El Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD)
impulsa un impuesto a las transacciones financieras destinado a recaudar fondos
para mitigar los efectos del cambio climático.
Seriamente cuestionado por propiciar la burbuja especulativa
cuyo estallido en 2008 todavía pone en jaque a las economías desarrolladas, con
una secuela de desempleo y precarización que angustia a millones de personas,
el sistema financiero internacional tiene ahora una oportunidad para redimirse,
al menos en parte, de sus pecados.
El Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD)
impulsa un impuesto a las transacciones financieras destinado a recaudar fondos
para mitigar los efectos del cambio climático. En rigor, la propuesta no es
nueva, puesto que en 1994 el mismo PNUD sugirió una tasa financiera similar. La
diferencia ahora es que sobran las evidencias de la gravedad del desafío ambiental, y por lo tanto urge la adopción de energías limpias y la
reestructuración de las economías para bajar la emisión de gases de efecto
invernadero, todas medidas que requieren cuantiosos fondos.
Aunque cueste imaginarse a los mismos ejecutivos que
incrementaron sus dividendos con la burbuja especulativa y luego del derrumbe
financiero a costa de la ayuda estatal (700.000 millones de dólares sólo en
Estados Unidos), admitan un aporte al interés colectivo, lo cierto es que el
PNUD cree que una tasa a las transacciones monetarias es viable. A su favor,
menciona el respaldo del Grupo directivo sobre financiación innovadora, que
incluye a unos 63 países, entre ellos Alemania, China, Francia, Japón y el Reino
Unido.
Un impuesto de apenas 0,01 % y 0,05 % aplicable a las
transacciones de divisas “podría generar casi 263.008 millones de dólares al
año en Europa y otros 650.000 millones en todo el mundo. Otros cálculos
sugieren que tan solo en Estados Unidos, este tributo podría recaudar más de
150.000 millones de dólares (representan el 1 % del Producto Bruto Interno),
incluso si el volumen de las operaciones mermara considerablemente”.
En la fundamentación de la propuesta, que aparece en el
Informe de 2011 que lleva por título Sostenibilidad y equidad: Un mejor futuro
para todos, se sostiene que “la infraestructura para realizar liquidaciones
mundiales en tiempo real, introducida luego de la crisis financiera mundial más
reciente, facilita enormemente la aplicación de una tasa las transacciones”.
El informe del PNUD, publicado regularmente desde 1990, en
esta edición busca incidir en la agenda de discusión de la Cumbre de Río sobre
desarrollo sostenible se concretará en junio próximo. El organismo de Naciones
Unidas ha sumado su voz al coro de entidades ambientales, organismos
internacionales, investigadores, expertos y ONGs que vienen alertando sobre la
necesidad de enfrentar la cuestión ambiental de manera inmediata. De lo
contrario, el planeta se enfrentaría a cambios profundos que alterarían las
condiciones de vida, coinciden todos.
El documento del PNUD explica que el impuesto propuesto se
pude instrumentar como un simple gravamen proporcional aplicado a cada
transacción en divisas realizada por los corredores de moneda extranjera y
recaudado mediante los sistemas de liquidación y compensación existentes.
Debido a que la infraestructura financiera ya está instalada, un gravamen de
este tipo puede implementarse con relativa rapidez y sin mayores complicaciones.
Según el organismo de Naciones Unidas, las estimaciones de
los costos totales y anuales de mitigación y adaptación al cambio climático
hasta 2030 fluctúan entre US$ 249.000 millones y US$ 1.371 billones. Semejante
diferencia obedece a la dificultad de calcular globalmente los costos de
integrar las energías renovables.
De cualquier modo, la contribución de la tasa en cuestión
sería un aporte sustancial a la generación de recursos para costear la
reducción de emisión de gases de efecto invernadero y adaptación a los efectos
del cambio climático. Actualmente, la brecha entre las necesidades de inversión
y los fondos que efectivamente se destinan es abismal. Por ejemplo, la
asistencia para el desarrollo cubre apenas el 1,6 % de las necesidades para
transitar a energías con bajos niveles de carbono y alrededor de 11 % para el
cambio climático; otro tanto ocurre con el financiamiento prometido por los
países ricos, que cumplieron sólo con un magro 8 % de los recursos comprometidos
para 2011.
El documento, al mismo tiempo, sugiere terminar con la
desregulación desenfrenada y promueve una mayor intervención de las
instituciones estatales en la supervisión de los flujos financieros globales.
De hecho, un impuesto a las transacciones monetarias “podría reducir
considerablemente la volatilidad económica provocada por el alto volumen de
fondos especulativos a corto plazo que fluye a través de los mercados
financieros mundiales”.
Fuente:
- La Voz del Interior, 18/03/12, ¿El sistema financiero internacional puede salvar el planeta?
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