¿Quién debería
asumir las políticas de investigación, desarrollo y transferencia
en tecnologías renovables?
por Diego Hurtado
Luego del colapso
financiero de 2008, la reconversión de la matriz energética global
basada en hidrocarburos -carbón, gas y petróleo- en una matriz
basada en energías renovables, supone una transformación tectónica
de la infraestructura energética a nivel planetario de dimensiones
inéditas. Ahora bien, para las economías centrales y los organismos
de gobernanza global esta “revolución industrial verde” abre
también un horizonte inédito para los grandes negocios financieros
en las periferias.
A contramano de
la ventana de oportunidad que se presenta para un país como
Argentina, que tiene empresas con capacidades en tecnología eólica
únicas en la región, la versión macrista de la “revolución
verde” es el programa RenovAr, que transforma una política
tecnológica e industrial en un fastuoso negocio financiero. La
estrategia es la compra de tecnología importada con deuda masiva
diferida canalizada por el llamado Régimen de Contratación Público
Privada. Hasta acá la versión predatoria del macrismo, fase
actualizada de la “patria contratista” que nace con Krieger
Vasena y crece con Martínez de Hoz.
Hagamos un
paréntesis y pensamos en un gobierno que en 2019 vuelva a impulsar
políticas de industrialización inclusiva. Entonces vuelve a ser
relevante la pregunta: ¿qué puede hacer Argentina en el terreno de
las tecnologías renovables? Nos interesa proponer una idea que puede
ser un componente de la respuesta: la Comisión Nacional de Energía
Atómica (CNEA) debería ampliar su foco de incumbencias y
transformarse en la institución pública que asuma la tarea de
organizar a nivel nacional las políticas de investigación,
desarrollo y transferencia en tecnologías renovables.
Por supuesto que
esta nueva incumbencia no significa relegar sus actividades en el
sector nuclear. Al contrario, significa capitalizar su enorme
experiencia en gestión de tecnologías complejas, capital intensivas
y en procesos de articulación con la industria nacional. Esta idea
no es nueva y dentro de la propia CNEA circula la broma de que ni
siquiera haría falta cambiar las siglas del nombre actual de la
institución si “CNEA” pasara a significar “Comisión Nacional
de Energías Alternativas”.
Entre los
fundamentos más importantes de la propuesta, podríamos mencionar
los siguientes:
(i) Las políticas
tecnológicas y la inestabilidad institucional son las debilidades
históricas de América Latina. Hoy el sector eólico local es un
ejemplo dramático (1). Como contrapartida, el sector nuclear
argentino supo construir una política tecnológica de expansión y
diversificación incremental de capacidades y enraizamiento en otros
sectores: en medicina y agricultura, a través de la producción de
radioisótopos; en el sector energético, como productor de
electricidad a través de las centrales Atucha I y II y Embalse; en
política exterior, como exportador de reactores de investigación;
en política industrial, como institución promotora de la
conformación de una industria nuclear nacional.
(ii) La política
de fabricación de satélites nacionales -que se inicia con la
creación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE)
en 1991- fue impulsada por INVAP, empresa conformada en los años
’70 por tecnólogos y científicos del sector nuclear. Hoy esta
empresa, además de fabricar reactores nucleares de investigación
(como el que acaba de exportar a Holanda), aprendió a desarrollar
radares primarios y secundarios, satélites geoestacionarios (ArSat 1
y 2), drones y tecnología de aerogeneradores de baja potencia, entre
otros.
(iii) La CNEA
cuenta con un Departamento de Energía Solar, que inició sus
actividades a mediados de los años ’70, que una década más tarde
avanzó en investigación y desarrollo (I+D) en energía fotovoltaica
y que, desde 1995, comenzó a desarrollar celdas y paneles solares
para los satélites argentinos. Un hito notable fue el desarrollo de
los paneles solares para el satélite SAC-D/Aquarius, puesto en
órbita en junio de 2011.
(iv) Sin embargo,
el valor (intangible) más importante es la conectividad densa de la
CNEA con numerosas instituciones públicas -incluidas
universidades-, empresas públicas, mixtas y pymes, así como
capacidades regulatorias en el estado del arte, una política
exterior sectorial complementada por posiciones consolidadas en los
principales foros internacionales del sector. Por ejemplo, la
cooperación nuclear con Brasil a través de la Agencia
Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales
Nucleares (ABACC), que la dupla Macri-Temer busca debilitar o
clausurar, es modelo global de cooperación entre países vecinos.
En síntesis, el
conjunto de todos estos rasgos permite afirmar que el sector nuclear
argentino representa un caso exitoso de política
tecnológico-industrial en un sector estratégico que logró
expandirse y diversificarse hacia otros sectores intensivos en
conocimiento. Una evidencia de su vitalidad fue su capacidad para
“resucitar” y recuperar su dinamismo luego de las políticas de
desguace del menemismo.
Como
contrapartida, en la Argentina existen alrededor de setenta empresas
en el sector eólico, y un conglomerado un poco más pequeño en el
sector de energía solar que, desde el punto de vista del apoyo
estratégico del Estado, hoy se encuentran a la intemperie.
Dada la
proyección creciente del protagonismo que a escala global
representan las energías renovables, la recuperación de políticas
públicas de industrialización inclusiva deberían contemplar la
creación de un entorno institucional de I+D para este sector. La
integración (o asimilación) de las tecnologías renovables por
parte del “ecosistema nuclear” representaría una nueva expansión
y diversificación de sector tecnológico más denso y robusto que
logró generar nuestro país.
Creemos que
pueden ser muy positivos los análisis y debates sobre la viabilidad
de esta propuesta.
- Un estudio detallado del sector eólico argentino en el escenario global puede verse en: Hurtado, D. y Souza, P. 2018. “Geoeconomic Uses of Global Warming: The “Green” Technological Revolution and the Role of the Semi-Periphery”, Journal of World-System Review, vol. 24, núm. 1, pp. 123-150. En: http://jwsr.pitt.edu/ojs/index.php/jwsr/article/view/700
Fuente:
Diego Hurtado, Energías renovables: ¿negocio financiero o política industrial?, abril 2015, El Cohete a la Luna.
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