jueves, 5 de julio de 2018

Una ciudad al borde de un infarto cloacal

La red cordobesa es inmensa: hay más de 25 mil tapas en la ciudad. El promedio de 35 desbordes diarios representa poco más del uno por mil, dicen desde la Municipalidad.


por Ary Garbovetzky

La ciudad vive al borde de un infarto masivo cloacal: las cañerías de la red son como las arterias de un cuerpo atacado severamente por el colesterol. Y por el mismo agente: las grasas solidificadas.

Los trabajadores de Redes Sanitarias de la Municipalidad de Córdoba advierten de que hay 700 calles que están al borde del colapso y que cada día con menos de cinco grados de mínima se preparan para tener que operar como en una guardia coronaria.

La red cordobesa es inmensa: hay más de 25 mil tapas en la ciudad. El promedio de 35 desbordes diarios representa poco más del uno por mil, dicen desde la Municipalidad.

Pero es un promedio. Una mañana templada se reciben 11 reclamos por desbordes, pero el miércoles pasado, con mucho frío, fueron 46. ¿Por qué un día helado hace estallar las cloacas? La explicación se puede sintetizar en la honestísima expresión del director de Redes Sanitarias, Daniel Bardagi, a un grupo de vecinalistas reunidos en barrio Alberdi: “Porque los cordobeses somos unos cochinos”.

Van a parar a la red, coinciden funcionarios y empleados, desde escombros y animales muertos que se meten por tapas abiertas a la fuerza hasta restos de abortos clandestinos y toallitas femeninas por el inodoro.

Estos elementos se suman a los abundantes restos de comida y aceites de viviendas y de locales gastronómicos que se tiran a las cloacas, y que con las bajas temperaturas se convierten en desechos sólidos. Todo esto termina adhiriéndose a las paredes de las tuberías y provoca el mismo efecto que una hipertensión arterial extrema.

Cada vez cuesta más solucionar un desborde. Antes nos llevaba entre cinco y ocho minutos, y ahora no menos de 12”, cuenta un experimentado trabajador de Redes.

En la esquina de Olmos y Chacabuco, la grasa tapó por completo la cámara de inspección. A pocos metros, hay un conocido restaurante que luego del hallazgo fue intimado a colocar una cámara de retención de grasas.

Aunque es un requisito para la habilitación de un local gastronómico, muchos negocios con antigüedad aún no lo tienen y se sospecha que vuelcan sus restos a la red cloacal.

Bardagi explica que la red está preparada para recibir la densidad de la excreta humana: 0,5 sólido y 99,5 líquido. Hay sectores con 10 por ciento de sólidos. Lo que va a parar a la red, incluso, es una de las explicaciones de la falta de eficiencia de la planta de Bajo Grande y una complicación para su futura ampliación, porque recibe niveles de contaminación que están muy por encima de lo que puede tratar.

La mediana edad en las cañerías, como en los humanos, es la que más riesgo presenta de infarto. Los tubos ubicados en el segundo anillo que bordea el Centro -Alberdi, Güemes, Cofico y Juniors, entre otros- son de hormigón simple, tienen unos 50 años de antigüedad, están siendo carcomidos por el gas y se parten.

En el Centro quedan los caños de barro cocido -de 80 a 90 años-, que están integrados al suelo y presentan riesgos de filtraciones, pero no son una urgencia, debido a los aliviadores nuevos. Y en el tercer anillo, el más joven, hay PVC.

Lo que se puede hacer es desobstruir: hacerle angioplastias a la red. Hacen falta, hoy, 150 intervenciones urgentes. La Municipalidad tiene un equipo y compró otro para hacerlo. Pero necesita dejar de correr contra la urgencia, bajar a menos de 20 desbordes diarios, y tener tiempo para prevenir, que es lo importante.

Fuente:
Ary Garbovetzky, Una ciudad al borde de un infarto cloacal, 01/07/18, La Voz del Interior.

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