BUENOS AIRES, 23
jun 2017 (IPS) - Dos nuevas centrales nucleares, a un costo de 14.000
millones de dólares, le darán un nuevo impulso a la relación de
Argentina con la energía atómica, iniciada hace más de 60 años.
El impactante anuncio lo realizó el presidente Mauricio Macri desde
China, que aportaría los recursos para financiar 85 por ciento de
las obras.
Sin embargo, y
más allá de que rápidamente comenzó a organizarse un movimiento
social de rechazo a las centrales, el proyecto parece tener un
importante obstáculo a superar.
Se trata de las
condiciones del gobierno chino, que amenaza con dejar sin efecto este
y todo el resto de de sus planes de inversión en Argentina si no se
concreta el contrato ya firmado para la construcción de dos
gigantescas represas hidroeléctricas en el extremo sur de la región
de la Patagonia, que hoy están en compás de espera por decisión de
la Corte Suprema de Justicia.
Junto a Brasil y
México, Argentina es uno de los tres países latinoamericanos que
ha desarrollado energía nuclear.
La Comisión Nacional de Energía Atómica fue fundada en 1950 por el entonces
presidente Juan Domingo Perón (1946-1955 y 1973-1974) y el país
inauguró su primera central nuclear, Atucha I, en 1974. El
desarrollo de este tipo de energía fue frenado luego de la última
dictadura militar (1976-1983) por el presidente Raúl Alfonsín
(1983-1989) hasta que fue retomado durante la gestión de Néstor
Kirchner (2003-2007).
De acuerdo al
anuncio realizado por Macri en mayo, durante su visita a Bejing, en
enero próximo comenzará la construcción de Atucha III, con una
potencia de 745 megavatios (MW), que se emplazará a 100 kilómetros
de Buenos Aires, en la localidad de Lima.
Allí están
Atucha I y II, dos de las tres centrales nucleares ya existentes en
el país, mientras la otra, llamada Embalse, está situada en la
central provincia de Córdoba.
La quinta central
nuclear, de 1.150 MW, comenzaría a hacerse realidad en 2020 y
estaría en algún lugar todavía no precisado de la provincia de Río
Negro, en el norte de la sureña Patagonia.
Actualmente, la
energía nuclear aporta cuatro por ciento de la energía eléctrica
argentina, terreno en el que dominan las centrales térmicas
alimentadas a gas natural y petróleo (64 por ciento) y las centrales
hidroeléctricas (30 por ciento), según cifras del Ministerio de
Energía. Las fuentes renovables solo significan dos por ciento,
aunque el gobierno busca expandirlas.
Más allá de
diversificar la matriz energética, las proyectadas centrales
nucleares e hidroeléctricas se enmarcan dentro de una ambiciosa
estrategia que Argentina puso en marcha hace ya varios años: la de
potenciar su relación económica con China, de la que espera que le
compre cada vez más alimentos y le envíe cada vez más inversiones.
Durante su visita
a China, entre el 14 y el 17 de mayo, Macri se mostró entusiasmado
acerca del rol que el gigante asiático puede jugar en este país
sudamericano.
“China es un
socio absolutamente estratégico. Este será el principio de una
época maravillosa entre ambos países. Debe haber pocos países en
el mundo más complementarios que Argentina y China”, dijo Macri en
Beijing ante empresarios de los dos países.
“Argentina
produce alimentos para 400 millones de personas y aspiramos a
duplicarlos en una plazo de cinco a ocho años”, afirmó Macri,
quien precisó que espera de China inversiones en “rutas, puentes,
energía, puertos, aeropuertos”.
El acercamiento
entre Argentina y China comenzó hace más de 10 años y tuvo un
fuerte impulso en 2014, cuando la entonces presidenta Cristina
Fernández (2007-2015) recibió a su par Xi Jiping en Buenos Aires y
firmaron varios acuerdos.
Entre ellos se
incluían desde la construcción de las represas patagónicas hasta
inversiones en la modernización del ferrocarril Belgrano, que
transporta mercancías desde el norte del país hacia el occidental
puerto fluvial de Rosario, con acceso al océano Atlántico y desde
donde se embarcan para la exportación.
