La sentencia judicial por barrio Ituzaingó impacta en la
discusión de eventuales modificaciones de las normas para aplicar agroquímicos
en Córdoba. Los aplicadores tienen más temores, y los vecinos se organizan para
prevenir. Debate sobre las zonas de resguardo.
No fue un fallo judicial más. La sentencia que hace dos
meses condenó a un productor rural y a un aeroaplicador por fumigaciones en
campos pegados a barrio Ituzaingó, de Córdoba, parece plantarse como una
bisagra.
Productores y aplicadores que trabajan campos al lado de zonas urbanas empiezan a preguntarse ahora si no podrían ser denunciados también de afectar la salud de los vecinos. Y esos vecinos han sumado más aliento para reclamar que las pulverizaciones se alejen de sus narices.
El caso de barrio Ituzaingó fue el primero en su tipo que
llegó a juicio en el país. Las condenas resueltas por el tribunal no fueron
sólo por considerar que se había fumigado sin acatar las normas de aplicación,
sino, además, por comprometer con esa acción la salud de una población.
Las condenas no están firmes porque fueron apeladas. Pero sí
quedó firme el debate abierto sobre la regulación legal en esta materia.
Son 17 los municipios y comunas cordobesas que ya han
dictado normas propias, más restrictivas que esa ley provincial. Otras tantas
las están debatiendo ahora.
A nivel provincial, en tanto, el Gobierno no promueve por
ahora cambios en la ley vigente, aunque una comisión que integran
representantes del Ministerio de Agricultura, de universidades y del Colegio de
Ingenieros Agrónomos está evaluando eventuales modificaciones.
Algo cambió. “Hay un antes y un después del fallo judicial”,
admite Nila Busso, presidenta del Colegio de Ingenieros Agrónomos, que tuvo un
papel central en la elaboración de la ley 9.164. “Notamos que hay más inquietud
de los profesionales para conocer su responsabilidad legal y, sobre todo, de
los municipios por buscar más asesoramiento”, indicó Busso.
Los agrónomos no ven bien la proliferación de restricciones
municipales. “Aparecen regulaciones no coincidentes y que hasta contradicen la
ley provincial. Municipios y Provincia deberían unificar criterios porque se va
perdiendo seguridad jurídica”, resumió Busso.
“Nosotros pregonamos el uso controlado y responsable de los
agroquímicos, y pedimos que se cumpla y controle la ley”, remarcó.
Sobre la posibilidad de que se modifique la ley para crear
“zonas de resguardo” que impidan fumigaciones pegadas a viviendas, Busso
planteó que el Colegio “está abierto al debate de alternativas”.
El Colegio de Ingenieros Agrónomos integra el Consejo Asesor
Agroquímico, junto al Ministerio de Agricultura, representantes de
universidades y otros sectores, que se reúne cada mes. En ese ámbito -según Busso- se vienen analizando eventuales reformas a la ley provincial o, más
posiblemente, a su reglamentación. “Es una discusión aún abierta”, indicó. Pero
el fallo por Ituzaingó la aceleró.
Los agrónomos, en general, hasta ahora pregonaban que se
acentúe el control para hacer cumplir la actual ley, antes que modificarla
creando zonas con restricciones. Suelen repetir que “es peor una aplicación mal
hecha a dos mil metros de un barrio que una bien hecha a 150 metros ”.
Límites. Paren de Fumigar se llama la agrupación de vecinos
que vienen movilizándose para reclamar más restricciones, con presencia en más
de 20 localidades cordobesas. El abogado Darío Avila los asesora en materia
legal.
“El fallo de Ituzaingó representa un hito histórico. Hizo
más visible la problemática y aporta ante un vacío legal que no definía cuándo
hay delito y cuándo se afecta la salud y el ambiente”, señaló.
Avila marcó que el fallo abre el camino “para que se
discutan cambios en las leyes de todas las provincias”. Sostuvo que “lo mínimo es
que se defina una zona de restricción alrededor de localidades y escuelas
rurales, donde no se permita ninguna fumigación”. Apuntó que “ahora lo están
haciendo algunas localidades por su cuenta, pero debiera ser una norma
nacional”. Las agrupaciones que representa reclaman que esa restricción sea de 1.500 metros . “Con la
actual ley, fumigan a metros de donde vive gente”, subrayó.
“Cada vez aparecen más pruebas que demuestran cómo afectan a
la salud los agrotóxicos. Lo que falta es que, por ejemplo, el ente nacional
Senasa contemple estudios sobre los efectos crónicos, que hasta ahora no
quieren considerar”, marcó.
Desde estos sectores se plantea que el debate de fondo es
“el modelo de producción agrario” vigente, sobre todo sojero, que se sostiene
sobre un paquete tecnológico que combina las semillas transgénicas con el uso
intensivo de agroquímicos.
Hace ocho años. La vigente ley provincial 9.164, sancionada
en 2004, establece que no se puede fumigar con productos clase Ia, Ib y II (los
de mayor riesgo toxicológico) en los 500 metros lindantes con áreas habitadas de
pueblos y ciudades.
