domingo, 8 de enero de 2017

Ricardo Luti, el largo atardecer del caminante



por Daniel Díaz Romero
Sala de Prensa Ambiental

Fue y, aún después de su desaparición física, sigue siendo el ecólogo más respetado de la provincia de Córdoba y uno de los máximos referentes en el país entero.

Su trayectoria se extendió por décadas en el campo de la lucha por la conservación de los recursos naturales y lo convirtió en uno de los científicos más respetados del mundo.

Ricardo Luti, Doctor en Ciencias Naturales, hablaba con tono solemne sobre los problemas ambientales pero se entusiasmaba con ánimo pueril cuando recordaba anécdotas de sus decenas de viajes por el planeta. Sus estudios recorrieron los cinco continentes. Contratos de trabajo hicieron que se estableciera en Alaska y El Zaire y llevó sus conocimientos a lugares tan lejanos como Suecia y Noruega.

El 31 de Diciembre de 2010, fallecía en la ciudad de Córdoba a los 86 años el Dr. Ricardo Luti Herbera, el pionero de la Ecología en Córdoba.

Interludio de la selva
En el interior de su pequeño departamento, con vista al parque Sarmiento, sus dedos larguísimos y arrugados señalan fotografías, libros y papeles. Señala con las mismas manos que tocaron la nieve del Aconcagüa y los hielos de los bosques siberianos.

Su conversación se aviva cuando la mano roza la frente curtida por el impiadoso sol del continente africano, mientras dice: “Cuando fui por primera vez al Amazonas, en 1947, conviví dos años con una comunidad de indios y allí trabé amistad con Nanguerey”, cacique del que tiene una inmensa fotografía en el living. “Por las noches – agrega – dos boas se acurrucaban junto a mí entre las mantas mientras dormía.” Rosita I y Rosita II, tal como el Doctor las bautizó, eran enormes Lampalaguas de más de 3 metros de longitud que habitaban el departamento de su salvador.

Después de 21 años el doctor Luti volvió por tercera vez al lugar. Así describe lo vivido: “Aparecieron los primeros blancos reclamando las tierras y junto con su ambición llevaron enfermedades. No quedó ningún indio vivo. El resfrío del blanco hizo estragos en ellos, pues no tenían desarrolladas defensas contra este virus y vimos como los aborígenes se asfixiaban delante de nosotros. En su esfuerzo por respirar, sufrían contracciones espantosas, algunos morían con los ojos fuera de sus órbitas, fue tremendo”.

Un profundo silencio acompaña su mirada que se pierde en quien sabe que imagen y recomponer el diálogo no es fácil porque su dolor se expande y acusa de impertinencia a quien se atreva a interrumpirlo.

Hablar con Ricardo Luti es conversar con el primer ecólogo cordobés y uno de los pioneros de la defensa del ambiente en los países subdesarrollados. Fundador de la primera organización ecologista de Córdoba, presentó hace mas de 40 años el proyecto originario para la creación del Parque Nacional “Quebrada del Condorito”, en nuestra provincia.

Luego de muchos años dedicados a la docencia universitaria, un Centro de Investigaciones de la Universidad Nacional de Córdoba lleva su nombre, además, fue declarado ciudadano ilustre de la Ciudad y obtuvo reconocimiento como uno de los principales científicos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

El naturalista, tiene apilados sobre la mesa de la pequeña cocina, viejos periódicos de hojas ásperas y amarillentas, testigos del impiadoso paso del tiempo que amontona recuerdos: “Mi papá fue Senador y mamá maestra en una escuela normal”, y agrega: “Cada vez que tomaban el poder los militares la echaban de su trabajo porque su marido era político. Mi madre era muy idealista, pero no podía aspirar a ningún cargo, en aquella época las mujeres ni siquiera tenían derecho a votar”.

Un niño llamado Dito
Cuentan que de niño, “Dito” tal como lo llamaban, sufrió quemaduras en sus piernas mientras combatía un incendio en las sierras; heridas que hoy, con sus 74 años, le provocan severas hemorragias. Mientras en Europa se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial, el ferrocarril llegaba a las canteras de “El Sauce”, próximas a Candonga, donde el joven Ricardo Luti vivía y allí, por las tardes, montaba a caballo corriendo a la par de los trenes, compitiendo con ellos. Sus adversarias, humeantes máquinas de hierro, se convirtieron no sólo en contrincantes de sus juegos, sino que marcaron el augurio para una nueva era tecnológica y el progreso alocado; “La producción industrial se movilizaba sobre la base del combustible obtenido de la madera; muchos montes en la provincia fueron arrasados por ello”.

El progreso, según Luti
El petróleo en aquella época era escaso en nuestro país y, por lo tanto, la energía se obtenía de los troncos de los árboles”, señala el científico y agrega: “Así es que se talaron muchos bosques de maderas nobles, duras y muy energéticas. Esto conllevó la pérdida de esos ecosistemas. Eran árboles de crecimiento lento, requerían de un ciclo de recuperación extremadamente largo, entonces, a la tala se sumó la quema de la piedra para la obtención de cal con leña de ejemplares de proliferación muy escasa. Así, nuestros ambientes de montaña y de llanura fueron desapareciendo: Algarrobos y quebrachos blancos fueron devastados y la fisonomía del paisaje fue cambiando porque dejaron solo lo que no tenía valor, maderas de rendimiento mínimo”.

