Según el informe realizado por la ONG ambientalista, unos
análisis del Riachuelo determinaron la existencia de tóxicos no controlados en
la legislación argentina, pero que son rechazados por países de la Unión Europea. La
situación de las grandes empresas.
por Pedro Lipcovich
Una investigación efectuada por la entidad ambientalista
Greenpeace, sobre efluentes de curtiembres sobre el Riachuelo, indicó la
presencia de sustancias tóxicas que, en Europa y en otros países
latinoamericanos, estarían ya bajo control. Según el informe, “muchas
curtiembres, aprovechando que las regulaciones argentinas son débiles, no
implementan controles adecuados de las sustancias que emiten”. Greenpeace
reconoce que “desde este último año, Acumar (Autoridad de Cuenca Matanza-Riachuelo)
fiscaliza a las empresas, muestrea efluentes y requiere procesos de
reconversión”, pero “hay sustancias tóxicas que la normativa actual no
contempla” y además “no se limita la masa total de contaminantes que una
empresa puede emitir”. Además, Greenpeace requiere que “las grandes curtiembres
no se limiten a cumplir las normas vigentes: deben difundir públicamente qué
sustancias emiten y fijarse plazos para eliminar las peligrosas”. En respuesta,
el director ejecutivo de Acumar admitió la necesidad de limitar la masa de
efluentes para cada empresa y afirmó que “ahora, cuando ya sabemos quiénes
contaminan y los hemos inspeccionado, hay que avanzar en el control de
sustancias que internacionalmente ya no se consideran aceptables”.
El informe “Nuevas evidencias de contaminación de
curtiembres en la cuenca Matanza-Riachuelo”, de Greenpeace, recuerda que las
curtiembres fueron identificadas por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable
de la Nación
(SAyDS), en 2006, como responsables del 50 % de la degradación
ambiental del Riachuelo, y señala que “el sector está dominado por un grupo de
grandes empresas, que concentran la mayor parte de la producción y el 80 por
ciento de las exportaciones. El resto está constituido por múltiples curtiembres
medianas y chicas que proveen al mercado interno”. Afirma que las grandes
curtiembres “se adaptaron a las exigencias de calidad de sus productos para
competir en mercados internacionales, pero no adoptaron estrategias eficaces
para terminar con el vertido de sustancias peligrosas” y que “aprovechan la
legislación local, más laxa que la vigente en muchos países, para no
implementar controles estrictos”. Entre estas empresas menciona a Arlei,
Sadesa, Fonseca, La
Hispano Argentina , Angel Giordano, Urciuoli y Américo Gaita.
Greenpeace señala que “hasta fines de 2011, más de 80
curtiembres -de un total superior a las 170- fueron declaradas como agentes
contaminantes por la
Autoridad Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar). A partir de
ello, están obligadas a implementar planes de reconversión industrial”. Sin
embargo, “la normativa vigente sobre vertidos industriales no sólo permite
sustancias contaminantes por concentración de vertidos sino que no contempla
una gran variedad de sustancias tóxicas. Este marco regulatorio débil, sumado a
la falta de políticas de gestión de sustancias peligrosas por las industrias,
no permitirá una verdadera recomposición ambiental de la Cuenca ”.
Según explicó Lorena Pujó, coordinadora de la campaña
Riachuelo de Greenpeace, “si consideramos laxa la normativa argentina es por
dos motivos. Primero, porque el control en los efluentes de las industrias se
limita a las sustancias tóxicas incluidas en la Resolución 1/2007 de
Acumar. Esa norma fue un buen comienzo, pero otras legislaciones se revisan y
actualizan a medida que se investigan mejor las sustancias a controlar. Así, la
normativa brasileña incluye el control del cloroformo, los dicloroetilenos y el
tricloroetileno; la chilena, el pentaclorofenol, el tolueno, el xileno y otras
sustancias. Una segunda limitación de nuestra normativa es no tomar en cuenta
la ‘carga másica’: supongamos que se vierte ‘x’ cantidad de una sustancia por
litro de efluentes, pero no se establece cuál es la cantidad total máxima que
cada empresa en particular puede descargar en un año o en un mes”.
