por
Daniel Gutman
SANTA
CATALINA / SUSQUES, Argentina, 15 oct 2019 (IPS) - “En las noches sin
luna era muy difícil caminar por este pueblo”, cuenta Celia Vilte,
maestra de San Francisco, una comunidad de 54 habitantes en el
extremo noroeste de Argentina, a 4000 metros de altura, que en el
centro no tiene una plaza sino 40 paneles solares, fuente de cien por
ciento de su electricidad.
Para
llegar a San Francisco desde La Quiaca, ciudad fronteriza con
Bolivia, hay que viajar unas dos horas por los desolados caminos de
tierra de la Puna, una ecorregión en la que no crece un árbol, los
pastos son de color amarillento y los cauces de los ríos, una lengua
de tierra seca durante la mayor parte del año.
Desde
comienzos de octubre ya no es necesario arribar de día para ver el
pueblo desde lejos, porque ahora San Francisco tiene alumbrado
público con postes y lámparas de led que, gracias a la energía
renovable, sacan cada noche de las sombras a las construcciones de
adobe de esta comunidad, parte del departamento (municipio) de Santa
Catalina, situado a unos 3800 metros de altura.
“Estábamos
acostumbrados a velas y linternas. Como soy miedosa, yo casi no salía
afuera de noche”, reconoce Vilte, que hace 20 años es maestra en
la escuela primaria donde estudian 13 chicos.
Siete
de esos escolares caminan cada lunes entre dos y tres horas, desde
sus casas en desperdigados parajes rurales, se quedan toda la semana
en la comunidad y parten de regreso los viernes para pasar el fin de
semana en sus hogares.
En
la Puna, la mayor parte de los habitantes son indígenas del pueblo
kolla, antiguamente vinculados con los incas, que viven de la cría
de llamas y ovejas o de la pequeña agricultura de subsistencia, toda
una hazaña en medio de tanta aridez.
Aquí
son muy raros los días nublados. El sol es un azote casi permanente
que lastima la piel y seca los labios, pero es también un recurso
energético extraordinario.
La
ecorregión de la Puna, que algunas instituciones ambientales
consideran un conjunto de ecorregiones altiplánicas, engloba áreas
del norte de Argentina, el norte de Chile, el occidente de Bolivia y
el sur de Perú.
En
este bioma de altoplanicies con vegetación tipo tundra, está la
mejor radicación solar de América Latina, según datos del
Laboratorio Nacional de Energía Renovable (NREL, en inglés),
dependiente del Departamento de Energía de Estados Unidos.
Dispuesto
a aprovechar ese potencial, el gobierno de la provincia de Jujuy,
donde está Santa Catalina, lanzó a comienzos de 2019 el programa
Pueblos Solares, que consiste en instalar paneles fotovoltaicos y
baterías de litio como única fuente de electricidad, las 24 horas.
Por
ahora el programa incluye a nueve comunidades de la Puna, que
congregan en total unos 1000 habitantes, aunque la idea de la
gobernación es ampliar el número en el futuro.
Tres
de esos pueblos ya fueron inaugurados oficialmente y el cuarto es San
Francisco, que se conectó a sus nuevos paneles a comienzos de
octubre, pero la ceremonia oficial de inauguración será el 23 de
octubre, con la presencia de las máximas autoridades provinciales.
La
nueva energía cambió la vida de los habitantes, en más de una
forma. El maestro de técnicas agropecuarias de la comunidad, Juan
Alberto Sardina, se lo toma con humor: “Ahora hay demasiado luz.
Muchos nos preguntamos cómo vamos a hacer ahora para escondernos”.
Junto
a los paneles, destacan dos cocinas solares comunitarias, unos platos
cóncavos con un soporte para sostener ollas, que son orientadas
según la orientación del sol por las personas que las usan, para
calentar agua principalmente. En la mayoría de las casas siguen
cocinando con leña de los arbustos locales, que se consumen
rápidamente.
Ernesto
García, jefe de operaciones de la Empresa Jujeña de Energía
(Ejesa), prestadora del servicio eléctrico en la provincia, explicó
que “Jujuy tiene la zona de los valles, donde está San Salvador,
la capital, que es la más desarrollada y es abastecida de
electricidad por el sistema interconectado nacional”.