Cerca de casa. Los clasificados como clases III y IV (de
menor toxicidad, según el ente nacional Senasa) se pueden usar aun a metros de
viviendas, aunque bajo ciertas condiciones. Entre ellas, que un ingeniero
agrónomo matriculado elabore la receta fitosanitaria con dosis a usar, y se
haga responsable de la aplicación; que el personal y la maquinaria utilizada
estén habilitados; que se notifique al municipio para que este autorice la
aplicación según factores climáticos como viento y otros. El glifosato,
conocido por ser el más usado en el actual esquema agrícola, está en este
grupo.
Aéreo, más lejos. La misma ley prohíbe las fumigaciones
aéreas de cualquier tipo en los primeros 500 metros y las que
usen químicos de las tres clases de mayor riesgo a menos de 1.500 metros de
pueblos y ciudades.
Control. La ley define que el Ministerio de Agricultura es
la autoridad de control. En esa cartera señalan que se labran decenas de actas
de infracción por mes. La oposición cuestiona que el control es insuficiente.
El sistema hace reposar parte del contralor en municipios y comunas que, en
muchos casos, no tienen capacidad técnica ni estructura para hacerlo, o no muestran
mucha voluntad.
Entre la inquietud de productores y el temor de los vecinos
por Andrés Ferreras
Bell Ville. Vale un caso para explicar tantos otros. Bell
Ville, en el sudeste cordobés, es una de las ciudades del interior que viene
discutiendo si sanciona una ordenanza propia con mayores restricciones a las
fumigaciones pegadas al radio urbano. Tras el fallo judicial por barrio
Ituzaingó, de la Capital ,
también aquí ese debate sumó nuevos elementos.
Un grupo de vecinos viene reclamando una ordenanza que fije
una zona de exclusión sin fumigaciones de 1.500 metros . Los
productores que trabajan campos en esa área miran de reojo y dudan de la
justificación de tal medida. Y los aplicadores, para los que fumigar es su
trabajo, admiten inquietud.
Miriam González tiene una empresa fumigadora desde 1976. “Es
un trabajo, en un país en el que se permite fumigar”, argumentó. Opinó que hay
creencias equivocadas sobre el uso de agroquímicos: “Habrá algún inconsciente,
como en todo rubro, pero la mayoría hace las cosas bien”, dijo, y aseguró que
en su caso nunca tuvieron problemas de toxicidad, ni siquiera entre quienes
trabajan con los productos desde hace años. “Si se hacen las cosas bien, no hay
problemas”, subrayó.
“Ahora, en general, parece que somos mal vistos. A mí hasta
me trataron de asesina”, se lamentó González sobre el impacto de la causa de
barrio Ituzaingó. Reclamó que las voces de su sector también sean escuchadas.
“Fui a una reunión de vecinos en la que quise explicar la actividad, pero no me
hicieron sentir bienvenida. Nunca vamos a llegar a un acuerdo si no nos
escuchamos”, se quejó.
Jorge Valenti es docente y apicultor. Integra los grupos que
se movilizan en Bell Ville para limitar las fumigaciones. “Tras el juicio en
Córdoba la gente se interesa más, se anima a hablar. Antes te trataban como
loco cuando hablabas del tema”, comentó a este diario.
Aseguró que en la mayoría de las localidades hay
fumigaciones terrestres nocturnas que avanzan a metros de las casas, y sostuvo
que los controles no alcanzan.
Valenti es apicultor y dice que esa actividad también se
perjudica. “Pasan por arriba fumigando y dejan el colchón de abejas muertas en
el piso”, planteó. Los apicultores del centro y sur provincial hace años que
plantean que su producción de miel ha caído y lo adjudican tanto a los
agroquímicos como al avance de la soja que quitó toda variedad de otra flora.
Nuevos loteos. Bell Ville tiene varios desarrollos
inmobiliarios que avanzan hacia lotes tradicionalmente agrícolas. Uno se ubica
en la salida hacia el paraje Cuatro Caminos. Allí puede verse que el límite es
una medianera.
Uno de sus habitantes es Rafael Álvarez, actual presidente
del Concejo Deliberante. Contó que se inquietó cuando se le secaron unos pinos
aunque dijo no tener certeza de si fue por los agroquímicos aplicados a metros
del lugar, por el suelo degradado debido a cortaderos de ladrillos, o a otra
causa. “Pero la duda se instala”, razonó.
Como concejal, empezó a atender el tema. “Estamos en busca
de información y antecedentes de otras localidades, y viendo las alternativas
de cultivos que requieran menos agroquímicos. Queremos preservar los intereses
de los vecinos y de las explotaciones agrarias, para no generar perjuicios
económicos”, explicó Álvarez. De su bloque oficialista depende que se apruebe o
no una ordenanza.
Para el edil, el caso Ituzaingó “puso en público el problema
de una manera que hasta ese momento no se estaba tratando”.
