La isla
autogobernada se propone incrementar las energías renovables del
0,2 % actual al 20 % en una década.
por Daniel García
2.025, ese es el
año en que el territorio presidido por Tsai Ing-wen pretende
convertirse en un lugar libre de energía nuclear. El miedo a lo
ocurrido en Fukushima en 2011, la falta de apoyo a este tipo de
fuente energética por parte de la población -más del 59 % de los
taiwaneses está en contra de ella- y el compromiso de la nueva
administración con esta medida han conducido a la creación de un
plan de apoyo a las energías renovables para poner fin a las
centrales nucleares que operan en la isla.
El año pasado el
7,28 % del suministro total de energía en Taiwán tuvo su origen en
los seis reactores que se reparten entre las tres centrales nucleares
operativas de la ínsula, mientras que las fuentes eólica y solar
suponían solo un 0,24 % del mismo. El gobierno de Tsai quiere darle
la vuelta a la tortilla, alcanzando para el 2.025 un 20 % de
suministro a través de energías renovables. Para conseguirlo, el
buró de energía de la nación isleña ha anunciado un proyecto de
apoyo por dos años al sector fotovoltaico y otro de cuatro al
eólico.
“Tras el
desastre nuclear de Fukushima en 2011 varios gobiernos han revisado y
ajustado sus políticas de energía nuclear”, señala a El País
Chen Chung-Hsien cuando le preguntamos sobre el porqué detrás de
estas nuevas medidas. El técnico principal de la división de
tecnología del buró de energía taiwanés apunta también que el
negocio de las renovables “puede generar más de 5.000 millones de
euros y 100.000 empleos en la isla”.
A nivel
tecnológico Taiwán se encuentra en la punta de lanza del sector
fotovoltaico. Grandes fabricantes de células solares como Motech
Solar o Green Energy Technology tienen su base en la isla. La región
se ha puesto como objetivo poder generar hasta 20.000 MW de potencia
para 2.025 a través de la energía eólica (hoy por hoy solo puede
crear 842 MW).
Sorprende que con
una industria fotovoltaica tan puntera Taiwán haya tardado tanto en
dar este paso. Alfonso Martínez Arranz, académico especialista en
energía, indica a El País que “el desfase se puede explicar por
el conservadurismo del sector energético taiwanés, únicamente
preocupado, como sus equivalentes surcoreano y japonés, por mantener
precios bajos a corto plazo para su industria manufacturera y una
población con bajos salarios”.
La parte eólica
supone un desafío mayor, especialmente desde el punto de vista
tecnológico. Para conseguir generar hasta 3.000 MW de potencia en
2.025, Taiwán tiene previsto utilizar la energía eólica marina
(EEM). Hoy en día la región de Europa del Norte es capaz de generar
algo más de lo que pretende conseguir la pequeña región isleña
-3.755 MW para ser exactos. La EEM consiste en la instalación de
aerogeneradores más allá de la costa, donde el viento es más
fuerte.
Las islas
Pescadores, un archipiélago bajo la jurisdicción del Gobierno
presidido por Tsai Ing-wen, se han convertido en el laboratorio de la
apuesta por las energías renovables de Taiwán. Conocidas también
como las islas con bajas emisiones de carbono –la pequeña región
se ha deshecho de gran parte de sus emisiones de CO2-, el
archipiélago cuenta con un proyecto para instalar un parque de
energía eólica marina que podría producir hasta 140 MW. En la
parte eólica España ha colaborado en varias ocasiones con la nación
isleña; “Gamesa está detrás de algunas de las turbinas de viento
que hay en Taiwán”, apunta Lin Yu-heng durante una visita
organizada para periodistas a las Pescadores.
El proyecto de
apoyo a las renovables es también una manera de disminuir la
dependencia externa de energía para Taiwán. Según Chen el plan
intenta “aumentar la independencia energética del 2 % actual a un
20 % en 2.025”. Para ello Taipéi se está apoyando en empresas
locales como Chung Hsin Electric & Machinery o la ya citada Green
Energy Technology. Debido a la compleja situación de la región -China la define como parte de su territorio-, “la seguridad
energética se enfrenta aquí a más dificultades y desafíos que en
otros países”, señala el técnico.
Ubicadas en un
área en la que viven más de cinco millones de habitantes (en un
radio de 50 Km), las centrales de Kuosheng y Jinshan siguen operando
con normalidad en la costa norte de Taiwán. Diferente es el caso de
la polémica central de Lungmen, una instalación que nunca ha
llegado a entrar en funcionamiento -y que sigue en construcción-
debido a las presiones de la población tras lo ocurrido al este de
Japón en marzo de 2011.
Varias voces han
cuestionado la viabilidad de acabar con la energía nuclear en
Taiwán, argumentando casi siempre el aumento de precio de la
electricidad que implicaría la medida. Martínez señala al respecto
que “deshacerse de la energía nuclear es fácil y rápido desde un
punto de vista técnico”, y añade que en la isla autogobernada “el
riesgo de accidente nuclear a la Fukushima es probablemente pequeño
pero real; los taiwaneses parecen haber votado a favor de pagar un
poco más para no correrlo”.
Fuente:
Daniel García, Taiwán quiere acabar con el fantasma de Fukushima, 25/10/16, El País. Consultado 27/10/16.
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