por Julieta
Lucero y Fabricio Cardelli
Los más de 900
despidos en Agricultura Familiar dejan al descubierto el abandono a
pequeños productores y productoras del campo; qué significa este
ajuste de Nación y por qué, al menos en la Patagonia, aparece como
un guiño a la explotación minera.
“A cualquier
sujeto empresario que ve números es difícil hacerle entender el
sector de la agricultura familiar. Es un sector que hay que apoyar,
acompañar y, en algunos casos, subsidiar porque la gente en el
territorio es un bastión de soberanía”, afirma Ruth Guerrero,
esquelense, patagónica, parte de los 900 despedidos de la ahora
Subsecretaría de Agricultura Familiar y Desarrollo Territorial de la
Nación.
¿Por qué habla
de soberanía? Tiene 55 años, es maestra mayor de obra y hasta abril
de este año fue técnica del Ministerio de Agroindustria en Chubut.
Con 25 años en el Estado, trabajó con productores rurales de la
cordillera, de la meseta, del valle del Río Chubut y de las costas
del Golfo Nuevo. Sabe de economías regionales y de territorios en
disputa. Y conoce la meseta central norte, zona codiciada hace 15
años por mineras transnacionales.
Con un año de
crisis, altas tasas de desempleo y una gran conflictividad social en
las calles, en la provincia de Chubut docentes y asambleístas
ambientales hablan de una “crisis diseñada” para habilitar el
Proyecto Navidad, de Panamerican Silver, emplazado precisamente en la
meseta central. La ley provincial XVII-Nº 68 (ex 5001), que se ganó
en 2003 con la lucha histórica del No a la Mina, prohíbe la minería
metalífera a cielo abierto y el uso de cianuro. Pero el lobby
minero, con el abierto apoyo del Ejecutivo nacional, quiere
modificarla. La mayoría de los legisladores y legisladoras,
encargados de la eventual modificación, hacen silencio. Es en este
marco de constante tensión en que se insertan los despidos de
Agricultura Familiar.
Trabajo en
disputa
"A pesar de
todos los años en el Ministerio de Agroindustria, tengo que
demostrar que fui trabajadora", cuenta con bronca Ruth. Como le
pasó a tantas otras personas precarizadas de contrato anual, haber
tenido en la práctica una relación de dependencia con el Estado
nacional no le garantizó derechos laborales a la hora del despido.
Hasta abril cobraba por mes, tenía vacaciones y recibía aguinaldo,
pero cuando la echaron no le reconocieron los 25 años de antigüedad.
"Cinco años más y me jubilaba. Me cortaron toda la
posibilidad, todos los años que yo trabajé quedan ahí", se
descarga.
Para desmarcar
prejuicios y estigmas, el trabajo de Ruth nunca fue de oficina ni su
trayectoria acotada a una sola gestión. Empezó en Esquel, donde
nació, y recorrió distintos proyectos, programas del Estado y
regiones hasta llegar a Gaiman, donde actualmente vive. En
Agricultura Familiar su tarea consistía en asistir de forma técnica
a productores agropecuarios, pescadores o artesanos cuyas relaciones
productivas estaban organizadas en unidades familiares. Verduras,
frutas, miel, langostino, lana, carne de oveja, artesanías: a cada
unidad productiva una familia, a cada territorio un tipo de
producción.
Uno de los
objetivos que debía cumplir Ruth era anotarlos en el Registro
Nacional de Agricultores Familiares (RENAF), en el Monotributo Social
Agropecuario, hasta ese momento gratuito. Se trata de un sistema que
le permite al Estado saber dónde están, qué hacen y qué políticas
públicas podrían necesitar, mientras que a los productores y
productoras les permite acceder, entre otras cosas, a subsidios,
créditos y circuitos de comercio formal.
Para cumplir con
ese objetivo, en los últimos años le tocó recorrer el Valle
Inferior del Río Chubut y el departamento Biedma, al noreste de la
provincia. Tenía que visitar cada campo, hablar con cada familia y
registrar lo que producían mediante el uso de georeferenciación.
Para eso necesitaba vehículo, nafta, celular e internet. No siempre
los tenía: “Mucho tiempo no hubo vehículo. Mi auto, así como lo
ves, es de laburar en el campo, de salir a trabajar. La Partner que
pusieron a cargo mío vino mucho después. La impresora, la máquina
de fotos, el GPS, todo es del técnico”. Los viáticos también
eran un problema. “Me deben todos los viáticos de 2015, todos los
pasajes que pagué y que fueron rendidos, no me los pagaron nunca”,
dice Ruth. Calcula una deuda de, “en ese momento, 90 mil pesos”.
El trabajo de
Ruth era tan especial como el perfil del productor o productora con
quien trabajaba. Al tener una organización familiar y no separar la
producción de la reproducción de la vida, lo que se considera
cotidiano, sin valor de mercado, -como las tareas de cuidado- emergía
constantemente. Por eso, según cuenta, se trataba de un abordaje
integral: “Agricultura Familiar es multidisciplinario. Hay
trabajadores sociales, sociólogos, ingenieros zootecnistas,
veterinarios, agrónomos”. Además, en muchos casos se trata de
personas que viven en zonas de difícil acceso y con poca presencia
del Estado en términos de salud, educación e infraestructura.
Aunque
precarizado, Ruth tenía un trabajo clave para el desarrollo de
agricultura familiar y las economías regionales. Su despido y el de
tantos otros y otras no sólo impacta en su vida, en su familia, en
su desarrollo personal. En el caso de Chubut, se estima que impacta
en 2500 unidades productivas, 2500 familias rurales.