En esta ciudad, como en muchas otras, la falta de
planificación urbana ayudó a enfrentar los barrios periféricos con los
productores que llevan décadas en el lugar. Y cada uno quiere hacer valer sus
razones y derechos.
Ituzaingó, un juicio y un fallo históricos en el país
El 21 de agosto, la Justicia condenó a un productor y a un
aeroaplicador por contaminación dolosa en Ituzaingó Anexo.
Los jueces de la
Cámara 1ª del Crimen de Córdoba declararon culpables a dos de
los tres acusados, por causas iniciadas en 2004 y en 2008.
En aquel barrio del sur de la ciudad de Córdoba, los vecinos
reclamaban desde hacía 10 años por los problemas derivados de las fumigaciones
que se realizaban a metros de las casas del barrio. Denunciaron casos de cáncer
y enfermedades.
En Córdoba existen otras dos causas similares con imputados:
una en Villa de María de Río Seco y otra en Colonia Tirolesa.
Ya hay 17 municipios con restricciones propias
Son 17 municipios y comunas, de los 424 que hay en Córdoba,
los ya que regulan la aplicación de fumigaciones.
Dictaron en los últimos años ordenanzas propias para fijar
mayores restricciones a las fumigaciones pegadas a sus áreas urbanas. El
pionero fue San Francisco, en 2006. Luego se fueron sumando Villa General
Belgrano, San Marcos Sierras, Jesús María, Mendiolaza, Las Calles, Villa Ciudad
Parque, Oliva, Estación Juárez Celman, Anisacate, Huinca Renancó, Oncativo,
General Baldissera, Toledo, Achiras, Las Bajadas y Alta Gracia.
Todos crearon zonas de resguardo, en las que no se puede
fumigar. Pero por ejemplo, en Baldissera es de 100 a 250 metros ; en Huinca
Renancó de 200; en Oliva de 250; en San Francisco y Villa General Belgrano
llega a 500 metros ,
y en Alta Gracia (la mayor exclusión) a los 1.500. Achiras, en realidad, más
que los campos vecinos al pueblo, prohibió toda fumigación alrededor de los
arroyos que nutren su represa.
El único no vigente es el de Villa Ciudad Parque
(Calamuchita) porque un Juzgado hizo lugar a una cautelar presentada por los
productores, hasta resolver su constitucionalidad. Pero ahí cada fumigación
genera serios conflictos entre las partes.
En varias localidades más el tema está en discusión. Entre
ellas, en General Cabrera, Leones, Marcos Juárez, Morrison, Ballesteros, Río
Cuarto, San Marcos Sud, Tancacha y Morteros.
Modificación inevitable
Nadie, ni los que creen aún que los agroquímicos permitidos
no afectan la salud, elegiría vivir al lado de un campo que se fumigue. Y hay
decenas de miles de cordobeses en esa condición.
por Fernando Colautti
La discusión urgente, aunque no la única, es si no debiera
modificarse la ley provincial para crear zonas de resguardo ambiental, en las
que se prohíba todo tipo de pulverizaciones en campos pegados a áreas urbanas.
Alguna restricción debería sumarse, además, en torno de escuelas rurales y
ríos. Como la ley provincial no lo contempla, varios municipios, bajo presión
de sus vecinos, avanzaron con restricciones propias, aunque no coincidentes.
Si la ley no se adapta, se seguirán sumando municipios a esa
lista y, de hecho, la norma provincial perderá peso, valor y sentido.
Tras el fallo judicial por barrio Ituzaingó, por otra parte,
habrá cada vez más demandas judiciales por fumigaciones pegadas a viviendas, y
fallos que terminen fijando limitaciones, si una ley no lo hace.
El fallo judicial cordobés de hace dos meses marca la
cancha: ya nadie podrá fumigar con displicencia sin suponer que puede cometer
un delito penal tipificado.
Mientras el vecino se pregunta si los químicos afectarán su
salud, al que fumiga un campo pegado a zonas urbanas se le abre el interrogante
sobre los riesgos que corre de ser denunciado. Ante ese marco, crece la
impresión de que llegará el momento en que fijar zonas de restricción para todo
el mapa será inevitable, además de razonable.
Es cierto que los productores resignarán miles de hectáreas,
que deberán ser productivas de otro modo. Pero mucho peor es resignarse a
convivir con la duda, a la espera de una certeza de que esas prácticas afectan
la salud. Y no hay derecho a eso.
Fuentes:
Fumigaciones: debaten cambio de normas, 21/10/12, La Voz del Interior. Consultado 22/10/12.
Andrés Ferreras, Entre la inquietud de productores y el temor de los vecinos, 21/10/12, La Voz del Interior. Consultado 22/10/12.
Ituzaingó, un juicio y un fallo históricos en el país, 21/10/12, La Voz del Interior. Consultado 22/10/12.
Ya hay 17 municipios con restricciones propias, 21/10/12, La Voz del Interior. Consultado 22/10/12.
Fernando Colautti, Modificación inevitable, 21/10/12, La Voz del Interior. Consultado 22/10/12.
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