Las guerras mundiales fueron un punto de inflexión donde se produjo un quiebre en la conservación de los ecosistemas cordobeses. Allí comienza la historia de la depredación de los ambientes naturales de la provincia: “Recuerdo locomotoras que arrastraban 40 o más vagones repletos de leña, atravesando la provincia” y explica; “a su vez las importaciones que el país realizaba se pagaban con materias primas, recursos naturales de cualquier tipo”.

El tiempo transcurrió y los diques proliferaban, lo que no solo permitía el abastecimiento de agua, sino también la obtención de energía: “La construcción y el funcionamiento de estas represas demandaron nuevamente un sacrificio del ambiente. Todo fue subsidiado por la naturaleza”, y dice, “además no hay que olvidar la atracción en pequeña escala de plantas autóctonas en todas nuestras sierras. Al vivir en las sierras vi como talaban bosques en forma irracional para generar espacios abiertos, pastizales para alimentar el ganado. Prácticamente nos hemos quedado sin árboles en las sierras. La recuperación de estos ecosistemas demandará mucho tiempo por lo que la situación es muy preocupante. Hoy uno pasa por un lugar que recorrió 20 años atrás y se pregunta: ¿Dónde está lo que acá había antes?”.

Ojos en la nieve
Impulsado por la investigación científica y su apetito aventurero el Doctor Luti recorrió regiones tan inhóspitas como la helada Siberia: “Me detuve buscando algún motivo para tomar fotos, cuando vi detrás de un tronco, muy cerca de mí, una gran masa blanca que se movía camuflada entre la nieve y las cañas. Yo sabía que habitaban los hermosos tigres blancos siberianos en una región ubicada al norte de donde me encontraba y este era un magnífico ejemplar. Acechaba inmóvil y me miraba. Yo le gritaba, ¡Eh, soy viejo, mi carne ya está dura!”, sonríe distendido.

Claro, que presa del pánico no acerté a sacarle ninguna fotografía”, aclara jocosamente.

Los gigantes de la muerte
En un estrecho pasillo del departamento se ve un mural de una pequeña comarca en la que vivieron sus antepasados españoles. El paisaje serrano del lugar recuerda la imagen de las sierras en la que está enclavada la mina de uranio de “Los Gigantes” en la mediterránea provincia. A pesar del cese de sus actividades varios años atrás, la corriente de rumores acerca de los niveles de radiactividad de la mina nunca cesó.

¿Lo de “Los Gigantes” es un mito?”, enfatiza. “Decían que la proporción de uranio era mínima, sin embargo yo vi como murió mi primo que trabajaba como geólogo allí. Luego murió su hermana y después el marido de mi prima, producto de la radiactividad del uranio.

Cuando operaron a mi primo, luego de sacarle la tapa del cráneo y al analizar la masa cerebral, vieron como estaba cubierta de nódulos producidos por el material radiactivo. Ya no había nada que hacer…, alcanzó a tener hijos, y bueno… se acabó…”, y el dolor se expande por su rostro inmóvil mientras sus ojos se clavan en un punto del piso. “Estoy hablando de gente que conocí de cerca. Con mis primos nos criamos juntos. Los perdí a causa de la radiación. No es fácil, no es fácil…” repite.

Y otra vez la pesadumbre se hace dueña de su rostro y Ricardo Luti, como otras tantas veces, levanta su cabeza y cualquier signo de derrota desaparece de su espíritu, retomando la conversación: “Perspectivas para el futuro… difíciles, porque la capacidad reproductiva de los ambientes dependerá de condiciones muy rígidas para su uso. Si no corregimos el camino escogido la única solución es irnos a otro planeta”, dice mientras sonríe desnudando sus blancos dientes, tras lo cual afirma: “Si hubiésemos escuchado a otros que fueron más sabios que nosotros…, y su voz se apaga.

Ernesto
Retratado en cerámicas y fotografías, el “Che Guevara” observa silenciosamente desde una mesita baja que constituye un altar en un rincón del living. El Doctor Luti observa que las miradas se dirigen hacia allí y comenta para nuestra sorpresa: “La última vez que lo vi a Ernesto con vida, yo estaba desarrollando estudios en una zona del río Beni, a cuatro mil metros de altura, en Bolivia. Al poco tiempo me enteré que lo había matado el ejército boliviano”, toma aire en un profundo suspiro y agrega, “los mismos bolivianos que se morían de hambre lo mataron. Cuando llegamos al lugar nos detuvo la policía y nos quitaron las cámaras fotográficas. Allí estaba tendido, en una tapera de cuero, con disparos por todos lados”.

Dialogar con Luti es aventurarse a entrar en un camino que, con cada paso, se transforma en un sendero mágico de anécdotas y sabiduría que parece no tener final. Sapiencia que responde presurosa cuando preguntamos acerca de las causas de la situación ambiental en la que estamos: “Supongo que por desconocimiento de lo que sucedería en el futuro y por la forma inapropiada en el uso de los recursos naturales, que en algunos casos ya no recuperaremos. Es que no se hicieron ni se hacen consultas a la gente que entiende en estos temas. No quieren comprometerse consultando a científicos… Priman intereses de otro tipo y de otra magnitud también. Sinceramente no sé cuál es el grado de reversibilidad de la situación en la que estamos…”

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Fuente:
Daniel Díaz Romero, Ricardo Luti, el largo atardecer del caminante, 20/12/16, Sala de Prensa Ambiental.

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