miércoles, 21 de marzo de 2012

Ecuador: la marcha indígena, a las puertas de Quito


Unos 1.200 indígenas se encuentran cerca de Quito luego de una marcha iniciada hace 12 días desde sus comunidades para protestar por la aprobación del gobierno a una explotación minera a gran escala que consideran contaminará el ambiente y los ríos de la amazonia sur del país.

Resueltos a luchar contra la gran minería y por sus derechos al agua y a la tierra, indígenas ecuatorianos con las caras pintadas y portando lanzas marchaban hacia Quito, adonde llegarán para hacer oír sus reclamos al gobierno de Rafael Correa.

"La lucha es por la revolución agraria y la aprobación de una ley sobre manejo de agua, y por el 'no' a la minería a gran escala en el país porque va a destruir la naturaleza", afirmó el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), Humberto Cholango.

Añadió que "faltan 70 km para llegar a Quito", la meta de la protesta convocada por la Conaie, la principal organización de aborígenes.

La población andina de Saquisilí fue el punto de partida del decimotercer día de la marcha de unos 700 km, que se inició en la localidad minera de El Pangui, en la selva de la Amazonia, de donde nativos de la etnia sarayacu salieron con lanzas de madera en simbólica señal de guerra.

Deliberaciones
La caminata de unas 500 personas enfiló hacia Tambillo, en la provincia andina de Pichincha (cuya capital es Quito), encabezada por dirigentes de la Conaie y otras organizaciones, así como de políticos de oposición que apoyan la protesta.

Antes de la partida, la comisión política de la marcha sesionó en secreto en la sede de los campesinos en Saquisilí, cuya puerta estuvo resguardada por dos jóvenes guerreros amazónicos que impedían el paso con sus lanzas cruzadas, mientras que en el interior permanecían sus "hermanos", algunos ataviados con coronas de plumas multicolores.

Adentro, Cholango y otros líderes como Delfín Tenesaca (titular de la Ecuarunari, que agrupa a los aborígenes andinos) evaluaron la marcha, que se cumple pacíficamente desde el 8 de marzo y fue convocada previo a la campaña para las elecciones presidenciales de febrero de 2013.

Tras las deliberaciones, la cúpula ratificó la "inquebrantable decisión" de arribar el jueves al parque El Arbolito, en el centro moderno de la capital ecuatoriana, sin importar "obstáculos" que pudieran encontrar en los tramos finales.

"Vamos a sortear cualquier dificultad y llegaremos a Quito", declaró Tenesaca, respecto a la posición de las autoridades, que no dieron autorización para la marcha, y al llamado de Correa a defender la "revolución ciudadana" que impulsa desde que llegó al poder, en enero de 2007.

"Si son 500 nosotros seremos 50.000", ha advertido el mandatario socialista, quien es faborable a la minería a gran escala, como se acaba de formalizar con la concesión a la china Ecuacorriente para explotar a cielo abierto cobre en El Pangui.

"No depende de la cantidad de gente que participe en la marcha o que el gobierno ponga, ni se trata de medir fuerzas" con miras a los comicios, indicó Cholango. "No es una competencia, los indígenas no tenemos intenciones golpistas, buscamos detener la prepotencia de un gobierno autoritario", agregó.

Correa, quien no descarta la reelección hasta 2017 y cuenta con un apoyo mayoritario según encuestas, sostiene que detrás de la marcha hay fines "desestabilizadores".

"Somos gente pacífica, no estamos desestabilizando como el gobierno dice, no estamos contra la democracia", expresó a su vez Raúl Ilaquiche, dirigente de comunidades de la provincia andina de Cotopaxi (donde se asienta Saquisilí) y ex diputado por el movimiento Pachakutik, brazo político de la Conaie.

La nativa amazónica Diana Atamaint, legisladora de Pachakutik, manifestó que Correa "tiene la cancha a su favor", pero que esa organización promueve una coalición de izquierda para presentar un candidato único a la presidencia.

La Conaie, que asegura que los indígenas representan la tercera parte de la población ecuatoriana (de 14,3 millones), participó en la caída de los presidentes Abdalá Bucaram en 1997 y Jamil Mahuad en 2000.

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