“Luego,
en La Quiaca hay una central térmica que da electricidad a una
cantidad de poblaciones, pero en el norte y el oeste, sobre las
fronteras con Bolivia y Chile, tenemos comunidades que, por la
geografía complicada y las distancias muy grandes, consideramos
aisladas eléctricamente”, agrega, mientras acompañaba a IPS por
los pueblos solares de la Puna.
La
mayor parte de esas comunidades han sido en los últimos años
abastecidas con generadores térmicos, que contaminaban el ambiente y
daban un servicio eléctrico con restricciones.
Hoy,
los llamados pueblos solares tienen baterías de litio para almacenar
la energía, lo que permite a sus habitantes contar con electricidad
también durante las noches.
El
primero de esos pueblos solares, inaugurado en enero, fue Olaroz, que
tiene unos 300 habitantes, integra el departamento Susques y está en
el sudoeste de Jujuy, a menos de 100 kilómetros del Paso de Jama,
que cruza la cordillera de los Andes hacia Chile.
En
el centro del pueblo todavía hay una casita verde de chapa, con
techo a dos aguas, donde estaba el generador de electricidad, que se
alimentaba con combustible diésel.
Enfrente
de esa casita se ubica la escuela primaria, que por años sufrió el
impacto ambiental.
“El
generador funcionaba todo el día y nos llenaba de humo las aulas.
Además, de noche la electricidad se cortaba muy seguido. Si
conectábamos un calefactor eléctrico a veces el sistema no
aguantaba”, contó a IPS el maestro Martires Llanes.
Ejesa
promete desarmar el año que viene esa casita y eliminar los rastros
de contaminación con petróleo y aceite.
“Allí
donde estamos instalando energía solar y retiramos la generación
térmica hemos asumido el compromiso de remediar los terrenos. Ahora
no solo tenemos energía mejor, sino más limpia”, aseguró García.
La
Central Fotovoltaica de Olaroz, que está sobre un costado del
pueblo, es mucho más grande que el de San Francisco, distante unas
cinco horas por vías sin pavimentar. Tiene 430 paneles, además de
baterías de litio.
A
espaldas de Olaroz están los cerros de la precordillera y delante
del pueblo, a unos pocos kilómetros, se ve un gran desierto blanco,
que es uno de los salares que transforman la monotonía de la Puna.
En
el salar de Olaroz extrae litio desde 2014 la compañía Sales de
Jujuy, una asociación entre la japonesa Toyota, la australiana
Orocobre y el estado provincial. Está en fase de explotación,
además, la empresa Exar, formada por la canadiense Lithium Americas
y la china Ganfeng.
El
gobierno argentino ha dicho que apuesta a los ingresos en divisas del
litio –mineral en demanda creciente porque se utiliza también en
las baterías de los vehículos eléctricos- para financiar el
desarrollo del país, actualmente muy castigado económicamente.
Sin
embargo, el rol argentino como productor primario, a la sombra de los
países industrializados, queda crudamente expuesto en Olaroz, donde
las baterías que almacenan la energía del parque solar, ubicado
frente a un mar de litio, son importadas de China, igual que los
paneles.
Lo
concreto, de todas maneras, es que la energía solar ha mejorado la
vida de la comunidad.
“Tener
electricidad las 24 horas es un sueño hecho realidad. Durante muchos
años teníamos luz solo de 9:00 a 12:00 por la mañana, y de 7:30 a
12:00 de la noche”, contó Mirta Irades, directora de la escuela
primaria, donde estudian 64 chicos.
En
Olaroz, dice la directora a IPS, los inviernos suelen ser cruentos.
Las temperaturas pueden descender hasta 20 grados bajo cero y por eso
el ciclo de clases va de septiembre a junio, a diferencia del
tradicional calendario escolar argentino, que se interrumpe durante
el verano austral.
“En
invierno, dejás caer una gota de agua y, en el tiempo que tarda en
llegar al piso, se congela”, explica Irades con una sonrisa de
resignación.
Los
arbustos de la Puna sirven escasamente como leña y la calefacción
en Olaroz ha dependido durante años de los camiones con madera dura
enviados por el gobierno provincial.
Para
el próximo invierno, que comenzará en junio de 2020, gracias a la
energía solar, la comunidad de Olaroz espera una puesta a punto del
cableado de la escuela para poder utilizar en sus hogares, por
primera vez, calefactores eléctricos.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Daniel Gutman, Energía solar transforma los pueblos de la Puna argentina, 15 octubre 2019, Inter Press Service. Consultado 24 octubre 2019.
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