por Gonzalo Sánchez
Roma, 4 feb
(EFE).- Cuando el viento del norte barre el golfo de Taranto, en el
sur de Italia, las escuelas del barrio de Tamburi echan el cierre
para proteger a los niños de las partículas tóxicas que arrastra
desde los yacimientos de una cercana y polémica acería.
Tamburi, con sus
casi 18.000 habitantes, se encuentra en medio de un paréntesis
contradictorio, delimitado en el sur por un espléndido mar Jonio y
en el norte por el enorme yacimiento que la siderúrgica ILVA explota
desde la década de 1960, no exenta de controversias.
La existencia de
esta factoría ha condicionado la vida de Taranto y, en los últimos
tiempos, entre problemas económicos, denuncias por contaminación y
peticiones de clausura, ha provocado que las escuelas de Tamburi
cierren a menudo para esquivar la polución.
Es solo una parte
de un problema enorme, el de la contaminación, que ha provocado una
situación "crítica" en esta ciudad, con un "exceso"
de tumores presumiblemente provocados por "las condiciones
ambientales, laborales y los estilos de vida de la población",
según recoge un informe de 2017 del Ente Sanitario Local (ASL).
El cierre de las
escuelas se da en los "Wind Days", jornadas en las que el
viento del noroeste supera los siete metros por segundo por más de
tres horas consecutivas, arrastrando el polvo del yacimiento e
impregnando todo el barrio con sus partículas ferrosas.
Cuando esta nube
de polvo se levanta, las escuelas de Tamburi son sometidas a una
aportación "más elevada" de partículas finas (PM10) de
los altos hornos, explica a Efe el director de la Agencia para la
Protección del Medioambiente de Apulia (ARPA), Vito Bruno.
Todo, agrega,
pese a que la concentración de estas partículas en suspensión ha
caído en Taranto desde 2012 por las medidas del Plan Regional de
Calidad del Aire y la menor producción de la factoría.
No obstante el
alcalde de la ciudad, Rinaldo Melucci, ante las previsiones de
viento, ha decretado el cierre de las escuelas hasta en once
ocasiones desde octubre y el pasado 24 de enero ordenó que en esos
días solo abran sus puertas hasta el mediodía.
En su ordenanza,
el regidor además pide a ILVA que ante una previsión de viento de
componente noroeste detenga las excavaciones en la mina, así como la
cadena productiva, y proceda además a la "limpieza
extraordinaria" del barrio Tamburi, entre otras medidas.
Para zanjar esta
situación y contener el polvo, el jueves comenzó la construcción
de unas estructuras que deberán cubrir toda la zona de excavaciones,
con una extensión de 28 campos de fútbol, pero las obras, de la
compañía Cimolai, no concluirán al menos hasta 2020.
Mientras que el
director del ARPA ve esto como una "solución definitiva",
el presidente de la plataforma ecologista "Peacelink",
Alessandro Marescotti, cree que solo es un modo de contención ya que
la contaminación ha impregnado la colina sobre la que se encuentra.
"Esta
cobertura por sí misma no basta porque bajo los yacimientos
minerales hay una profunda contaminación de la capa más superficial
(...) y esta es otra amenaza muy grave para el medioambiente y
potencialmente contra la salud", advirtió el experto, que aboga
por una operación de saneamiento del subsuelo "no menos
colosal".
Sin embargo, gran
parte de las madres y los padres de Tamburi se decantan por el
cierre, como Chiara de Michele, cuyos dos hijos de 5 y 7 años se han
visto afectados por las interrupciones de la escuela, según relata
en una conversación telefónica con Efe.
En su opinión
"no es la escuela lo que debe ser cerrada sino que son ellos
(ILVA) quienes deben adaptarse" a la gente de Tamburi y asegura
que la única solución es cerrar la siderurgia, en la que, como
muchos de sus vecinos, trabaja su propio marido.
Lo mismo opina
otra perjudicada, Loredana La Carbonara, que tilda la situación de
"trágica y dramática" y reconoce cierto "sentimiento
de culpa" por haber hecho algo a priori natural: hacer crecer a
su hijo de 13 años en el mismo sitio en que lo hizo ella.
Otro vecino de
Tamburi, Giuseppe Roberto, lamenta que la apertura de la acería
cambió para siempre la vida de un lugar que, recuerda, fue una meca
para los enfermos de tuberculosis que acudían para sanar respirando
la limpia brisa del mar en un tiempo que ya se antoja remoto.
Fuente:
Gonzalo Sánchez, El viento tóxico que cierra las escuelas del sur de Italia, 04/02/18, La Vanguardia.
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