viernes, 12 de octubre de 2018

El drama del barrio amenazado por una grieta: los vecinos no se quieren ir de sus casas

Clarín en Diamante. En Entre Ríos, la barranca se sigue deslizando y puede “tragarse” más de 40 viviendas. Pero la gente no quiere dejarlas porque teme por los robos.

Parte de la barranca ya se deslizó de la superficie de la localidad de Diamante. Segundo a segundo, lo que hace tres meses era una rajadura en la tierra, cae, en silencio. No es como un desprendimiento de un glaciar. Aquí cede con lentitud hasta apoyarse sobre la costa. Una copiosa lluvia precipitaría la caída. Todos estos datos no los aportan ingenieros. Son los propios vecinos del barrio San Roque, que no se resignan a dejar sus viviendas, y que conocen el devenir de la naturaleza sobre sus vidas. Pese a lo feroz del paisaje la serenidad de los habitantes de ese costado de la ciudad asombra.

"Sabemos en el lugar que estamos, pero es el que encontramos para vivir. Tenemos miedo porque nadie nos dice si nos puede llegar a nosotros que estamos a 25 metros de la zona más afectada. Por el momento estamos durmiendo de mi abuela, pero durante el día volvemos por miedo a que nos roben lo poco que tenemos. No queremos irnos porque nos costó mucho hacer esto", le dice a Clarín Micaela. Ella y sus hijos viven a siete metros de la barranca, que domina una estatua del Cristo Pescador, por lo que muchos llaman así a esta zona.

Para acercarse hasta aquí no hay que sufrir de vértigo. La pendiente es de unos 40 metros. Por allí juegan los niños y acceden a una foto casi en el borde, con absoluta tranquilidad. "Estamos acostumbrados. Hace poco se desprendió una parte de la barranca, pero nos manejamos con cuidado", advierte Paola, otra de las jóvenes que vive en la zona.

Hoy, cuentan quienes viven con este peligro de derrumbe, la barranca cedió un poco más. Esa "grieta" de 130 metros de largo y 40 de profundidad se hizo más ancha porque está descendiendo lentamente. A lo lejos, pues está vallado el perímetro de riesgo, puede verse como un escalón por debajo de las casas, ya inhabitables, que daban a la barranca. Personal de la Prefectura Naval Argentina custodia el lugar. No dejan pasar a nadie, salvo a aquellas personas que viven allí. Ellos van y vienen.

Conviven en Diamante dos realidades también. Por la ruta 11 y al tomar la intersección con la 131 que ingresa a la ciudad todo parece transcurrir con normalidad. La actividad comercial y el movimiento empiezan a menguar cuando se acerca al río. Allí, puntualmente en la zona del Cristo Pescador, la dinámica de los pobladores es otra. Buscan una provista en el almacén y vuelven a sus viviendas atrapadas por un peligro de derrumbe de la barranca que está cediendo. Son alrededor de 100 personas las alcanzadas por el radio de peligro, "no toda la ciudad como dicen ustedes", advierten la mayoría de los vecinos algo enojados por el manejo de la información ante la mera presentación informal.

Dentro de esta zona cercada quedó el Centro San Roque, fundado por la Hermana María Angela, un espacio que les da de comer a 170 niños del barrio, que además funciona como escuela de oficios y que potenció con educación y servicios al lugar. "Es un lugar de contención, también funciona un centro de salud y el comedor. Tuvimos que trasladar todo eso a otros puntos de la ciudad porque quedamos dentro del radio de peligro", explicó Mariela, la monja encargada de la institución.

"Los niños están con miedos. Ven movimiento de patrulleros, de medios de comunicación, de bomberos, de personal de Defensa Civil, notan a sus padres nerviosos por la situación y están angustiados. Nosotros tratamos de mantenerlos contenidos y tratando de poder seguir aportándole la cena de todos los días", agrega la hermana Mariela, que encontró un lugar en un depósito que le prestaron porque por riesgo de derrumbe no se puede acceder a la institución.

Hay dos puntos en los que coinciden todos los vecinos que están en ese llamado "radio de peligro": "Es algo que siempre pasa" y "De acá no nos queremos ir". Sobre esto último, la razón que esgrimen es que no están conformes con un alojamiento en una escuela como lo dispuso el municipio.

Por el momento, hay 13 viviendas directas en peligro de derrumbe y otras 30 casas cuyos dueños fueron advertidos sobre su peligrosidad. Sus ocupantes no recibieron ninguna información oficial sobre qué les deparará el futuro, si tendrán alguna ayuda económica: hay intención de incorporarlos a un plan de viviendas que construirá Nación en la zona, pero pocos están en condiciones de afrontar las cuotas.

"Es doloroso, te angustia pero sabemos que es así. Siempre cede la barranca, sobre todo cuando hay una bajante histórica como la que tenemos hoy en día. Pero no nos vamos a ir. Lo poco que tenemos es mucho esfuerzo para nosotros", dice Omar, uno de los tantos pescadores del barrio que no se sorprende por el deslizamiento.

Diamante. Enviado Especial

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