Despidos
estratégicos
Son muchas las
personas que están en la misma situación que Ruth. Según cifras de
ATE, Agricultura Familiar tenía 1450 trabajadores y trabajadoras en
todo el país. Entre febrero de 2016 y agosto de 2018 echaron a más
de 910 personas, o sea, a más del 62 por ciento. El impacto del
recorte es aún más duro en la Patagonia: entre Neuquén, Río
Negro, Chubut y Santa Cruz, echaron a casi el 80 por ciento.
En Chubut, con
Fernando Martín Ferrera como coordinador de área, despidieron a 23
de los 29 trabajadores y trabajadoras. Se conservó el puesto de los
cuatro delegados gremiales (ATE y UPCN) y de dos administrativas, una
de ellas la esposa de Ferrara, Dalila Griffiths. El coordinador, aún
en su cargo, fue precandidato a intendente de Gaiman por Cambiemos y
sigue con aspiraciones electorales para 2019.
“Si no hay
trabajo en el territorio, ¿qué administran?”, se pregunta Ruth.
No es la única que se hace esa pregunta. Belén Cussirat, una de las
delegadas de ATE aún en funciones, contó hechos de persecución. Al
parecer, una de las administrativas habría elaborado un informe en
el que detallaba la falta de elementos inventariados. Con ese
documento, los denunció penalmente por robo. En respuesta,
despedidos y despedidas ocuparon pacíficamente la delegación de
Esquel y, para demostrar que el informe era falso, tuvieron que hacer
una presentación con fotos en la Secretaría de Trabajo.
A nivel nacional
se pudo revertir el despido del 10 por ciento, en su mayoría echados
en 2016. Algunos fueron reincorporados por vía judicial, otros por
temas de salud y dos por cuestiones de tutela gremial. En el caso de
Chubut, sin embargo, no hay optimismo. Los delegados de ATE creen que
pronto serán despedidos.
Territorio en
disputa
Con los despidos
en Agricultura Familiar, el gobierno de Cambiemos rompió con una
estructura que, según explica Ruth, tomó más de 20 años
construir. El argumento que dio Nación fue la tan escuchada
necesidad de cumplir con las metas fiscales impuestas por los
organismos financieros internacionales. El cambio de gobierno implicó
que se hable de una política de lo eficiente. En esos términos, el
apoyo estatal para el desarrollo de cierto tipo de productores
rurales parece ser vista como un gasto.
¿Quiénes
representan más claramente ese “gasto” en Chubut? Para las
personas despedidas de Agricultura Familiar, no son sólo ellas y los
productores y productoras, sino especialmente los trabajadores y
trabajadoras rurales de la meseta central, territorio ancestral
mapuche tehuelche, de horizontes amplios y secos, donde se encuentra
emplazado el Proyecto Navidad de Panamerican Silver. Uno de los ejes
de las capacitaciones que recibieron en 2015, cuenta Ruth, fue el
asistencialismo. “Ahí ya te das una idea de cuál es su
perspectiva. La meseta está ‘asistencializada’. Ellos serían
felices si sacaran a toda la gente de la meseta y la trajeran para
acá, a un cinturón de pobreza de sirvientas y cortadores de pasto”,
dice con ironía.
Como sucede en
otras aglomeraciones urbanas, en la periferia de Trelew, Puerto
Madryn y Comodoro Rivadavia vive una gran cantidad de personas que ha
sido expulsada del campo, incluso despojada de su tierra. Son hombres
y mujeres, muchos y muchas de origen mapuche tehuelche, que migran en
busca de mejor trabajo, educación y salud, que pasan de ser
trabajadores rurales a ser trabajadores urbanos. Teniendo en cuenta
esa migración y las políticas públicas necesarias para
acompañarla, el ajuste de Nación parece imitar procesos menemistas.
No sólo se trata de un “gasto”, sino de quién lo hace. Se
podría pensar que para cumplir con metas financieras del FMI, se
cambia el recorrido del dinero: rompe Nación, paga provincia. En
este caso, una provincia endeudada en dólares, con tasas de
desempleo de las más altas del país y la necesidad periódica de
refinanciar su deuda con el Estado nacional.
Así, volvemos a
la pregunta inicial: ¿por qué dice Ruth que “la gente en el
territorio es un bastión de soberanía”? Lo que caracteriza a la
agricultura familiar es una estrecha relación entre el trabajo y la
tierra, con límites difusos entre la producción y la reproducción
de la vida, cosa que rara vez produce regalías. En 2018, ya no se
rompen esas relaciones con la llegada de Roca y el capitalismo, ya no
se despeja el territorio con genocidio modelo siglo XIX. O menos. La
sutilidad posmoderna parece recortar presupuesto sobre el territorio
en disputa y, en el caso de Chubut, fomentar la minería metalífera,
en favor de empresas transnacionales, aún cuando está prohibida por
ley gracias al No a la Mina de 2003.
“La meseta, si
no fuera por la minería, no sé si les interesa. ¿Qué hace la
gente ahí, criando 60 chivos, 20 ovejas?”, pregunta Ruth. Y
también responde: “La gente vive ahí porque es su identidad ese
territorio, son pueblos de ese territorio. No hay nada que construya
más dignidad y que construya nacionalidad -no desde la mirada del
ciudadano y la ciudadana, sino desde el concepto de Nación-, que la
gente ocupando el territorio. No hay otra”.
Fuente:
Julieta Lucero, Fabricio Cardelli, Detrás de los despidos en Agroindustria, el extractivismo minero, Revista Crítica.
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