El escape de rutenio 106 que detectaron diversos centros de medición en el Viejo Continente no tiene explicación. Rusia niega estar involucrada en el tema. Y allí nadie tiene interés en investigar el asunto.
El 10 de octubre
de 2017, saltó a las noticias una información procedente de
Francia, donde se aseguraba que el Instituto de Radioprotección y
Seguridad Nuclear (IRSN) de ese país había detectado la presencia
de altos niveles de rutenio 106 en la atmósfera de varios países de
Europa. Esa entidad, junto a organizaciones similares de otros países
del Viejo Continente, llevaban ya una semana recopilando y comparando
la información. Y ésta era clara: la cantidad liberada era
considerable.
Y si bien se
explicó que no había riesgo para la salud humana ni para el medio
ambiente, el hecho de que el rutenio 106 se produzca tras la división
de átomos en un reactor nuclear, un proceso que -ya sabemos- no
ocurre en la naturaleza, encendió las alarmas. El IRSN descartó un
accidente nuclear, y más bien sospechaba que la nube provenía de un
centro de tratamiento de combustible o de un centro de medicina
radiactiva, que, según cálculos realizados por expertos, y
siguiendo los patrones meteorológicos, estaría ubicado al sur de
los Urales, es decir en Rusia o en Kazajistán.
Pasaron 11 días
hasta que Rusia respondió a las acusaciones. Un representante de la
corporación nuclear Rosatom dijo este martes 21 de noviembre a la
agencia AFP que "no ha habido ningún incidente en las
instalaciones nucleares rusas”. También la central de Mayak, al
sur de los Urales, descartó totalmente estar relacionada con los
niveles de rutenio detectados, pese a que una estación ubicada cerca
de sus instalaciones halló "una contaminación extremadamente
alta” de este isótopo en las cercanías de Mayak. Como defensa,
incluso argumentaron que ellos no producen rutenio 106 hace años.
"¿Para qué
investigar?”
Lo cierto es que la nube existió, y no supuso un peligro para los seres humanos. Y más allá de dejar en evidencia la exposición a este peligro, el secretismo que gira en torno a la energía atómica y sus posibles accidentes, y también la falta de planes efectivos para reaccionar en caso de que ocurriese una emergencia de grandes proporciones, pone también sobre la mesa la forma poco transparente en que se maneja la información. La agencia meteorológica rusa Rosguidromet reconoció que desde fines de septiembre ellos saben que la nube de rutenio 106 está en territorio ruso, polaco, rumano, búlgaro y ucraniano, por ejemplo.
"El hecho ha
ocurrido, pero la concentración de lo que se emitió fue cientos o
miles de veces inferior a los límites peligrosos. Es decir, no hay
ningún peligro", dijo a los periodistas Maxim Yakovenko,
director de Rosguidromet. Para dar por cerrado el tema, explicó que
la fuente de emisión no la están buscando. ¿Por qué? "Por
una razón muy simple. ¿Para qué buscar cuando no hay peligro?”,
respondió. Es decir, posiblemente nunca se sabrá con exactitud
dónde se generó la nube, ni qué causó su escape hacia la
atmósfera.
El IRSN estimó
que la cantidad de material liberado fue bastante grande, de entre
100 y 300 terabecquerel (para comparar: Fukushima liberó 100 mil
terabecquerel). Para ponerlo en contexto, explicó que si la fuga se
hubiera producido en Francia, se habrían tenido que evacuar
inmediatamente varios kilómetros a la redonda. Sin embargo, los
niveles de concentración detectados en Europa eran bajísimos, de 5
mil becquerelios por metro cúbico, muy lejos de los 130 mil
becquerelios registrados tras el accidente nuclear de Fukushima. Es
decir, suficientes para ser detectados, pero muy pocos para suponer
un riesgo.
Greenpeace tiene
un sospechoso
Los ojos se fijaron en la central de Mayak, donde se recicla combustible radiactivo, por su ubicación y porque allí, en 1957, se produjo el famoso "accidente de Kyshtym”, en el que el sistema de refrigeración de la planta de Mayak, que fue construida a las rápidas después de la Segunda Guerra Mundial, había colapsado, calentando los desechos nucleares hasta hacer estallar el sistema, contaminando 10 mil kilómetros cuadrados. Este accidente, que causó la muerte directa o indirecta de unas 10 mil personas, es considerado el tercero más grave de la historia tras Chernóbil y Fukushima.
Por suerte esta
vez no fue el caso, y la nube radioactiva, inocua, comenzó a
desaparecer de los cielos europeos a comienzos de octubre. Pese a
ello, el misterio sigue en el aire. ¿De dónde salió el rutenio
106? ¿Cuál fue la fuente de su origen? ¿Por qué la fuga no fue
informada a las autoridades, pese a que evidentemente iba a ser
detectada? Para salir de las dudas, Greenpeace Rusia pidió a la
Fiscalía una investigación para dilucidar si hubo o no una avería
nuclear al sur de los Urales, pues para esa ONG la expulsión del
rutenio "puede estar conectada con el proceso de vitrificación
de la basura nuclear”.
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Fuentes:
D. Zúñiga, Nube radioactiva sobre Europa: nadie sabe nada, 21/11/17, Deutsche Welle.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Chernobyl I", de Roberta Griffin. La artista se basó en una fotografía de una cámara de seguridad de la central nuclear de Chernóbil, que capturó el momento de la explosión del reactor 4. El estilo está inspirado en la obra de Joseph Turner (1775-1851), quien a menudo representaba escenas violentas insertas en un remolino de luz.
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