Ley de bosques.
Pese a la intención del oficialismo de aprobar la nueva norma antes
de fin de año, fue sorprendente la reacción popular contraria.
por Fernando
Barri
El año que pasó
no será recordado como uno más en materia ambiental. En 2016 se
confirmó un hecho que décadas atrás hubiera sido impensado: una
pequeña población logró impedir la instalación de una
multinacional como Monsanto, apoyada por los gobiernos nacional,
provincial y municipal.
Un logro
conseguido sólo con la convicción de que ello podría ser dañino
para la salud y con una férrea resistencia de los asambleístas.
También fue el
año de grandes traspiés del Gobierno provincial, que tuvo que dar
marcha atrás con proyectos muy cuestionados por la población local,
como la construcción de un dique en una reserva natural de
Ascochinga.
Por su parte, las
audiencias públicas que debe organizar el Ministerio de Agua,
Ambiente y Energía ante proyectos que pueden provocar impactos
ambientales son cada vez más masivas y contrarias a los intereses de
los particulares.
Por donde se mire
el mapa cordobés, se suscitan luchas en defensa de la calidad de
vida y de territorios libres de las tantas amenazas de degradación
ambiental que se impulsan desde los sectores privados y
gubernamentales, tales como las que llevan adelante los vecinos de
José de la Quintana contra la construcción de una mina, o los de
Santa Ana ante el intento de instalación del nuevo predio de
enterramiento de la basura de la ciudad de Córdoba.
Resistencias
sociales que no sólo generan dolores de cabeza a los funcionarios de
turno, sino que comienzan a ser abordadas satisfactoriamente por la
Justicia, que actúa conforme a las nuevas leyes ambientales surgidas
de la voluntad ciudadana.
El futuro
En este contexto,
llama poderosamente la atención la insistencia del Gobierno
provincial y los partidos políticos tradicionales en avanzar con
proyectos no sólo contrarios a los intereses colectivos sino
perjudiciales para el futuro de nuestra región.
En concreto, se
está debatiendo en la Legislatura un anteproyecto de ley, enviado
por el Poder Ejecutivo, para modificar la actual ley de bosques, en
cuya vigencia se perdió el 60 por ciento de la cobertura de bosques
nativos de los principales departamentos del noroeste de la
provincia.
Esta iniciativa
es aun peor, porque abre las puertas a que se produzcan desmontes
masivos y de todo tipo, y con multas irrisorias para los infractores.
Pese a la
intención del oficialismo de aprobar la nueva norma antes de fin de
año, fue sorprendente la reacción popular contraria. En pocos días,
las manifestaciones se multiplicaron, al punto de incomodar a una
Legislatura que, a decir de la oposición, funciona como una
escribanía del poder central.
La pregunta que
queda por hacerse ante este escenario es si los funcionarios del
Gobierno provincial son miopes -políticamente hablando- en
materia ambiental o si tienen la astucia política de saber que nadie
les reclamará en el futuro las consecuencias sociales (muertes
incluidas, como las ocurridas en Sierras Chicas en la inundación de
febrero de 2015) y económicas (cerca de la mitad de la superficie
provincial está improductiva por la degradación del suelo) de lo
que probablemente vayan a aprobar y tratar de aplicar en el
transcurso de este año.
Esta última
hipótesis es bastante probable, si se tiene en cuenta que la gran
mayoría de la población cordobesa desconoce los rostros y los
nombres de sus representantes.
Sólo el tiempo
nos dará la respuesta. Y ojalá no sea demasiado tarde para actuar.
Fernando
Barri pertenece a la Cátedra de
Problemática Ambiental (UNC)
Fuente:
Fernando Barri, Lo ambiental en la gestión provincial, 17/01/17, La Voz del Interior. Consultado 19/01/17.
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