Este último
contrato está en plena ejecución, ya que el 22 de junio llegaron a
Buenos Aires 18 nuevas locomotoras chinas.
La relación
entre la potencia asiática y este país sudameriano, de todas
maneras, no está exenta de riesgos para Argentina, según advierte
los expertos.
“China tiene
una capacidad de inversión casi infinita y está interesado en la
Argentina como en todo el resto de América Latina, región a la que
quieren asegurar como proveedora de insumos. Por supuesto, China
tiene una muy fuerte capacidad de negociación y el objetivo de
Argentina debe ser equilibrar la relación de fuerzas”, dijo a IPS
el economista Dante Sica, exsecretario de Comercio e Industria de la
Nación en el bienio 2002-2003.
“Así como
ellos son compradores de alimentos, también quieren vender sus
productos y generan tensión sobre la estructura industrial
argentina. De hecho, nuestro país hace varios años que tiene
déficit comercial con China”, agregó.
El especialista
en Relaciones Internacional Roberto Adaro, del Centro de Estudios en
Políticas de Estado y Sociedad, dijo a IPS que “Argentina puede
sacar ventajas de su relación con China si tiene claro sus
intereses. Debe hacer hincapié en la complementariedad y no dejar
que los chinos inunden nuestro mercado local con sus productos”.
Adaro rescató
como positiva la decisión de apostar a la energía nuclear por “la
importancia de diversificar la matriz energética” y porque la
construcción de este tipo de centrales “generan inversión y
puestos de trabajo también en otros sectores de la economía”.
Sin embargo,
existe una piedra en el zapato en el vínculo chino-argentino en el
tema nuclear que es el proyecto hidroeléctrico.
Se trata de dos
gigantescas centrales, a un costo de casi 5.000 millones de dólares
y con una potencia proyectada de 1.290 MW, a instalarse sobre el río
Santa Cruz, que nace en el extraordinario Parque Nacional Los
Glaciares, en el sur patagónico, y discurre hacia el océano
Atlántico.
En diciembre,
cuando la obra parecía lista para arrancar, la Corte Suprema de
Justicia aceptó el amparo que introdujeron dos organizaciones
ambientalistas, al considerar que no hubo un adecuado estudio de
impacto ambiental, por lo que ordenó no comenzar los trabajos.
En respuesta, los
tres bancos estatales chinos que financian los dos proyectos,
dijeron que pondrían en funcionamiento una cláusula de
incumplimiento cruzado, por la cual cancelarían el resto de las
inversiones si no se hacen las represas.
Para construir
las dos plantas se formó un consorcio de tres empresas chinas y una
argentina, pero tras ganar la licitación en 2013 la construcción no
ha comenzado.
Apurado ante la
exigencia china, el gobierno hizo público el 15 de junio un nuevo
estudio de impacto ambiental y llamaría en las próximas semanas a
una audiencia pública para debatirlo, de manera que el máximo
tribunal del país autorice el comienzo de las obras.
Al rechazo de
ecologistas a las represas, en el horizonte se avizora el que
despiertan las centrales nucleares, que ya han movilizado a
activistas sociales y ambientales de Río Negro, que en las últimas
semanas han realizado asambleas en distintos puntos de la provincia y
exigen una consulta popular sobre la que se instalaría allí.
Incluso han
generado un inusual conflicto con la vecina provincia de Chubut, cuyo
parlamento aprobó por unanimidad una declaración de rechazo a las
plantas nucleares. El gobernador rionegrino, Alberto Weretilneck,
pidió a los chubutenses “que no se entrometan”.
“Argentina
tiene que darse un debate serio sobre lo que significan estas
centrales, en un momento en que el mundo está abandonando este tipo
de energía. Necesitamos saber, entre otras cosas, cómo se va a
conseguir el uranio que se necesita como combustible”, dijo a IPS
el director de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, Andrés
Napoli.
Hoy Argentina
importa el uranio que utilizan sus centrales nucleares pero
ambientalistas temen que se busque reactivar la producción local que
fue abandonada hace más de 20 años.
Editado por
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Daniel Gutman, China impulsa la expansión nuclear argentina, pero con condiciones, 23/06/17, Inter Press Service.
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