El gigante Microsoft, del que Bill Gates es uno de los principales accionistas, tiene dinero como para dilapidar: compró una granja de calabazas de 163 hectáreas, cuyo valor estimado era de 600.000 dólares, pagando 76 millones.
Por Juan Vernieri
Su objetivo es asentar allí un Centro de Datos, es decir servidores informáticos conectados en red que almacenan, recuperan y procesan información.
Desde entonces ha comprado otras propiedades cercanas para ampliar su presencia a 530 hectáreas. Dice que gastará 3.300 millones de dólares para construir su centro de datos de 18,5 hectáreas en Wisconsin y equiparlo con los procesadores informáticos especializados que se utilizan para la inteligencia artificial (IA).
Microsoft, Amazon, Apple, Google, Meta y otras grandes empresas tecnológicas están invirtiendo fuertemente en centros de datos, en particular en centros de datos de “hiperescala”, que no solo son enormes en tamaño sino también en capacidad de procesamiento para tareas que requieren un uso intensivo de datos, como generar respuestas de inteligencia artificial.
Un solo centro de datos de hiperescala puede consumir tanta electricidad como decenas o cientos de miles de hogares, y ya hay cientos de estos centros en Estados Unidos, además de miles de centros de datos más pequeños.
Bill Gates, Jeff Bezos, Elon Musk, Mark Zuckerberg, Larry Ellison y otros de los llamados “hermanos de la tecnología”, que además se cuentan entre los hombres más ricos del mundo, han pensado en cómo la industria energética puede (o debe, en su opinión) seguir el ritmo del rápido crecimiento de la IA y, al mismo tiempo, permitir que las grandes tecnológicas cumplan con sus compromisos climáticos. Todos han llegado a la misma conclusión: la energía nuclear, cueste lo que cueste, es la única solución viable, y como son supermillonarios, pueden seguir adelante cueste lo que cueste.
En una serie de anuncios recientes, las grandes empresas tecnológicas han declarado que reactivarán las centrales nucleares existentes, desarrollarán reactores nucleares de próxima generación o ambas cosas.
El gobierno norteamericano no solo apoya esta visión de la energía nuclear, sino que, encima, la subsidia en nombre de la “energía limpia”.
Los “hermanos”, con el incremento de la producción de energía nuclear, menosprecian los costos que no pagarán: La posibilidad de accidentes, los riesgos de proliferación de armas nucleares, las emisiones radiactivas de los reactores, la contaminación ambiental por la minería del uranio y, muy especialmente, la imposible eliminación de los residuos de alta radiactividad y duración por milenios que dejará de herencia para las generaciones venideras.
El repentino interés por la energía nuclear se debe en gran medida a la inteligencia artificial, que está transformando rápidamente la industria tecnológica. Las compañías eléctricas prevén que el país necesitará el equivalente a 34 nuevas centrales nucleares de tamaño completo en los próximos cinco años para satisfacer las necesidades energéticas, que están aumentando drásticamente después de varias décadas de demanda en descenso o estancada. (Fuente: Dawn Stover, Bulletin of the Atomic Scientists)
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