sábado, 13 de octubre de 2018

Historias de temor y tesón entre las llamas en Traslasierra

Cuatro días de fuego impactaron sobre 6.500 hectáreas serranas. Relatos de la angustia entre los vecinos de esa región. Cuando todo parecía haber pasado, anoche se reiniciaba un foco en un sector ya quemado.

Los bomberos entregando su sudor en las brasas, una joven huyendo en moto con su bebé por las llamas, un grupo de amigos salvando del fuego la casa rodante donde vivía una pareja, una biblioteca haciendo de campamento base de voluntarios espontáneos, vecinos buscando en la ceniza los animales que eran buena parte de su capital. Son algunas de las historias que muchos vecinos del sur del valle de Traslasierra recordarán de por vida del gigantesco incendio que arrasó en cuatro días, unas 6.500 hectáreas de la ladera oeste de las Sierras Grandes de Córdoba.

Gladys Palacios (22) sonríe cuando cuenta lo que el incendio le ha llevado. No sabe si ha llorado más por eso o por las llamas que ha sufrido de tan cerca. Ahora que el fuego se fue, recuerda que huyó con su bebé y su hermana sobre su moto enduro. Menos su casa, salvada en lo alto, todo se ha quemado en el paisaje rural donde vivía y del que vivía. No sabe cómo va a seguir. Pero dice que tiene esperanzas. Al día siguiente del fin del fuego, anda buscando unos 500 metros de caños plásticos de dos pulgadas para reponer la toma que llevaba agua desde el arroyo hasta su casa, que comparte con su marido y su niño de 18 meses.

Su casa está en el parador Tía María, unos seis kilómetros arriba de La Población, un ámbito de enorme belleza natural, que mutó de verde a gris, y destino de turismo de aventura. Además de ofrecer provisiones y de guiar contingentes, con su marido organizaba cabalgatas. “Teníamos 19 caballos, y hemos encontrado solamente cinco vivos”, se lamenta Gladys. No sabe aún si perecieron en el fuego, como pasó con otros, o si escaparon por sobre los kilómetros de alambrados quemados.

El fuego rodeó la casa. Su marido y su amigo Elvio Gallardo, que subió con una mochila de agua, hicieron un contrafuego desesperado. Ella auxilió a su única vaca. “Estaba preñada, y la tapé con toallas mojadas para que no se asfixie, la salvé, pero ahora no tengo pasto”, comenta. Su hermana había subido para ayudar. Con ella y su niño bajaron en la moto entre el humo denso y las llamas que arrebataban el monte hasta la casa de una amiga. “Cuando volví ya se había quemado todo, pero la vaca y la casa se salvaron, lo que no sé son los años que tardará en crecer de nuevo el monte”, resume.

Leonardo Ovalle, de La Travesía, también tiene su experiencia dramática. La casa rodante de una pareja amiga, donde viven mientras construyen, estaba rodeada por llamas de 10 metros, y ellos no estaban. “Llegamos en moto con un amigo, llevábamos un machete y un chicote, después de mucho pudimos romper la cadena que ataba a la garrafa, y la sacamos de la zona caliente. En eso llegaron los bomberos”, relata. Entre todos hicieron rodar la casa hasta el camino para salvarla.

Raúl Martínez, jefe comunal de La Población, no puede disimular su cansancio. El pueblo de 700 habitantes fue el centro del fuego. La plaza se convirtió en centro de operaciones y la escuela, en el campamento base de los bomberos llegados de toda la provincia. “Esto es tremendo, vivimos del turismo y este daño ambiental es enorme”, se lamenta Martínez. Pero rescata que no haya viviendas quemadas ni gente herida.

Anoche volvía la alerta con un foco reiniciado

Cerca de San Javier, el fuego y los bomberos volvieron.

A las 19 de ayer, se registró un nuevo fuego en un área ya afectada días antes. En principio se creía acotado; pero dado el viento reinante anoche, se reforzaba el envío de bomberos de varios cuarteles.

La biblioteca hecha cuartel

La Travesía es un caserío que forma parte de la comuna de Luyaba. Su Biblioteca Popular es un espacio dinámico en conexión con los vecinos. Ahí, una decena de voluntarios espontáneos trabajaron varios días casi sin dormir. “La idea de ayudar surgió naturalmente, vino mucha gente de todos lados a donarnos agua, alimentos y medicamentos para llevar a los bomberos; estamos muy emocionados por esa actitud de la gente”, dice Cintia Cano. Desde el lugar se llevaban provisiones en motos, caballos y camionetas hasta el lugar donde los bomberos le peleaban al fuego. También fabricaron chicotes caseros y se repartieron las mochilas de lona fabricadas por Pablo Yedro, un lonero de la vecina Los Hornillos.

Tanto lugareños de siempre, como los llegados en los últimos años, con otras tonadas, se unieron en la angustia y en el esfuerzo.

Ahora, en la zona temen al impacto que sigue: cuando lleguen lluvias, las cenizas complicarán a los ríos y arroyos.
Fuente:
Historias de temor y tesón entre las llamas en Traslasierra, 13/10/18, La Voz del Interior. Consultado 13/10/18.

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