Lo dijo el
geógrafo y ambientalista Pablo Sigismondi. Sostuvo que los países
centrales condicionan la forma de producción de Argentina y
Sudamérica. Agregó que se relaciona con la deuda externa.
Pablo Sigismondi
cree que el modelo de monocultivo de soja y de explotación intensiva
del suelo no es algo casual, sino parte de un entramado geopolítico
y financiero por el cual los países centrales condicionan a otros
-como el nuestro- a producir determinadas mercancías. En Argentina,
la explotación sojera se ha extendido por todo el territorio y
genera consecuencias ambientales cada vez más evidentes.
“Con el
agronegocio se está hipotecando sin dudas el ecosistema. Ustedes lo
conocen mejor que yo: acá hay un daño medioambiental en abundancia.
Por ejemplo, voladuras de suelos, cárcavas en toda la zona sur de la
provincia y se ha alterado el equilibrio natural”, sostiene
Sigismondi, quien es geógrafo y fotógrafo.
¿Qué
consecuencias tiene este modelo?
Se contamina
principalmente el agua que se utiliza para el abastecimiento de las
poblaciones. Para hacer dinero en muy poco tiempo, con ganancias
siderales, se hipoteca el futuro de la mayoría. Con el agravante de
que las ganancias son para pocos pero las pérdidas se socializan,
como por ejemplo los pasivos ambientales, de salud y otras. La
mayoría de la población no participa de las ganancias, sino que
sólo recibe los daños. En toda la región pampeana, hay sinnúmero
de localidades con altas tasas de cáncer, de tres o cuatro veces por
encima de la media. La gente no participa ni quiere participar de ese
modelo, pero los agrotóxicos no reconocen límites porque contaminan
el aire y el agua.
Conflictos
ambientales
¿Cómo está la
situación en este sentido dentro de nuestra provincia?
Tenemos una
enorme cantidad de conflictos ligados al medio ambiente y la posesión
de las tierras. Por ejemplo, al norte de la capital provincial, en
Juárez Celman hemos asistido al desalojo de muchas familias que
habían construido sus humildes viviendas allí. O el daño
medioambiental que se está produciendo por la construcción de la
autovía de montaña en el Valle de Punilla, y que tiene la
particularidad de dañar bosque nativo de zona roja, además de
destruir el ecosistema. Por otro lado, no fue hecho consultando a la
población íntimamente ligada. También tenemos otros focos de
conflicto más cercanos, en el sur provincial. Tiene que ver con la
extensión de cultivos como la soja, que daña al medio ambiente, la
salud de la población y cuyo modelo productivo expulsa a la gente de
los campos. Producen desastres medioambientales, como la aparición
de cursos de agua donde no existían. Es el caso del río Nuevo, en
Villa Mercedes, San Luis, que se origina al sur del volcán El Morro,
a partir de la tala indiscriminada del bosque nativo y de las
prácticas agrícolas.
Exclusión
Mencionaba el
término imperialismo ecológico, ¿estos casos se encuadran en esta
categoría?
Forma parte de un
modelo de imposición en el que ya no tenemos la capacidad de
decidir, ni se atiende la soberanía alimentaria sino a la
posibilidad de exportar. Es grave porque produce cada vez más
desigualdad social, cada vez más exclusión, margina a grandes capas
de la población que se terminan mudando a los cinturones
pauperizados de las grandes ciudades. Y en cierta medida, esto pasa
en el sur de Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia. Todos ellos se ven
bajo la misma matriz de producción de soja transgénica, que utiliza
agrotóxicos sumamente dañinos para la salud. Hay incontables
ejemplos de las consecuencias de esto, y ya nadie puede afirmar -como
el ministro de Ciencia y Técnica- que uno se puede tomar un vaso de
glifosato porque no hace daño. Basta con ver lo que pasa en las
localidades de Entre Ríos, lo que pasa en Dique Chico, al sur de
Córdoba.
¿Cómo opera eso
que usted llama imperialismo ecológico?
Estamos
condicionados a producir determinados tipos de cultivos, y a que eso
sirva para exportar más y lograr una balanza favorable de pagos.
Luego, servirá para pagar el endeudamiento sideral que estamos
teniendo, que ya llega a 250 mil millones de dólares. Ya no tenemos
posibilidades de pago, porque está muy cercana a un PBI anual. En
realidad, lo que los grandes organismos internacionales hacen es
abrir la posibilidad de tomar como parte de pago determinados
recursos naturales.
“Las guerras
son siempre por los recursos naturales”
Los conflictos
socioambientales tienen lugar en todo el planeta, y son uno de los
temas principales en la agenda geopolítica internacional. Hay tres
ejes centrales de esta agenda. Por un lado, las migraciones, por el
otro las guerras y por último el imperialismo ecológico. “Muchas
veces, los conflictos se originan porque hay un interés en dominar
los recursos de un determinado país”, asegura Pablo Sigismondi.
¿Qué ejemplos
hay de esto?
El caso
emblemático es el de Medio Oriente, con la lucha por los recursos
energéticos. Otras veces las disputas son por controlar las rutas de
paso hacia intereses estratégicos. Antes, el mundo se dividía entre
países capitalistas y los socialistas, pero en la actualidad la
división es entre los ricos del norte y los pobres del sur. Los
primeros tienen el 20 % de la población pero gastan el 80% de la
riqueza mundial, mientras que los segundos son periféricos,
productores de materia prima y de bienes naturales. Estos tienen el
80 % de la población y sólo disponen del 20 % de la renta mundial.
Por otro lado, los países del sur no tienen la posibilidad de
controlar los precios de las materias primas que producen, porque
están en manos de los mismos países compradores. Siempre son
víctimas de pérdidas en los términos de intercambio.
¿Cómo impactan
dentro los problemas ambientales globales?
La cuestión
ecológica es clave porque trasciende todo tipo de fronteras. Hoy en
día, una cuestión medioambiental agobiante para toda la humanidad
tiene que ver con el cambio climático y el calentamiento global, con
la consecuencia de desertificación y elevación del nivel de los
océanos. Esto produce al mismo tiempo sequía e inundaciones. Y, de
nuevo, los principales afectados son los países del sur. Por
ejemplo, Maldivas le ha pedido a la ONU que declare a sus ciudadanos
como refugiados medioambientales, porque las islas van a desaparecer
en los próximos 50 años por la elevación del nivel del Índico.
Fuente:
“Con el monocultivo de soja se hipoteca el ecosistema entero”, 01/07/18, El Puntal de Río Cuarto.
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