El altiplano
boliviano vive la peor carestía de agua de los últimos 35 años,
con precipitaciones que están entre el 10 % y el 30 % de la cantidad
normal.
por Fernando Molina
Algunas familias
de La Paz reciben agua en sus casas solo tres horas cada tres días.
Otras, las que habitan los barrios más periféricos, no reciben ni
una gota desde hace 20 días. Mientras tanto, sobre la capital
boliviana solo caen episódicos aguaceros, inservibles para llenar
sus represas, exhaustas después de un año de terrible sequía. El
altiplano boliviano vive la peor carestía de agua de los últimos 35
años, con precipitaciones que están entre el 10 % y el 30 % de la
cantidad normal. El sistema de agua potable de la urbe estaba
funcionando al límite de su capacidad desde hace mucho tiempo,
mientras que las obras para ponerlo al día se hallan retrasadas
desde hace décadas.
El Gobierno trata de aliviar la situación de los damnificados trasladando millones de
litros de agua en cisternas de un lado a otro de la ciudad. Algunos
barrios cuentan con un sistema de suministro que todavía funciona,
porque se alimenta del deshielo de las grandes montañas que rodean
La Paz. La llegada de las cisternas a cada barrio, así como el
momento en que el agua llega por cañería, no se conocen con
anticipación, lo que obliga a la gente a vivir pendiente de las
noticias. Los vecinos han creado grupos de Whatsapp para pasarse
datos. Con frecuencia alguien escribe de Facebook: “¡Hay una
cisterna en la esquina de...!”. Los camiones, muchos conducidos por
el Ejército, solo están autorizados a llenar dos recipientes por
persona.
El incumplimiento
de los cronogramas agrava el desprestigio de la empresa estatal de
agua, Epsas, acusada de negligencia por haber permitido que la
situación llegara tan lejos sin tomar medidas preventivas. Epsas fue
nacionalizada por el Gobierno de Evo Morales y luego administrada por
un “movimiento social” cercano al oficialismo -las juntas
vecinales de El Alto (ciudad que agrupa a los barrios populares e
indígenas de la metrópoli paceña)-, y ahora la crisis del agua
pone en duda el modelo de Gobierno. Sin embargo, los analistas
cercanos a la izquierda protestan por que se culpe a los movimientos
sociales, cuando funcionarios como la ministra del Agua, una
profesional de clase media, se mantiene en su cargo. En cambio, el
presidente Evo Morales despidió al gerente de Epsas y el responsable
de la supervisión del servicio, ambos parte de la “cuota” de las
juntas vecinales.
La polémica no
deja de tener, como casi siempre ocurre en Bolivia, un matiz de
disputa étnica. Los barrios más afectados por la carestía de agua
son los más ricos de la ciudad, donde viven las clases medias
acomodadas, generalmente blancas o que pretenden serlo. “Nos han
devuelto al medio Evo”, posteó con ironía un profesor
universitario.
Los ciudadanos
expresan su indignación sobre todo por la priorización
gubernamental de los gastos estatales. En las dos pequeñas marchas
que se han dado en los barrios con carestía, se ha gritado “agua
sí, palacios no”, en rechazo a las grandes obras que está
realizando el Ejecutivo para ampliar y mejorar sus oficinas, que
tienen un valor más elevado que las inversiones realizadas en agua
en el último periodo. El Gobierno señala, en cambio, que no hizo
más inversiones porque no sabía que éstas serían necesarias.
El malestar de la
población es agudo, pero no ha encontrado un canal político para
expresarse. Algunos cuadros medios de los partidos de oposición
intentaron organizar a los vecinos, lo que fue denunciado por los
servicios de seguridad. El Gobierno pide a la oposición que no se
aproveche del drama que vive la gente. En el año 2000, el Movimiento
al Socialismo (MAS), que dirige el presidente Morales, dio un salto
en su influencia con la llamada “guerra del agua” que enfrentó a los vecinos de Cochabamba con el Ejecutivo de entonces en torno al
precio del líquido elemento. Hoy un grave enfrentamiento callejero
no parece probable, ya que el problema apenas afecta a los vecinos
más pobres y mejor organizados.
Acuerdos
agrícolas
Sin embargo, los
costos electorales para el MAS son enormes. La crisis que sufre La Paz es el asunto de mayor preocupación para todo el país y una
ocasión no sólo de criticar al Gobierno, sino de diferenciarse de
él. El gobernador opositor Rubén Costas sacó a relucir la
priorización del agua en su programa de Gobierno. Sin embargo, tanto
Costas como los demás actores de la región de Santa Cruz, la más
rica del país, han llegado a un acuerdo con el Gobierno central para
alentar planes agrícolas que implican la deforestación de millones
de hectáreas de bosques tropicales, contribuyendo a la que los
especialistas consideran la principal causa de la falta crónica de
lluvias que afecta a las zonas altas del país.
La carestía está
creando un conjunto de negocios para emprendedores espontáneos, que
venden tanques de agua y bombas, o que trasladan turriles de agua en
camiones. Las empresas proveedoras de agua embotellada no dan abasto
por el vertiginoso crecimiento de la demanda. Al mismo tiempo,
algunas compañías de alimentación y hotelería han tenido que
detener sus operaciones y muchos restaurantes siguen funcionando sin
baños para sus clientes.
El Ejecutivo se
esfuerza en montar el mecanismo de repartición de agua por cisternas
y en encontrar nuevas fuentes que se puedan conectar al sistema de
provisión por cañerías, pero a pocos se les esconde que la
solución al problema no está cerca y que depende, en última
instancia, de lo que en Bolivia se llama “la voluntad de San
Pedro”, es decir, de que la naturaleza dé a los paceños un
respiro.
Fuente:
Fernando Molina, La sequía se ceba con los barrios más acomodados de La Paz, 28/11/16, El País.
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