“Reconocemos que, especialmente en el último año, hubo
muchos avances por parte de la
Acumar –puntualizó la representante de Greenpeace–. Antes ni
siquiera se sabía cuántas industrias había en la Cuenca. Ahora se
está empadronando a todas las empresas; Acumar las fiscaliza y muestrea los
efluentes; a aquellas donde detecta emisión de sustancias tóxicas las declara
agentes contaminantes y les ordena iniciar un proceso de reconversión
industrial. Sin embargo, mientras no se incorporen otras sustancias tóxicas a
la normativa y mientras no se incluya la ‘carga másica’, no se va a recomponer
el Riachuelo.” Según el informe de la entidad ambientalista, “nueve empresas,
entre ellas dos curtiembres, que en noviembre de 2011 fueron declaradas
‘reconvertidas’ por Acumar de acuerdo con la normativa vigente, siguen
vertiendo sustancias tóxicas”. Por eso, Pujó sostiene que “aun si se
reconvirtieran todas las empresas de acuerdo con la normativa actual de Acumar,
el Riachuelo seguiría sin sanearse”.
Greenpeace tomó muestras de efluentes de curtiembres y las
envió para su análisis en el laboratorio central de la entidad en Exeter, Gran
Bretaña. Una serie de tomas se efectuó -entre fines de 2010 y abril de 2011- sobre las descargas de La
Hispano , ubicada en el barrio porteño de Mataderos: “Los
análisis demuestran la presencia de sustancias tóxicas, persistentes y
bioacumulativas, como ftalatos, reconocidos como ‘sustancia de muy alta
preocupación’ por la regulación Reach (Registration, Evaluation and
Authorization of Chemicals), de la Unión Europea ”. Greenpeace sostiene que “La Hispano , como empresa
líder del sector exportador de las curtiembres, tiene una posición clave para
realizar cambios en su proceso productivo y eliminar las sustancias peligrosas
de sus vertidos”.
Otra serie de muestreos se efectuó, entre abril y mayo de
2011, sobre efluentes de curtiembres en el municipio de Lanús, conocido
históricamente como “la capital del cuero” por la cantidad de estas industrias
allí radicadas. Se eligieron “cuatro curtiembres representativas: Américo
Gaita, Angel Giordano, María Lettieri y La Teresa ”, ya declaradas como agentes contaminantes
por Acumar. Los análisis de Greenpeace “demuestran la presencia de un alto
porcentaje de compuestos orgánicos contaminantes”, entre ellos “el nonilfenol,
reconocido como contaminante prioritario en sistemas hídricos desde hace más de
una década e incluido en la primera lista de químicos de la Convención Ospar
(Convenio para la
Protección del Medio Marino del Atlántico del Nordeste), para
que cesen sus vertidos en 2020” .
Ese plazo “obedece a que es necesario trabajar con 10 a 15 de años de
anticipación para lograr un adecuado reemplazo de la sustancia tóxica”, aclaró
Pujó, y señaló que “estas sustancias tampoco están incluidas entre las
mediciones de Acumar”.
El documento de Greenpeace sostiene que “las empresas no
deben limitarse a cumplir con la norma vigente: las grandes curtiembres deben
tomar la iniciativa de identificar y eliminar las sustancias peligrosas. Es
necesario que difundan públicamente qué sustancias emplean e identifiquen las
que debieran ser eliminadas”.
- ¿Por qué suponer que las empresas van a controlarse a sí
mismas aun más allá de la normativa vigente? - preguntó Página/12.
- Porque también tienen clientela local. Por eso el año
pasado hicimos público un informe (que Página/12 difundió el 8 de agosto de
2011) sobre prestigiosas zapaterías que utilizan cuero de empresas
contaminantes. Esas empresas hoy les demandan a las curtiembres lo mismo que
nosotros. Y las curtiembres grandes y medianas tienen capacidad como para
implementar estos procesos -contestó Lorena Pujó-. Según la ambientalista, “si
se hacen las cosas bien, será posible lograr, en 20 o 25 años, un saneamiento
real del Riachuelo. La condición es establecer un compromiso de vertido cero,
con metas intermedias y plazos atendibles”.
Fuente:
Página/12, 19/03/112, Esa mancha negra que no deja de crecer, por Pedro Lipcovich. Consultado 20/03/12.
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