que se
trata de una zona turística y por lo tanto la cotización de los
terrenos es mayor. El reclamo específico al Estado cordobés es
poder regularizar la situación, cobrar por las tierras expropiadas y
escriturarlas como corresponde.
En
esta causa judicial también quedaron en el ojo de la tormenta las
empresas obradoras que trabajaron para construir la presa.
Es
por los daños ocasionados a la propiedad. El dueño habría firmado
un convenio de paso con la Dirección Provincial de Agua y
Saneamiento (Dipas) que sólo contemplaba “la colocación de una
alambrada y no el ingreso de topadoras para derribar los árboles y
alambres existentes”, que hoy reposan peligrosamente en el fondo de
la presa, tal cual se desprende de la información relevada por los
académicos universitarios.
“El
propietario de esta porción de tierra en litigio alertó sobre el
riesgo que subyace bajo las aguas de la presa si el lugar se habilita
y va gente a bañarse, dado que todo el material arrancado (alambres
y restos de árboles) no fue limpiado antes de inundar”, resaltó
la profesora Páez.
A
un segundo dueño se le expropiaron 60 hectáreas de su campo, pero
tampoco se sustanció el juicio de expropiación y, aunque todavía
no recurrió a los tribunales judiciales a la espera de un acuerdo,
sí reclamó por carta documento a la gobernación provincial que se
le pague por esas tierras. A su vez, reclama la devolución de 11
hectáreas que le fueron “mal expropiadas”, porque nunca
“estuvieron contempladas dentro del proyecto de la presa o de la
laguna de contención previa”, detalló la docente local.
En
el tercer caso, el dueño sufrió la expropiación de 51 hectáreas.
Si bien llegó a un acuerdo con la Provincia a través de un convenio
de advenimiento (conciliación de partes), hasta ahora sólo cobró
alrededor del 60% del monto total pautado. Este trámite resultó
particular y se agilizó debido a que era necesario que el
propietario se retirara de las tierras, ya que el plano de obra
avanzaba sobre la vivienda de la familia. “El campo quedó partido
a la mitad y constituía el medio de vida de sus dueños”, reseñó
la investigadora universitaria.
Debido
al tiempo transcurrido, en estos casos se debería iniciar todo el
proceso judicial desde cero, ya que la ley de expropiación contempla
que, pasados cinco años, el propietario de las tierras puede pedir
su devolución si no se cumpliera con los pagos correspondientes.
Según la investigación, esta demora en la concreción de los
procesos judiciales generó también otros inconvenientes a los
propietarios, debido a que “no pueden reescriturar aquellas tierras
que les quedan libres de la expropiación. Esto implica que no pueden
disponer de ellas. Incluso, en ocasiones, hasta les suelen llegar los
cobros de impuestos por hectáreas que ya no son de ellos”.
Los
autores del trabajo puntualizaron que “la obra no fue inaugurada
oficialmente aún porque, entre otras razones, no se concluyó con el
proceso de expropiación de las tierras”. Y agregaron: “Años
atrás, cuando se evaluó la posibilidad de sacar agua de la presa
para proveer a Achiras en casos de emergencia, se debió pedir
autorización a los productores, porque las tierras donde está
localizada siguen figurando a nombre de los productores. Se trata
entonces de propiedad privada, por lo que el ingreso al lugar está
vedado con carteles que así lo indican”.
Los
habitantes de Achiras no pueden hacer uso de los recursos naturales
que ofrece la presa ni ejercer mecanismos de control y vigilancia que
aseguren su sustentabilidad, a raíz de los conflictos que se
suscitaron en los últimos años, sostiene la investigación.
Páez
y Brandi consideraron que “la función del Estado, nacional o
provincial, debería ser identificar estos puntos de conflicto en el
uso de los recursos implicados y generar un espacio de diálogo,
concertación y negociación entre los actores sociales con el fin de
resolver dichas tensiones. Pero esto resulta sumamente difícil, en
la medida en que es el Estado el que está generando el conflicto, a
través de la falta de coherencia interinstitucional y la poca
coordinación entre entes gubernamentales nacionales y provinciales
competentes, que dificulta el avance de propuestas de reglamentación
sobre las tierras y, en consecuencia, la elaboración y ejecución de
planes de manejo ambiental sobre la presa”.
Fredy
Dutra. Prensa UNRC
Fuente:
La represa de Achiras, abandonada y deteriorada a 12 años de su construcción, 24 octubre 2019, El Puntal de Río Cuarto. Consultado 25 octubre 2019.
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